Omari Johnson: del peor equipo de la ACB a jugar con los Warriors

Decía David Nwaba en The Players Tribune que nunca hay que subestimarse, porque uno se puede sorprender de hasta dónde puede llegar. Nwaba, tras penar por universidades menores y ganarse un contrato discreto en la G League 2016-17, debutó ese mismo curso con los Lakers y completó la 2017-18 de manera sólida con los Bulls. Tanto, que ahora como agente libre restringido está en la situación de escuchar ofertas, de que sea a él a quien llamen.

En el entorno NBA posiblemente no sea este el caso de Omari Johnson, quien no obstante es un ejemplo de perseverancia. No tan al estilo de Andre Ingram, llamado por primera vez para jugar en la NBA a los 32 años, pero ilustrativo igualmente de que las cosas pueden ir a mejor. La vida no son todo reveses. A veces.

El peor equipo de la historia de la ACB

Omari Johnson (Kingston, Jamaica, 1989) tiene 4 partidos en su palmarés NBA. Todos, correspondientes al pasado mes de abril, cuando unos Grizzlies desechos y sin nada en juego decidieron premiar la perseverancia de ese diestro de 206 centímetros que había estado todo el curso en los Memphis Hustle, el afiliado del plantel del Tennessee en la G League. Allí, su entrenador Glynn Cyprien, que estará en la Universidad de Texas Tech como asistente para la 2018-19, no dudo en deshacerse en elogios sobre las prestaciones, no solo numéricas, sino de implicación, que el jamaicano desplegó en la liga menor.

Hasta Memphis llegaba después de un interesante periplo internacional, que incluía un paso previo por la G League, y un par de notorias campañas, sus primeras como profesional, en la NBL canadiense. Allí fue All-Star en la 2011-12 y en la 2012-13. También su currículum recoge un curso en Lituania, el 2016-17, un par de apariciones con los Blazers, en la pretemporada de 2015 y en Las Vegas Summer League de 2016. Hasta la llamada de los Grizzlies en abril, esta era toda su experiencia en la NBA.

Y sin embargo, el jugador formado en Oregon State, y que puede presumir de una muy aceptable trayectoria, formó parte del peor equipo que ha pasado por la ACB. No fue hace demasiado y nadie puede culpar a Johnson de haberse ido a competir a una de las mejores competiciones nacionales del mundo. La ACB, la Liga Endesa, lo acogió para la 2013-14. El CB Valladolid, en sus últimos estertores antes de la muerte, salió a competir esa temporada. El equipo, ahogado en deudas e impagos no solo a jugadores sino también a empleados, terminó descendiendo a la LEB Oro y luego liquidado. Su balance de la 2013-14, 3-31, el peor registro histórico desde que se fundara la ACB. Johnson, que aguantó todo el año, hizo lo que pudo, compitió en los 34 choques y promedió 11 puntos y 6 rebotes. Después de ser subcampeón de al NBL de Canadá, después de brillar allí, en Valladolid se encontró un reguero de derrotas, fin de semana tras fin de semana.

Cuatro años después, la NBA

La vida da muchísimas vueltas, para bien y para mal. Pero una cosa está clara: quien se esfuerza, quien se exprime, no necesariamente llegará a su objetivo, pero tiene más opciones. Y, sobre todo, estará con la conciencia tranquila, que a veces pesa más.

Johnson salió de Valladolid y se pasó las siguientes tres campañas entre bailes citados con Portland, estancias largas en los Maine Red Claws de la G League y su año en Lituania, donde terminó antes de tiempo su vinculación con el Neptūnas Klaipėda. Regresó a Estadios Unidos para al 2017-18. También era su vuelta  a la G League. Era seleccionado por los Hustle en el el Draft de Expansión de la G League celebrado en el verano de 2017 y que daba la oportunidad a los nuevos planteles de la liga de elegir jugadores.

Johnson, uno de ellos, se ganó su exiguo salario con profesionalidad, la misma mostrada cada día en las turbulencias de Valladolid, donde le recuerdan con agrado. Para alguien que siempre se ha tenido que buscar la vida, la estabilidad en Memphis era ya un premio. Pero faltaba lo mejor.

Al igual que Andre Ingram fuera llamado por los Lakers como galardón a toda una vida en la G League, Johnson recibió su telefonazo también como premio. No, su trayectoria, aunque con una importante presencia en la liga menor, no estaba formada exclusivamente por etapas allí. Pero había sido en la última, en los Hustle, donde Omari se granjeó el afecto y el reconocimiento de los órganos rectores. De nuevo la profesionalidad recibía su recompensa: 4 noches de NBA, la última de ellas de 13 puntos, 4 rebotes y 4 asistencias. Sus promedios en la mejor liga del mundo se quedan, de momento, en 5,5 puntos, 2,8 rebotes y 1,2 asistencias. Nada mal, aunque mejor quizá los 27.000 dólares largos que se embolsó, prácticamente más que el salario máximo de todo un curso en la G League.

A los Warriors sin nada que perder

A Johnson le extendieron un acuerdo para jugar en Memphis la última semana de la Temporada Regular y otro curso más. Este, por valor de 1,37 millones de dólares, no estaba garantizado. Y a finales de junio, como era de esperar, Johnson era despedido por Memphis.

Así que, sin más tiempo que perder, decidió apurar sus opciones en la NBA regresando a un territorio conocido para él: los torneos de verano. Primero, la Liga de Verano de Sacramento, luego Las Vegas Summer League, ambas con los Warriors. A jueves 12 de julio, ha disputado tres encuentros en cada competición.

Este viernes 13, Golden State se despide de Las Vegas con un partido de consolación después de haber perdido el primer cruce eliminatorio. Supondrá también, hasta nuevo aviso, la despedida de Johnson del entorno NBA y de los Warriors, donde ha dejado algún mate sonoro, ha competido regularmente y con aceptables minutos y, sobre todo, se ha enfundado la camiseta del vigente campeón de la NBA. Por mucho torneo veraniego que sea, jugar en los Warriors, y haberlo hecho previamente en los Grizzlies de manera oficial, para alguien que no recibía llamadas tras su paso por Valladolid, es algo para aplaudir. “¿Qué se le ha perdido a Omari Johnson, con casi 29 años, en los Warriors y en verano?, se pueden preguntar muchos. La respuesta es clara: Johnson persevera, sigue, agota caminos. No se le ha perdido nada pero le faltan muchas cosas por encontrar. Solo así se puede estar más cercas de días como los de abril de 2018 y más lejos de otros infaustos recuerdos.


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