Sam Presti, el arquitecto detrás del éxito de Oklahoma este verano

La historia está llena de éxitos y fracasos. Ante todo gran hito que se haya guardado con esmero y cuidado en los libros, siempre ha habido previamente un traspié, normalmente de bulto. Para llegar a lo más alto, a lo que merece quedar en la memoria de la gente, primero hay que tropezar. Es la ley del ensayo y error. Inevitable y necesaria.

Hace apenas unas horas, conocíamos que Russell Westbrook había aceptado firmar una extensión de su contrato por cinco años y 205 millones de dólares, elevándolo a la categoría de eso que ahora nos hemos empeñado en llamar “super-contratos”.

Se trata de una noticia significativa. Detrás de ella no hay decisiones livianas ni tomadas bajo la potente lógica de pensar: ‘Hay que renovar a Westbrook porque es el MVP de la liga’. No. Esto va mucho más allá de eso. Esto va de ingeniería. Va de trazar una serie de líneas basadas en la estrategia. Como si tuviéramos delante una partida de ajedrez y tuviéramos que pensar no solamente en nuestro siguiente movimiento, sino en los que van a venir después para poder lograr el ansiado jaque mate. Eso es exactamente lo que hace Sam Presti con la renovación de su buque insignia.

El ejecutivo ha vuelto a dar una lección de cómo gestionar una organización de la NBA. Efectivamente, quedan aún muchos pasos por dar y ver qué sucede finalmente con Paul George y Carmelo Anthony en la próxima agencia libre. Pero el ejercicio de gallardía financiera que ha hecho Presti está fuera de todo parangón.

Pero para llegar hasta este momento, ha tenido que vivir muchos golpes. Es más, le duele la cara de recibir tanto crochet y uppercut de manera frecuente. Recordemos cuando se le escapó James Harden por no querer pagar impuesto de lujo. Nadie respaldó a Presti y se vio en aquella situación el principio de un descenso en el rendimiento del equipo, el cual se culminaría con la marcha de Kevin Durant, esta vez por cuenta propia en lugar de la colectiva.

Presti ha sabido recomponerse. Tanto a sí mismo como a los Thunder. Sus decisiones muchas veces han sido vistas como demasiado futuristas. Como si el éxito a corto plazo no existiera. Pero la realidad muestra que Presti siempre aplicó la lógica. Siempre supo (o al menos estuvo cerca de saberlo) qué ocurriría en el siguiente movimiento. Por supuesto que ha podido errar, pero ahora mismo lo que tiene atisbos de quedar en la memoria de los aficionados no es otra cosa que la tremenda habilidad que este ejecutivo ha demostrado en los despachos para llevar de nuevo a Oklahoma City a las cotas más altas de la NBA. Y quién sabe si igual en unos meses logra también trascender esa marca y subirse a lo más alto del pódium.

El rey de la anticipación

Tras perder a Durant, todo parecía conducir a la debacle. Cómo iban a llegar los Thunder a los playoffs con un plantel tan desangelado y desprovisto de uno de los mejores jugadores de la competición. Solo quedaba Westbrook. Con ese contexto en la mirada, el equipo respondió a las mil maravillas y se plantó en la postemporada con 47 triunfos en la mochila y el galardón de MVP para su jugador franquicia.

Si estos resultados eran lo máximo que estaban dispuestos a bajar a los infiernos, la cosa pintaba bien. Y ahí apareció la magia de Presti para ponerle el flotador al equipo y devolverle a la superficie. Todo parecía preparado para que Paul George, uno de los caramelos del mercado, pusiera rumbo a sus icónicos Lakers o a los Celtics. No cabía más opción. Presti decidió que era el momento de entrar en la cacharrería cual elefante cabreado y ofertar duro. Victor Oladipo y Domantas Sabonis salieron de OKC y George se enfundó la camiseta azul.

La siguiente jugada fue más postrera; ergo, estudiada y premeditada como pocas. Carmelo Anthony tenía que salir de New York. La cosa era cómo y por cuánto. Cleveland y Houston estaban rozando con los dedos el acuerdo. Solo faltaba solucionar qué jugador querían fuera de la ecuación los Knicks. Ante esa falta de decisión final, entró Presti a rematar de cabeza en el descuento y llevarse a Carmelo. Sabe cómo aprovechar los apalancamientos de las negociaciones y usar esa situación en su favor. Más sonrisas para los aficionados a los Thunder.

Westbrook no lo tenía claro

Hace ya tiempo que Westbrook evidenció que no tenía prisa. No iba a firmar su renovación si no sentía que el proyecto de los Thunder podía ser ganador. Y menos aún cuando vio que llegaron George y Carmelo. Necesitaba sentir que al menos uno de los dos nuevos mostraba el compromiso de continuar en la franquicia después de la próxima ventana del mercado.

Sabiendo los antecedentes de Presti – como anécdota que muchos saben pero que no ha perdurado demasiado en el tiempo, él fue quién echó el resto por seleccionar a Tony Parker en el draft de 2001 cuando trabajaba en la dirección de los Spurs –, es imposible no pensar que el argumento con el que le haya ido a Westbrook para lograr su nombre en el papel de la extensión sea que ya pueda tener apalabrado a George, Carmelo o ambos incluso. Si no, ¿por qué iba a haber aceptado Westbrook a sabiendas de que cualquier equipo hubiera tirado la casa por la ventana para ficharle el 1 de julio de 2018? Reflexión.

Un trabajo no finalizado

Presti tiene echado el nudo; ahora le falta terminar de apretarlo con doble lazada. Él sabe que hay un factor que no puede controlar: los resultados. Si todo no va como se espera, es difícil pensar que sus nuevas estrellas quieran continuar a bordo. Sería una debacle, honestamente. La presión es grande ahora sobre los Thunder. Han de responder como un equipo grande, y conducir rápido y potente por una carretera plagada de fuertes rivales. El Oeste es así.

Lo bueno para Oklahoma es que han evitado entrar en el caos que hubiera supuesto comenzar la temporada sin saber si Westbrook seguiría en el equipo. Y han evitado quedarse con las manos vacías si George y/o Carmelo no continúan. Volver a reconstruir sobre Westbrook sería la peor de las opciones, y ya hemos visto este año que no es un escenario sobre el que echarse las manos a la cabeza.

También sobre lo que hay dudas es sobre salarios. Firmado Westbrook, si retienen a George y Carmelo estaríamos hablando de muchos millones de por medio. Tantos como sumar 120 entre los tres susodichos más Steven Adams. Habría que ver cómo maneja Presti las bolas del ábaco para que todo cuadre. No olvidemos que Oklahoma City es un mercado pequeño y eso supone un menor número de ingresos (televisivos entre otras cosas) que quiten lastre a la carga salarial que arrastrarán en un año.

El rostro de un perfil bajo

Los que han trabajado de cerca con Presti siempre han señalado que es un tipo sencillo. Dedicado a su trabajo, pero no de los que pierden la cabeza. No es de los que se suben al caballo de las redes sociales para soltar improperios, revelar anécdotas o caer en trampas. Y mucho menos para criticar a sus jugadores. Es más, se cuentan con los dedos de las manos las veces que ha dado entrevistas para hablar de los entresijos de la organización o justificar las decisiones que toman. Él apechuga con lo hecho y punto, sin dramas.

Tras caer en los pasados playoffs, Presti ha hecho todo lo posible por volver a ganar. No solo pensemos en George y Carmelo. También se ha traído al codiciado y versátil Patrick Patterson, quien aporta solidez en defensa y ha salido por 16,4 millones en tres años. Irrisorio viendo cómo anda el mercado últimamente. Además no ha tenido que renunciar a una futura primera ronda, y ha visto cómo permanecían en el equipo jugadores jóvenes importantes en el núcleo como el mismo Adams o Álex Abrines.

En un verano que se ha caracterizado por los grandes traspasos y contratos, y por sonados cambios de franquicia, es evidente que Presti ha sido el ganador – aunque entra perfectamente a debate cómo ha ejecutado también Danny Ainge –. Ha estado en casi todos los grandes bailes, ha ligado y encima se ha llevado más números por si la cosa no se diera bien con los primeros engatusados. Los despachos de Oklahoma viven tiempos felices. Solo queda que esa prosperidad se traslade a la cancha. No podría haber mejor guinda para el pastel que ha estado horneando Presti durante todos estos años.


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