Sean Kilpatrick: volver a empezar… ¿en los Bulls?

Quinto jugador en la historia en jugar en una misma temporada para cuatro equipos diferentes. Ese podía ser el resumen de la 2017-18 para Sean Kilpatrick, que empezó en los Nets lo que se suponía un interesante curso, como continuación de su 2016-17, la campaña de la explosión como profesional. Sin embargo, en diciembre de 2017 todo se torció para él y fue despedido por Brooklyn. El de New York era el anotador que había firmado con los mismos Nets 13,1 puntos en la citada 2016-17, el exterior que había sido protagonista de un debut curioso en la NBA, en marzo 2015, con los Wolves, y por el simple hecho de que Minnesota necesitaba con urgencia alguien para cubrir el cupo de inscritos. No había tiempo y Kilpatrick, que ya había trabajado con los Timberwolves, andaba cerca.

Dos años y medio después de aquello, tras pasar por Minneapolis y Denver, donde llegó en enero de 2016 directamente del Showcase de la G League, no había hueco para él en los Nets bajo los que se ganó cada segundo en la pista, con los que peleó cada dólar garantizado y no garantizado. El traspaso de Trevor Booker a los 76ers a cambio de Jahlil Okafor y Nik Stauskas obligaba a los rectores de Brooklyn a cortar a alguien. Y ese alguien fue el de Yonkers, que paladeaba el sabor a hierro, a metal, la boca seca de una mala noticia, el portazo en la cara. Se lo habían dado en el Draft de 2014, al no elegirlo, se lo habían dado en otros planteles como los Warriors, en alguna pretemporada. Pero esto, tras rendir bien, era muy inesperado.

“Totalmente”, aseguró sobre su despido Kilpatrick a K.C. Johnson, del Chicago Tribune, hace un mes, cuando llegaba a la Ciudad del Viento. “Creo que para los entrenadores también fue una sorpresa. Algunos de mis compañeros más cercanos lloraron cuando saltó la noticia. Pero en la NBA hay que avanzar”.

Obligado a reinventarse, ahora que gusta tanto esa palabra, el hombre que este mismo verano aseguró que en el pasado comía fatal y que los cambios alimenticios habían sido una de las claves para ser más ágil en la pista, para funcionar mejor y no cansarse, llegó a los Bucks justo ante de las Navidades con un contrato dual que poco le duró. Ni tuvo que bajar a la G League ni tuvo que poner en exceso el contador de días máximos permitidos por este tipo de relación laboral para estar en una franquicia de la NBA. No hizo falta porque los Bucks le dieron en enero un contrato garantizado hasta el final de curso. Y por el mínimo. Pasara lo que pasara, ese dinero era suyo. Y lo que pasó es que fue cortado en marzo, con casi 800.000 dólares en el bolsillo, pero cortado igualmente. Más despidos, más dolor. Su estancia en Milwaukee se resumió en dos meses, 23 partidos y 4,0 puntos de media.

El suelo salarial de Chicago

Shabazz Muhammad había sido el culpable de su salida de Wisconsin, en el sentido de que el para dejar hueco al jugador procedente de Minnesota de nuevo hubo que despedir a Kilpatrick. Y sin embargo, como ese trabajador errante que no tarda en encontrar empleo porque algo tiene si siempre le llaman, los Clippers descolgaron el teléfono. El resultado, dos contratos consecutivos de diez días, la única fórmula laboral que no había tocado ese curso. Unos acuerdos temporales que le otorgaron la posibilidad de celebrar 4 partidos y promediar 4,8 tantos.

Acabados sus días en los Clippers, que o le dejaban ir o le extendían un contrato garantizado, Kilpatrick buscó la estabilidad, llámenlo así a ganar 2 millones de dólares por unas semanas de trabajo.

Él, que había dado miles de vueltas en los últimos meses, que seguramente hubiese sufrido la injusticia de ciertas decisiones en las oficinas, pero ya saben que en el deporte lo de merecer y la justicia no son palabras excesivamente apropiadas, se encontró, de repente, con toda la fortuna que antes le había sido relativamente esquiva. Los Bulls, a finales de marzo, andaban contratando y regalando algunos miles de dólares a jugadores de su vinculado de la G League, los Windy City Bulls. Y decimos regalando porque esos fichajes iban acompañados de un despido posterior a las pocas horas o días. Y es que a Chicago le sobraba el dinero, ya que tenía que cubrir el suelo salarial para la temporada, gastar el 90 por ciento del tope salarial marcado para la 2017-18. Y había que hacer cuentas.

Uno de esos jugadores fue C.J. Fair, fichado el 25 de marzo y cortado el 26. Por supuesto sin debutar. Su sustituto, Sean Kilpatrick, quien por una vez entraba por otro en vez de salir. El ex de la Universidad de Cincinnati miró por él, por su presente a corto plazo y aprovechó las necesidades salariales de los Bulls para llegar a Chicago a cambio de 6,2 millones de dólares para lo que restaba de temporada y dos más. Eso sí, como todo en su vida, siempre hay un asterisco. En este caso concreto el hecho de que los acuerdos de la 2018-19 y de la 2019-20 no estaban garantizados y eran los Bulls los que decidirían.

No a los Celtics

No obstante, sí lo estaban las semanas que quedaban de la 2017-18, a cambio de esos valiosos dos millones, un premio gordo, la lotería en forma de llamada por parte de los Bulls. Todos ganaban, pues la franquicia cubría sus nóminas y Kilpatrick se aseguraba acabar la temporada. El presente era eso y quizá el futuro marcase otra cosa, pero siempre podría tener mejor pinta que ofertas como la de los Celtics, suntuosas en el nombre del que la ofrece, Boston, una de las mejores franquicias de siempre, pero limitadas en cuanto a recorrido. Solo le daban 10 días y luego ya se vería.

Kilpatrick prefirió Chicago, 9 partidos, 15,4 puntos de media y casi un 40 por ciento de acierto en triples. Su continuidad dependerá en parte de los movimientos que hagan los Bulls, dónde miren en el Draft, esas cosas. Nada hay garantizado para él. Pero nada es nuevo en ello.

“Estoy feliz de ser un Bull y feliz de poder seguir jugando al juego que amo. Mientras que estuve aquí, siempre hice mi trabajo”.


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