Los dos primeros episodios de The Last Dance

(Esta serie de textos fueron publicados en abierto durante la emisión de The Last Dance en extranbamaniacs.com y los recuperamos ahora para que los pueda leer más gente).

He visto los dos primeros episodios de The Last Dance tres veces cada uno. En muchas partes paro, rebobino diez, veinte o treinta segundos y veo otra vez la escena. Y vuelvo a hacer eso mismo. Hay tal cantidad de detalles fascinantes que no quiero que se me pase por alto ninguno.

Lo que no suelo hacer es repetir las secciones en las que Jordan se comporta como un abusón ante Jerry Krause humillándole y haciéndole de menos. Me desagrada. ¿Son tus pastillas para adelgazar? Ahora te bajamos las canastas para que juegues, tranquilo. Charles Oakley le puso de mote “migas” y Jordan se lo continuó llamando hasta la saciedad. Krause, gordo. Krause, enano.

Krause hizo cosas mejorables, sí. No debería haber terminado tan mal con las tres figuras de mayor importancia del equipo. (Otro debate es si Reinsdorf no debería haberse cargado a Krause por ello o es que el propietario usó y sigue usando a Krause de parapeto). ¿Pero era solo culpa de él? Jordan, Pippen y Jackson no le soportaban como hemos podido ver tras los dos primeros episodios y no estaban interesados en reconciliación de ningún tipo.

Sin contar las faltas de respeto vox populi, los tres le atacaron públicamente a través de los medios. Jordan llegó a pedir en abril de 1998 que Jackson fuese el general manager o que Reinsdorf vendiese la franquicia diciendo que ahora los Bulls valían 200 millones y él la había comprado por 13 millones a principios de los 80 (en 2020 los Bulls están valorados en unos 3.200 millones de dólares).

Si aceptamos que Jordan tuviese que ser así de duro con compañeros, rivales y consigo para tener éxito, creo que debemos admitir también las estrategias empleadas por Krause por muy calculadoras y frías que parezcan. Seleccionó en el draft a Pippen, Horace Grant, B.J. Armstrong, Caffey. Apostó por Kukoc —básico en el segundo three-peat— contra el criterio de Jordan y Pippen. Firmó a Kerr, Harper, Parish, Randy Brown, Bison Dele. Se hizo mediante traspaso con Rodman, Longley, Burrell, Cartwright.

No sabemos si realmente Krause tenía el problema del “Little man”. Puede que realmente no pudiera contener esa vocecita interior que le pedía más protagonismo. La cuestión aquí es que él no ha podido dar su punto de vista para este documental, uno en el que se ha convertido en el villano perfecto por cumplir todos los requisitos y no poder explicarse ya que murió en 2017.

Por diversión y entretenimiento, ya que es domingo, hagamos de abogado del diablo. 

Phil

Comencemos con Phil, a quien le preguntan en París por las dificultades que pueda tener el equipo ese año:

“Lo único malo es lo que hay en el ambiente por sus palabras (Krause), tras haber dicho que entrenadores y jugadores no ganan campeonatos, que son las organizaciones quienes ganan campeonatos. Ha sido capaz de decir eso. Michael dice que no va a volver a los Bulls después de esta temporada salvo que yo sea el entrenador, pero yo firmé un contrato por un año y los Bulls definitivamente tienen planes de contratar a otro entrenador para el siguiente año. Probablemente Tim Floyd, de Iowa State”.

Lo que de momento no ha salido en el documental es que Jackson estaba deseando tener un periodo sabático y pasar por el quirófano para tratar sus problemas de cadera. Lo que sí ha salido es que Jackson reconoce que su relación con Krause era un “circo sin posibilidad de reconciliación”.

Turno de MJ

Jordan ya estaba a malas con Krause desde 1986 porque la directiva no le dejaba jugar tras su grave lesión. Lo vimos en el documental. Se enfoca el tema desde dos perspectivas: el temor a que una recaída arruine su carrera, una; que lo que importe sea perder partidos para mejorar en el draft, otra. Reinsdorf solo habla de la primera. Jordan se centra en la segunda. En cualquier caso lo que ocurrió fue una locura. Sí, nos queda el partido eterno de los 63 puntos en el Boston Garden, pero en la NBA del siglo XXI Jordan no hubiese tocado un balón de forma oficial hasta noviembre de 1986 en lugar de hacerlo desde el 15 de marzo de ese mismo año.

Por cierto, no jugó varios partidos de 7 minutos por cuarto como se dice en el documental. Según los datos de basketball reference Jordan fue aumentando su carga de minutos de forma bastante razonable: 13, 14, 15, 16, 16, 19, 22, 23, 26, 28 (el de Indiana), 31, 31, 33, 37 y 29. Si yo hubiese sido Reinsdorf probablemente hubiese sido diferente: 0, 0, 0, 0, 0, 0, 0, 0, 0, 0, 0, 0, 0, 0 y 0.

Pippen

Le toca a Pippen, el gran protagonista del episodio II. Pippen está tan molesto con la gerencia de los Bulls por llevar años con un sueldo tan inferior a su rendimiento que no es capaz de controlar su rabia. Eso hace que falte al respeto a Krause, deje tirados a sus compañeros durante dos meses y medio por aplazar una intervención quirúrgica y pida el traspaso, otra vez, en plena temporada. A todas luces no es un comportamiento del que uno pueda estar orgulloso.

Vayamos con los hechos, los contratos. Esos papeles que firman dos o más personas en posesión de sus facultades para comprometerse a algo y que tiempo después invalide cualquier arrepentimiento.

Tras ser elegido en el draft de 1987, Pippen firma un acuerdo de seis años con los Bulls. En 1991, siendo ya un gran jugador, pero todavía no All-Star, renegocia para conseguir una extensión de contrato de acuerdo a las normas establecidas en la época. La directiva de Chicago no tenía por qué hacerlo —el contrato no expiraba hasta dos años después, en 1993—, pero accede porque es lo habitual, no quiere estar con el jugador a malas y así se aseguraba atar a largo plazo a uno de sus mejores jugadores. Y algo más. El contrato se firma durante las Finales de 1991 para aprovechar los 1,6 millones de dólares de límite salarial que le quedaban por cubrir al equipo, por lo que realmente los Bulls gastaron 16,4 millones de dólares en Pippen durante siete temporadas.

El caso es que Pippen firmó el acuerdo pese a que sus agentes le recomendaron que no lo hiciera y Reinsdorf le advirtió de que se arrepentiría al cabo de unos años. Siete años (y unos días de junio del 91) y 18 millones de dólares que si en 1997 eran la mofa de la NBA, en 1991 se veían mucho mejor. Gracias a ese contrato Pippen consiguió, ojo, cuadriplicar su salario de una temporada para otra y asegurarse el futuro durante siete años aunque sufriese una grave lesión. Nadie le puso una pistola en el pecho para firmarlo, él fue quien peleó por ese contrato que quedó tan desfasado por la explosión de popularidad que tuvo la NBA en aquellos años. Popularidad a la que, ironía, contribuyeron los Bulls de Jordan y Pippen más que ningún otro equipo. Lo recuerdo bien aquello poniendo el ejemplo de España. En 1990 eran cuatro gatos los que aquí veían NBA. En 1996 Canal+ peleó por los derechos de televisión, prácticamente cada mes nacía una revista nueva dedicada a la NBA y el merchandising Champion que llegaba a los Cortesingleses y Foot Lockers de turno, volaba.

¿Podrían haber tenido los Bulls un detalle en 1994, 1995, 1996 o 1997 y haberle aumentado el sueldo tras convertirse en uno de los mejores jugadores de la NBA? Obviando su espantada en los últimos segundos de un partido decisivo de playoffs de 1994, su petición de traspaso de 1995 y su nueva petición de traspaso en 1997, sí, pero Reinsdorf ya avisó a Pippen que eso no iba a ocurrir. Que él no renegociaba contratos con nadie. O al menos eso aseguran Reinsdorf y Jordan en el documental. Pese a ello, Pippen estampó su rúbrica y estuvo entre los 20 jugadores mejor pagados en la NBA en la campaña 1991-92 cobrando 2,8 millones. En la siguiente percibió 3,4. Entre junio de 1991 y junio de 1994, Pippen ingresó en su banco cheques por valor de 9 millones —había más dinero al principio del contrato para que el jugador se beneficiase y los Bulls tuviesen margen de obra en los años finales del acuerdo, algo que también ayudó a que el índice de irritabilidad de Pippen creciese cada doce meses— y en esa primera época no hubo muchas quejas por su parte respecto a su salario.

En cualquier caso el drama por las finanzas de Pippen no da para documental, da para libro. En 1999, liquidada la dinastía de los Bulls, firmó un contrato de cinco años y 67 millones de dólares con los Rockets. (Aguantó menos de un año como compañero de Barkley y las cuatro siguientes temporadas las disputó con Portland). En 2003, ya sin rodillas, Jerry Krause había salido de los Bulls y su antiguo compañero John Paxson le ofreció un acuerdo de dos años y 10 millones. Fue básicamente para regalarle dinero porque disputó 23 de los 164 partidos posibles. Así que terminó ganando más que lo que ganó Michael Jordan como jugador. Sí. Por si alguien no lo tiene claro, repito: Pippen ganó más dinero que Jordan mediante contratos NBA, unos 17 millones más. Jordan también firmó contratos largos que quedaron desfasados. Y aunque la exmujer de Pip dijo hace pocos días que no debemos preocuparnos por los salarios de su antigua pareja ya que ganó de sobra, Pippen buscó el retorno a la NBA y acabó jugando un par de bolos en 2008 en Finlandia para conseguir algo más de dinero porque había cometido unas cuantas inversiones ruinosas.

(Nota para terminar: Jordan cobró el último año con los Bulls 33,4 millones de dólares, más que 19 de los 29 equipos de la NBA juntos. El salario de Pippen no era ni una décima parte de aquello, 2,75 millones. Afortunadamente para todos Pippen no sentía envidia hacia Michael ni en la pista ni en el banco, su relación no cambió por ello).

Tres cosas más

Jordan camarero. El director del documental, Jason Hehir, ha contado esta semana una de esas miles de anécdotas que ha tenido que dejar fuera del proyecto por no caber. Cuando Jordan iba al instituto, su entrenador falseó algunas de sus estadísticas para que pudiese acudir a campus veraniegos de primer nivel con la idea de que así pudiera ser descubierto por ojeadores universitarios que no iban a ir a buscarle a un lugar remoto como Wilmington.

Pues bien, Jordan fue admitido a uno de esos campus y sus padres le pagaron una semana de asistencia para que pudiera seguir aprendiendo junto a Patrick Ewing, Len Bias y otros. Pero a la semana debía marcharse y los entrenadores que allí tenía deseaban mantenerle más tiempo. Había sido el MVP los primeros siete días. ¿La solución? La organización del campus cubriría sus gastos una semana más a cambio de que Jordan fuese camarero de cocina para atender al resto de adolescentes que estaban en el campus. Y así pasó las siguientes jornadas. Sirviendo comida a sus compañeros, los mismos a los que destrozaba en la pista un rato después. También fue MVP de la segunda semana.

Audiencias. Pese que la NFL arrasa en Estados Unidos esta semana con 15,6 millones de personas viendo su draft virtual, The Last Dance se ha convertido en el producto original con más audiencia en ESPN desde 2004 con 6,1 millones. Y lo más visto en ESPN desde enero. Para mi sorpresa lo he llegado a ver en el puesto número 2 de Netflix España.

Rodman para despedirnos. Aunque el documental arranca con los últimos segundos de las Finales de 1997, sirva este espacio para recordar que unos días antes de aquello Rodman había terminado de agotar la paciencia a muchos. Tras finalizar el cuarto partido ante Utah y quedarse la serie 2-2, Rodman alquiló un avión privado junto a unos amigos y se marchó a Las Vegas. En teoría lo hizo con permiso de los Bulls. Allí estuvo toda la noche de fiesta para volver a la mañana siguiente. Cuando le preguntaron por su viaje exprés, se abrió la caja de pandora:

“He hecho esto para sacarme de la garganta el mal sabor de boca que tengo cada vez que pronuncio Salt Lake (lago salado, por Salt Lake City). Aquí no se puede hacer nada con los jodidos mormones. Para mí son unas personas tan atractivas como los músculos esfínteres que tenemos para hacer nuestras necesidades y citadme textualmente”.

A la noche siguiente, se subió a otro avión con destino Las Vegas. Las palabras de Rodman y sus viajes a los casinos hicieron que la prensa de Chicago pidiese su salida inmediata del equipo. No bastaba con la sanción de 50.000 dólares que le había puesto la franquicia, querían que los Bulls no contasen con él en el resto de las Finales. Sam Smith, un reputado periodista que sale en el documental, dijo que los días de Rodman como Bull terminaban en esas Finales. 

Lo cierto es que Rodman disputó 22 minutos en el quinto encuentro (2 puntos, 7 rebotes), casi 33 en el sexto (1 punto, 11 rebotes, 3 asistencias, 1 robo) y meses después renovó a la baja una semana antes de comenzar la temporada. Las aguas terminaron revueltas, pero el equipo seguía queriendo contar con él por muchas barbaridades que hiciese y dijese y muy loca que se volviese la prensa de Chicago.


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(Fotografía de Jonathan Daniel / Getty)


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