Nunca estuvo en el momento justo ni en el lugar adecuado. A pesar de ello, siempre quiso formar parte del espectáculo. Aunque lo más alejado posible de los grandes focos mediáticos. Una hoja de ruta que prolongó en relativa armonía durante quince años y que, súbitamente, se desmoronó en las últimas tres semanas. Pero ni siquiera así su nombre copó portadas por sus méritos deportivos, sino por menesteres muy distintos.
El 27 de marzo se confirmaba la noticia: LaMarcus Aldridge finalizaría la temporada en Brooklyn después de que en San Antonio le trasladaran que no contaban con él. Sus mejores años ya habían quedado atrás y así lo confirmaban sus palabras nada más aterrizar en los Nets: “No estoy aquí para ser All-Star.”
En su debut cuajó una buena actuación como titular aprovechando las ausencias de Kevin Durant, James Harden y Blake Griffin. “Fue algo sencillo para mí, sin duda me divertí mucho esta noche”, declararía el ala-pívot. Sin embargo, muy poco se habló de sus 11 puntos, 9 rebotes y 6 asistencias, y mucho de lo injusto que resultaba que equipos como los Nets o los Lakers se estuvieran aprovechando de los buyouts para reforzar todavía más sus equipos con jugadores de renombre. Unas quejas no solo compartidas por aficionados, sino también aparentemente por ejecutivos de la NBA.