UCLA es una de las universidades míticas del baloncesto americano. Leyendas como Kareem Abdul-Jabbar, Bill Walton, Russell Westbrook o Reggie Miller han vestido su camiseta. ¿Hay alguien capaz de continuar esa estirpe en el futuro?
Hablar de UCLA es como citar a los Celtics en la NBA. Una dinastía en la NCAA que, aún hoy, sigue siendo la universidad con más títulos de la historia con 11. Tras UCLA se encuentran Kentucky, North Carolina, Duke e Indiana, el quinteto empadronado en el Olimpo de la NCAA.
Por su cancha se ha visto el primer skyhook de Kareem Abdul-Jabbar o el crossover primigenio de Russell Westbrook, sin olvidarnos de los triples de Reggie Miller y el poderío en la pintura de Bill Walton. Durante este último lustro USC, el rival de UCLA en California, ha ganado la guerra por reclutar a los mejores prospects del instituto. A pesar de no ser una de las primeras opciones para los jugadores, UCLA se ha mantenido como una de las universidades punteras de la Pac-12, conferencia alojada en la élite de la liga universitaria.
Pero esa situación de cierta irrelevancia puede dar un giro de 180 grados con la llegada a los Bruins de Peyton Watson para la temporada 2021-2022 . Este joven escolta-alero de 2,04, nacido en California, ha pasado de ser un completo desconocido a inicios de 2020 a, en tan solo cuestión de meses, figurar entre los doce mejores jugadores de su generación.
Watson va a jugar su última temporada de instituto en Long Beach Poly, por donde han pasado campeones de la NBA como Jordan Bell o Tyus Edney, MVP de la Final Four de la Euroliga en 1999 con Zalgiris. ¿Pero por qué hay que fijarse tanto en él y colocarle en la estela de las glorias de UCLA?
La principal fortaleza de Watson es la inteligencia en la pista, poco común en jugadores jóvenes: hay mucho Goliat de 300 kilos capaz de dar con la cabeza en el marcador de un solo salto, pero a la hora de la verdad les tiemblan las piernas y corren como pollos sin cabeza. El californiano, en cambio, mantiene la sangre fría, no se despeina y suele tomar la decisión correcta con la precisión de un cirujano cardiaco.
Además, se siente muy cómodo en situaciones de uno contra uno que suele acabar en penetraciones o pases de canasta para sus compañeros. En cambio, en situaciones de tiro no se siente del todo cómodo y tendrá que hacer como Petrovic en los viejos tiempos: llegar una hora antes e irse una hora después de los entrenamientos para transformar la escopeta en una metralleta.
Defensivamente es un jugador muy interesante, un alero con brazos largos e inteligente para taponar y robar balones. La mayoría de sus chapelas y hurtos viene del lado débil, donde es uno de los mejores de Estados Unidos. Cuando ves por primera vez a Peyton Watson te viene a la cabeza la comparación con Brandon Ingram y no solo por el físico: ambos parecen Fido Dido, el famoso larguirucho de Seven Up, pero ojo con estos muchachos que engañan y son capaces de comerse a cualquiera.
También la forma de jugar es muy parecida a la del Brandon Ingram de los primeros años en los Lakers, incluso cuando ejerció de gregario de lujo de LeBron James, un papel razonable para un joven, pero insuficiente para la estrella que escondía en su interior y ahora luce en los Pelicans.
Si el rio sigue su cauce, veremos a Peyton Watson dentro de muy poco triunfar con UCLA y convertirse en el siguiente gran jugador salido de esta histórica universidad. Y a partir de ahí, su techo está por descubrirse, pero no andará muy lejos de alguno de los pabellones de la NBA.
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(Fotografía de Christian Petersen/Getty Images)