Superar a Jordan mal

Una marca legendaria. El día, no tanto.

LeBron James ha superado esta noche a Michael Jordan en la lista de los máximos anotadores de la historia (se coloca cuarto, por detrás de Kareem, Malone y Kobe). Una gesta de valor incalculable que hoy, por cómo se ha dado, por el momento que atraviesa la franquicia, por la nube de depresión que cubre el final de temporada en Los Angeles, no ha salido limpia del Staples Center. Y es una pena.

Pensaréis, ¿se puede superar a Jordan mal? Yo creo que la respuesta real, la verdadera, es no. Vamos, supongo. Tiene que ser no. Es Jordan… Dentro de unos años, nadie se acordará del momento exacto. Habrá superado a más leyendas y solo quedará el récord, la marca de valor incalculable. Pero ahora, hoy… Hoy lo hemos visto bajo las peores circunstancias posibles. Hoy LeBron ha superado a Jordan mal.

Fijaos si ha sido raro todo lo que ha pasado en Los Angeles que yo, que he visto el partido tranquilo, café en mano, no quería escribir sobre el tema. No me apetecía absolutamente nada. Os lo digo de verdad.

Mi idea inicial era escribir hoy sobre el gran momento de los Pistons (ojo) y la llegada definitiva a la NBA de la mejor versión de Luke Kennard. No, no es broma: el día que LeBron ha superado a Jordan, pensaba escribir sobre el bueno de Luke Kennard. Y la única razón por la que no lo he hecho es porque el tema se trató justo ayer en este mismo medio. Os dejo aquí el enlace, escribe Miguel Gaitán.

Y claro, todo esto me ha hecho pensar. Yo estoy un poco loco, soy bastante friki de este mundillo y Kennard está espectacular. Hoy, por cierto, se ha vuelto a salir en el triunfo de los Pistons contra los Wolves. Pero vamos, aún así… ¿Cómo narices es posible que hoy, el día que LeBron ha superado en anotación a Jordan, no me apetezca escribir sobre el tema?

La depresión contagiosa

El problema nace evidentemente de la situación. Y no hablo solo de la clasificación (que también…), sino de las sensaciones. El equipo vive en estos momentos sumido en una profunda depresión. Y el ambiente se contagia. Las derrotas, las lesiones, los rumores, la incertidumbre… Simplemente no apetece. No hay nada de realidad. No sabemos qué son ahora mismo ni qué serán dentro de tres meses Los Angeles Lakers. Esa es la verdad.

Pabellón en pie, ovación y vídeo-homenaje para LeBron. Pero todo forzado, de película mal. Y, salvo en el propio LeBron (toalla sobre la cabeza, intentando asimilar lo que acababa de pasar) una falta de sentimiento bestial. O esa ha sido la sensación que me ha dado. Superar a Jordan mal.

En The Q hubiera sido otra cosa, Cleveland hubiera explotado. En una buena racha también hubiera sido otra cosa. Hace dos meses hubiera sido otra cosa. Dentro de dos meses hubiera sido otra cosa… En fin, qué es una pena. Porque hablamos de Michael Jordan y de su número 23 (el de los dos). Hablamos, probablemente, del momento más especial de la carrera de LeBron para el propio LeBron. Y, aunque el tiempo lo limpie y lo coloque en su lugar (el Olimpo del baloncesto), podría haber salido mucho mejor.


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