Trae Young, persona y jugador

La gente puede pensar que tengo la necesidad de sentirme como la primera opción. No soy de esa forma. Nunca lo he sido. Simplemente soy un tipo que está intentando involucrar a todo el mundo y ganar el partido. Sé que cuando ganamos, todo el mundo está satisfecho.

Trae Young, jugador de los Atlanta Hawks

Las jornadas de puertas abiertas a la prensa que realizan los equipos que se quedan fuera de los playoffs son interesantes. A lo largo del año, lo más normal es que los protagonistas que se sientan delante de un micrófono contesten en piloto automático sin implicarse demasiado en lo que están diciendo. Esto puede cambiar con las cuestiones o el contexto pertinente, pero lo normal es recibir respuestas rutinarias a preguntas rutinarias. 

Esto cambia cuando ya no hay nada que perder… ni que ganar. Primero por la rareza de poder tener acceso directo a los gerentes de las organizaciones, las figuras más relevantes a la hora de tomarle el pulso a cualquier franquicia. Y segundo porque los jugadores y técnicos que han compartido toda la temporada con los presentes en la sala afrontan su presencia en el patíbulo de manera muy diferente. Se da en estos escenarios una interesante mezcla de empatía por parte del que escucha y vulnerabilidad trasparente por lado del que habla. 

Es el punto de la temporada en el que más verdades rotundas se pronuncian. Ya sean verdades globales o propias. La cita que encabeza el texto es de las segundas. Porque Trae Young la manifiesta de manera sincera, pero también ignora por completo el contexto en el que esas palabras salen de su boca. 

Del dicho al hecho

Es totalmente factible que Young no se vea a sí mismo como el líder déspota que algunos creen ver en él. De hecho, basta con ver su comportamiento gestual en cancha para saber que no lo es y que realmente se preocupa no solo de los jugadores, sino de los seres humanos que le rodean. Sin embargo, en la práctica es imposible desligar a Young de esa figura alrededor de la cual todo tiene que girar. 

La primera ley de Newton expone que la tendencia de un objeto en movimiento es continuar en movimiento. Lo cual llevado al contexto de una persona se traduce en la dificultad que conlleva cambiar ciertos hábitos que llevan años repitiéndose. Desde el primer día que Trae Young comenzó a formar parte de los Atlanta Hawks, se ha acostumbrado una y otra vez a que le digan que es el dueño del equipo, a que le traten como tal y, en un inicio, a que esa fuese la única manera de competir por victorias. 

Para cambiar esto, como sucede con los cuerpos en movimiento, habría que encontrar una fuerza igual o mayor que alterase dicha inercia. Por eso parecía buena idea sumar a Dejounte Murray a la ecuación. No solo por ser el jugador de mayor impacto individual con el que Young ha compartido pista en su carrera, sino por su carácter indomable. Dio igual, el equipo seguía perteneciendo a Trae y Murray comenzó a funcionar como verso suelto. Tampoco parece haber funcionado situar un contrapunto en el banquillo con Quin Snyder, quien se ha mostrado más crítico con él y al cual la franquicia le firmó unas condiciones que amenazaban con trastocar la escala de jerarquía de la organización. 

Hace menos de dos semanas, justo antes de regresar de su lesión en la mano, Trae Young invitaba a Dejounte Murray a su podcast para charlar de los Hawks, de baloncesto y de la vida en general. Como casi todo jugador de la NBA con un podcast, Trae tiene su propio compañero blanco que simplemente hace apuntes y deriva la conversación por este o aquel derrotero. En este caso el producto oficiado por Bleacher Report utiliza este elemento como un entrevistador tradicional, y la primera pregunta iba directa al meollo. “Vamos a abordar el elefante en la habitación. ¿Cómo es vuestra relación ahora mismo?”, preguntaba Winston a Trae. 

“Las conversaciones que tuvimos cuando iba a venir al equipo, los entrenamientos que tuvimos en cuanto se hizo oficial… tengo muchas memorias con él y nuestra relación va más allá del baloncesto”, comenzaba diciendo Young. Faltaba el pero. “Obviamente todas las relaciones son mejores ganando partidos […]”. 

Le tocaba a Murray. “El baloncesto es simplemente un juego en el que ganas o pierdes. Pero lo que nos ha hecho encajar es verle con su familia. Lo unido que está a sus hijos. Creo que él puede decir lo mismo de mí”, decía sobre la parte personal. De vuelta a la cancha… “Somos dos bases. Él obviamente está más establecido en la liga que yo. Tiene un gran rol y yo llegué en un rol diferente”. 

La conversación, sea cuestión del ambiente en el que se encuentran o no, se da en un tono distante. Cada uno toma la palabra y trata de respetar el turno del otro sin complicidades que usualmente nacen cuando los que están hablando son dos amigos o al menos personas con la confianza suficiente entre ellos. Lo cual no quiere decir que su relación sea más o menos fuerte fuera de la cancha. Pero la cancha existe y hace de obvio parapeto entre ambos. Cuando Murray dice que Trae “tiene un gran rol y yo llegué en un rol diferente” establece su perspectiva sin quererlo. Se ve claramente por debajo de Young en la jerarquía del equipo y su llegada apenas le ha desplazado de ese trono en año y medio. 

Esto se hace obvio desde el momento en el que, al volver de la lesión con una clara falta de ritmo, el equipo se desnaturaliza por completo (más de lo usual) porque no sabe a quién le pertenece. De nuevo, esto no implica que Young mienta cuando dice que no siente la necesidad imperiosa de ser ese tipo de alfa. Pero su forma de afrontar el juego y el entorno de la franquicia impulsan esa idea en compañeros, técnicos, aficionados y medios de comunicación. 

A mi manera

Trae tiene el talento individual para ser una primera espada, pero un líder es más que eso. Un líder debería ser capaz de sacrificarse por el bien común. Y a él o no le nace o no quiere o todavía no ha aprendido. El hecho es que ningún compañero ha sido capaz de tejer una relación recíproca en cancha con él en el que las dos partes sean beneficiadas en una medida equivalente. Siempre es el resto quien se beneficia de Young en ataque (exceptuando los pivots) mientras sufren su presencia en defensa. 

“Obviamente quiero estar aquí. Pero también quiero ganar. Quiero ganar campeonatos aquí. Ha sido así desde el principio”, decía en la misma rueda de prensa que abre el artículo. Llegamos entonces a un punto de no retorno. Aunque Young esté capacitado para ser primera espada, ni siquiera vale con ser un talento generacional para ganar un anillo siendo una primera espada ‘a su manera’. Se cuentan con los dedos de una mano los jugadores que han puesto a su equipo en situación real de aspirar al anillo absorbiendo la cantidad de juego que absorbe Trae. Hasta el punto de que la experiencia indique que su versión heliocentrista es incompatible con el objetivo al que apunta con sus palabras. 

El espacio de colisión con sus anhelos es la aparente imposibilidad de ver a otro Trae Young en Atlanta por todo lo expuesto. Los límites de la imaginación humana sólo logran figurar un cambio drástico en su juego en un contexto completamente diferente al actual. En lo deportivo esto significa ir a un lugar donde el ‘uno’ no sea él, donde el proyecto gire ya en torno a una estrella ante la cual Young se viera obligado a moldearse por un simple asunto de estatus. 

No hablo aquí de futuribles ni destinos probables. Hablo de la que parece la única vía factible a la salvación del propio Trae y a la prosperidad de Atlanta.

(Fotografía de portada de Rick Osentoski/Getty Images)


EXTRA NBAMANIACS

Nuestro trabajo en nbamaniacs es apoyado por lectores como tú. Conviértete en suscriptor para acceder a beneficios exclusivos: artículos especiales, newsletter, podcast, toda la web sin publicidad y una COMUNIDAD exclusiva en Discord para redactores y suscriptores.