¿Por qué se llevan tan mal Joel Embiid y Karl-Anthony Towns?

Menudo revolcón, que podría haber llegado a mayores si no hubiera sido por la presta intervención de ambas rotaciones, de Joel Embiid y Karl-Anthony Towns este miércoles. Aunque es una acción de lo más condenable y un pésimo ejemplo para la legión de fans que ambos jugadores arrastran, el berrinche tiene una explicación (que no justificación). Unos antecedentes, vamos; porque uno no se lía a mamporros delante de miles de personas sin episodios previos de tensión. El caso es que ambos pívots (sobre todo el camerunés) se han preocupado de mimar muy mucho una enemistad que hizo cumbre en el cortocircuito tras el que ambos fueron expulsados.

¿De dónde viene semejante animadversión? ¿Por qué se llevan tan mal Towns y Embiid? La respuesta se encuentra en las precuelas entre ambos, teniendo gran parte de responsabilidad el juego sucio que el de Philadelphia despliega fuera de las canchas cada tanto. Twitter (su gran arma) es el particular Vietnam de todo aquel que no le caiga en gracia.

Y no es que la rivalidad entre ambos llegase vía draft, que compartiesen camada o que hubiese luchado por ser Novato del Año al mismo tiempo. No, esencialmente esta historia de nula amistad escaló debido al carácter provocador de uno de nuestros protagonistas. Sí, ya sabéis todos de quién estamos hablando.

Enero de 2017

En enero del año 2017 se vivió el episodio piloto de toda esta guerra de centímetros y jóvenes que parecen montañas. Los 76ers se llevaron un duelo especialmente competido, físico (duro) en la prórroga (93-91). Diferencia mínima en el marcador que pudo haber sido diferente si a Towns no le hubieran sancionado una técnica con la que Embiid anotó un tiro libre… Y algo más.

Tan de acuerdo estuvo con la infracción señalada a su opositor, y tantas ganas de ‘jugar’ un poco con la cabeza de su rival tenía Joel, que vitoreó a gusto la infracción de Towns. Puro comportamiento de Joel Embiid en pista, si no, no sería él. Y no hubiera estado del todo mal su ritual si hubiera quedado ahí, en la pista, pero no fue así.

Diciembre de 2017

Había nacido una enemistad, algo de mala sangre incluso, la misma que Embiid se encargó de rescatar unos meses más tarde, en diciembre del 2017, cuando la batalla psicológica en la pista pasó también a Twitter.

Después de un encuentro que volvieron a llevarse los Sixers, Joel Embiid se encargó de recordar al mundo que había ganado y que su actuación (28 puntos) había estado por encima de la de Towns. Ahí fue verdaderamente donde comenzó el recurrente amago de acoso cibernético de uno a otro jugador. Y ahí fue donde no hubo vuelta atrás.

Embiid destapó su lado más invasor con el jugador de Minnesota (cosa que también ha ejercido con otros como Andre Drummond).

«Euro stepping en nuestro camino para ganar a Minnesota y acabamos aleccionando al gato (cat) anoche», posteaba Embiid en Instagram, jugando con la abreviación por la que es conocido su rival de los Timberwolves, KAT (Karl-Anthony Towns).

https://www.instagram.com/p/Bcqi9bdl0-z/?utm_source=ig_embed

Un misil en toda regla (directo al honor de KAT) fuera del parqué ante el que Towns no se amilanó. «El instante es tan basura como la calidad de la imagen», respondió el de Minny, a lo que Embiid (no le gusta ceder la última palabra) contraatacó: «Mejor calidad que la de tu defensa».

Y con Butler

Punto, set y partido para el de los 76ers. Y, como resultado de esas palabras posteriores al encuentro, la animadversión entre ambos se multiplicó por varios dígitos.

Y a eso hubo que añadir que Embiid compartió vestuario el año pasado con Jimmy Butler, enemigo confeso de Towns dentro del polvorín en el que se convirtieron los Timberwolves hasta que el escolta salió de allí, ahora hace un año.

Récord de 6-1

Después de tal momento se declaró la guerra entre ambos jugadores. De ahí viene toda su mala sintonía y el baile que ambos protagonizaron antes de ser expulsados el miércoles. Qué duda cabe que Embiid puso en práctica todo su juego psicológico y eso derivó en la situación al límite de los mamporros.

«Me gusta meterme en la cabeza de la gente. Me gusta ocuparla de verdad», podía resumir Embiid al término del primer Minnesota-Philadelphia de este curso. De veras que lo hace y hasta en algunos casos, como la guerra posterior que siguió al enfrentamiento, excede los mandos que le corresponden.

Como Sergio Andrés pudo escribir en su ‘NBA en columna’ por la mañana (No es baloncesto), el límite del acoso es una frontera demasiado delicada para que un jugador con tal comunidad de fieles lo aplique cada muy poco tiempo. Machacar a tus rivales para intentar sacarles de quicio (con insultos subidos de tono, hasta acordándote de su familia) supone un extra indeseado en esta liga. De hecho, no sería extraño que la competición tomara cartas en asuntos de este tipo muy pronto.

Claro que —pensará Embiid— con toda la parafernalia que ha montado en los dos últimos años con Towns, el saldo de partido entre ambos le es favorable por un aplastante 6-1. De veras que logra meterse en la cabeza de sus rivales hasta que explotan, como fue el caso con el pívot de Minnesota.

(Fotografía de portada: Mitchell Leff/Getty Images)


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