Ni blanco ni negro, gris

La NBA lo ha hecho mal. La NBA lo ha hecho bien. La NBA lo ha hecho regular.

Es complicado encontrar comunidades, organizaciones, empresas o gobiernos que hayan actuado de una forma impecable en la crisis por el COVID-19. La tónica general a la hora de examinar el historial reciente incluye encontrar aciertos, errores, actuaciones tardías, decisiones arriesgadas, falta de coherencia y trato diferente a unos y otros. La NBA no escapa a ese balance que mezcla pifias y tinos.

Desde finales de febrero y principios de marzo ya llegaban numerosos avisos en el mundo occidental advirtiendo que era un error que se juntasen grupos de personas que superasen el de varias decenas o un centenar. Ante un virus tan contagioso como el COVID-19, la ciencia advertía y recomendaba algo más que lavarse las manos. Mientras tanto la ola iba formándose. Primero en Irán e Italia, luego en Europa occidental y con muy pocos días de distancia, también en Estados Unidos.

La NBA repetía que estaba en contacto constante con expertos en la materia para ir definiendo sus siguientes pasos, pero los partidos continuaban disputándose y gruposde 15.000 o 20.000 personas se juntaban en pabellones mientras en algunos de ellos se leían avisos como el siguiente: 

“Asistir a este partido puede incrementar tu riesgo de infectarte de coronavirus”.

Ascensores, barandillas, aseos y bares de dentro de los pabellones son lugares donde se podían contagiar, en apenas dos horas, miles de aficionados. Choques de manos, defensas al poste, corrillos de tiempos muertos y tiempo en los vestuarios son situaciones en las que plantillas enteras —jugadores, entrenadores, resto del staff, periodistas— podían contraer el coronavirus a un ritmo vertiginoso.

¿Dónde estaba la cabeza para pensar en esos momentos? ¿Se priorizó el seguir con el ritmo para no perder ingresos ni tirar al traste la competición o es que simplemente no se veía lo que había delante?

Pero hubo suerte y la NBA la aprovechó para enmendar su error. Rudy Gobert empezó a encontrarse mal y el resto es historia. La NBA fue una de las primeras competiciones deportivas profesionales del mundo en suspender de manera indefinida su desarrollo. Nada de partidos a puerta cerrada o aplazamiento de las dos próximas semanas (que ilusos éramos, por favor). Suspensión indefinida.

La NBA se encontró con una bomba en un vestuario y la desactivó lo mejor que pudo, acertando de pleno: todo el mundo a su casa y mientras vamos a hacer pruebas de COVID-19 a todos los equipos que han tenido contacto en los últimos días con Utah Jazz.

Y esta decisión, la de hacer tests a mansalva, es lo que ha valido para poner a la NBA en el foco mediático, en numerosos casos de forma injusta. “Dejen de hacer pruebas a jugadores de la NBA y empiecen a hacérselas al personal de primeros auxilios”. Eso dijo ayer, de forma privada, un jefe de policía de la zona de San Francisco a personal de la administración de Donald Trump.

Policías y personal sanitario de todo el mundo, no solo de Estados Unidos, están expuestos a lidiar en primera línea de batalla sin que puedan ser sometidos a pruebas con la celeridad necesaria para determinar si pueden convertirse en súper contaminadores en caso de continuar trabajando con el COVID-19 dentro de sus cuerpos. 

¿Por qué los jugadores de la NBA han podido someterse a las pruebas de forma inmediata mientras el resto de la población no puede acceder a esas pruebas? No lo sé, no conozco cómo funcionan los sistemas de salud de los diferentes estados, autonomías o países, pero el inicio de los análisis en la NBA arrancó por órdenes oficiales. Adam Silver explicó hace unos días en ESPN que los 58 miembros del contingente de Utah Jazz hubieron de someterse a los tests obligados por el departamento de salud pública presente en Oklahoma City antes siquiera de poder abandonar el pabellón de los Thunder. Una vez llegados a ese punto, la NBA hizo bien en realizar pruebas a centenares de individuos de casi una decena de equipos. 

Y si no hay suficientes para todos —tengo un familiar que trabaja en un hospital que está de baja con neumonía esperando a la prueba desde hace tres días—, no es culpa de la NBA, es culpa de la falta de previsión que ha reinado en Europa y América pese a ver lo que ocurría en Asia cuando se inició este nefasto 2020.

(Fotografía de Brian McGowan en Unsplash).


Tres cosas más antes de despedirme:

  1. Ya tenéis publicado el segundo texto acerca de los general managers que más han influido en la historia de la NBA. Hoy Jacobo nos trae un magnífico recuerdo de Jack McCloskey, el arquitecto de los Bad Boys. Tenéis que leerlo.
  2. ¿Cuál es vuestro truco para mantener la cordura en estas semanas de confinamiento? El mío es no poner la televisión.
  3. Gracias a los nuevos suscriptores que se han unido a Extra nbamaniacs en los últimos días. Os comenté la semana pasada que nuestro proyecto corre peligro en este periodo de incertidumbre, por lo que se agradece mucho el apoyo que algunos nos estáis dando en estos tiempos tan difíciles. Si aún no estás suscrito, anímate.

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