La etapa de Kristaps Porzingis en Dallas terminó de forma abrupta este jueves. A poco menos de una hora para el cierre de mercado, los Mavericks cerraron un traspaso que envió al letón a Washington –junto con una segunda ronda– a cambio de Davis Bertans y Spencer Dinwiddie.
Esta operación ha despertado malestar entre los aficionados de los Mavericks y cierto escepticismo por parte de un sector de analistas de la NBA. Realmente se trata de una operación extraña para los intereses de la organización, la cual parece responder a una urgencia por cerrar cuanto antes este capítulo aunque sea de manera precipitada y con una aparente falta de reflexión.
El traspaso no es necesariamente malo de por sí pero no ha servido para maximizar el valor de Porzingis. El principal beneficio lo comprende el deshacerse de su contrato por tres años –el último sujeto a una opción de jugador– y un total de 101,5 millones de dólares, un acuerdo que amenazaba con obstaculizar todavía más la flexibilidad futura de los Mavericks con el paso de los meses.