A pocas semanas de dar inicio a la temporada 2023-24, los Milwaukee Bucks realizaron uno de los movimientos más agresivos de la historia de la franquicia. De la nada, sin medio rumor que hubiera podido anticiparlo, los de Wisconsin se hicieron con Damian Lillard con el objetivo de dar un nuevo aire a la posición de base después de convertirse en el sexto líder de conferencia en caer en primera ronda de playoffs.
Y es que aquella eliminación tuvo dos caras protagonistas. La primera, la de un Jimmy Butler intratable; la segunda, la de un Jrue Holiday incapaz tanto de frenar al alero en defensa como de ser productivo en ataque. Lo cual hizo que todos los dedos acusadores le apuntaran primero a él para después señalarle qué carretera le conducía a Portland.
Esa misma temporada, sin embargo, los Bucks hicieron otra incorporación en el puesto de base. Y si la de Lillard fue un bombazo, esta no llegó ni una cerilla encendiéndose. Un contrato two-way a un tal Ryan Rollins que había jugando 22 partidos en su carrera y que acababa de ser despedido de los Wizards por robar jabón y velas en un supermercado. Uno de esos movimientos de relleno que vemos cada año y de los que nadie se acuerda cuando el jugador de turno es cortado un par de meses después.
The Milwaukee Bucks are signing guard Ryan Rollins to a two-way contract, agents Mike Silverman and Brandon Grier of Equity Basketball told @TheAthletic @Stadium. The former Warriors second-round pick spent time with Wizards this season and now lands with Bucks. pic.twitter.com/JRJ7nacBpJ
— Shams Charania (@ShamsCharania) February 19, 2024
O eso es lo que cualquiera habría podido esperar. Pero más de un año y medio después, aquí estamos.
Ascenso meteórico
Con solo 12 minutos disputados ese curso, a cada cual más irrelevante, podríamos considerar que Rollins no debutó con los Bucks hasta la Summer League de 2024. Torneo en el que, mientras en la franquicia buscaban conocer el potencial de sus novatos recién elegidos en el Draft, fue él quien se alzó como protagonista. Buena defensa, buen tiro, destellos como pasador… Había algo en ese joven que lo hacía merecedor de conservar su contrato dual. Que pronto se convertiría en algo más.
Porque una vez iniciada la temporada, el base no tardó en comerle la tostada a Delon Wright para convertirse en segundo base. Incluso con una lesión en el hombro de la que decidió no operarse para seguir jugando, incluso con una notable timidez en el manejo de balón que tardó en sacudirse, en Milwaukee decidieron apostar por él. Su buena defensa y su tiro de tres hacían de él un valor seguro como base suplente que cubría una de las grandes carencias del equipo.
Pero entonces Damian Lillard se lesionó. Y aunque para entonces Kevin Porter Jr. ya había llegado a la plantilla para pelearle los minutos, Doc Rivers se decantó por él como el base titular. Y, quién sabe si por esta dosis de confianza o por qué, fue ahí donde se empezaron a apreciar unos destellos que hacían intuir que había más Ryan Rollins del que estábamos viendo. Más agresividad en la penetración, algo de capacidad para crearse su tiro, incluso algo de conexión con Giannis. ¿Y si…?
Sus playoffs fueron irregulares (siendo generoso), pero eso no privó a Milwaukee de garantizarse su continuidad. Y así, el 9 de julio de este año renovó por un contrato de 12 millones en tres temporadas. Una cifra que, tras solo cinco partidos de liga regular, parece ya destinada a ser una ganga.
La desproporción áurea
A quien más y quien menos nos explicaron en clase eso de que, por norma general, la altura y la envergadura de una persona son prácticamente iguales. Un dato que seguramente hizo a los alumnos del Dakota High School girarse hacia su compañero Ryan de largos brazos colgantes y preguntarse con qué clase de criatura circense compartían aula.
Con su 1,91 de altura, Rollins presume de una gigantesca envergadura de 2,07 cuyo impacto se hace notar en prácticamente todos los aspectos de su baloncesto. Aunque, como es de esperar, en ninguno es tan llamativo como en su defensa. Este era ya el punto fuerte de su juego el curso pasado, pero en este el base ha abrazado con más fuerza su rol de especialista en la materia y point of attack, convirtiéndose en uno de los jugadores más disruptivos no ya de los Bucks sino de la NBA.
Si en la temporada 24-25 se le veían excelentes condiciones, en esta es como si se hubiera dado cuenta de que las tiene y se sintiera por fin con la confianza para explotarlas. Está defendiendo a su par a toda la pista, está metiendo manos sobre balón continuamente, apretando líneas de pase, llegando a ayudas, punteando tiros… Piensa en cualquier cosa que le puedas pedir a un defensa y ahí está él. Los datos lo respaldan, pero por brillantes que sean ni siquiera ellos cuentan toda la historia.
Rollins lidera la liga en robos (12), es cuarto en deflections (22) y es el noveno base que más reduce los porcentajes de tiro de los hombres a los que defiende (-10,1%). Y aun así, quizás su mayor valor resida en dar por fin a los Bucks un jugador capaz de incomodar la creación ofensiva rival, de obligar al ataque a empezar más lejos del aro, a consumir unos valiosos segundos. En resumen, a dotar al equipo de un enforque defensivo más moderno que no tenían manera de aplicar.
Pero es si cabe en ataque donde el salto de confianza con respecto a la última temporada se ha vuelto más grande. Y de nuevo, impulsado por esa longitud de brazos que le permite finalizar cerca del aro con más consistencia que otros hombres de su posición. Una virtud que no explotaba tanto el año pasado, más limitado a un rol de tirador, pero que cada vez se atreve más a potenciar.
Rollins no solo está asumiendo más manejo de balón que nunca, sino que cada vez es más vertical con él. Y ya no solo en ataques en estático, sino en transiciones que dan oxígeno a unos Bucks que tienen como objetivo para esta temporada jugar más rápido. Si uno de los aspectos que más dudas generaba en esta plantilla era la falta de hombres capaces de ser agresivos con balón, su desarrollo ha ayudado a mitigarlas. Resulta que sí que había. Solo necesitaba creérselo.
No es de extrañar por tanto que estemos viendo a Ryan Rollins firmar los mejores registros de su carrera en cada aspecto mesurable del juego. Y que, tras su exhibición ante los Knicks en la que terminó con 25 puntos, 4 robos y 4 asistencias, se haya dado a conocer fuera del entorno de los Bucks como uno de los jóvenes a seguir.
Porque, aunque es pronto aún para decir si estamos simplemente ante una buena semana o ante una realidad perdurable, quizás el perfil de base que los de Wisconsin debían poner al lado de Giannis no era el de un anotador de élite que necesita mucho balón y con carencias físicas en defensa. Quizás el perfil que mejor encaja en el proyecto es este.
Vuelta a los orígenes
En 2021, los Bucks se proclamaron campeones a base de ser uno de los equipos más incómodos a los que uno podía enfrentarse. Su ataque en playoffs fue mediocre (11º), pero su defensa excelente (1º); sus porcentajes de tiro mejorables (12º), pero su lucha del rebote ofensivo incesante (2º). En las Finales, tuvieron menos acierto que Phoenix en tiros de campo, tiros de tres y tiros libres. Pero ganaron la guerra de las posesiones una y otra vez. Esa era su identidad.
Una identidad que se fue difuminando cuando se sustituyó a Holiday por Lillard, pero no solo por eso. La avanzada edad de la plantilla y los problemas físicos de antiguos hombres clave hizo que esa garra y esa lucha que los llevó a lo más alto desapareciera. Jugadores como Brook Lopez, Middleton o Connaughton eran en 2025 una sombra de lo que fueron en 2021 en cuanto a capacidad atlética, lo que dio lugar a unos Bucks que, en los últimos años, eran arrollados por casi cualquier equipo joven y físico.
Pero este ha sido el año de volver a dar un giro al volante y regresar a la senda que hizo a este proyecto alcanzar su cénit. Una senda que ya se empezó a retomar en febrero con llegadas como la de Kyle Kuzma o Jericho Sims pero hacia la que se tendió finalmente en verano con incorporaciones como la de Myles Turner o Cole Anthony. La de ganar no por ser necesariamente más talentoso, pero sí más agresivo, más rápido, más atlético que el rival.
Y pocos representan mejor esa identidad que Ryan Rollins.
Rollins no anotará cada día 25 puntos ni firmará un 4/4 en triples como hizo ante los Knicks. Pero todas esas otras virtudes que han hecho de él una de las sorpresas del curso y de los Bucks un equipo renovado seguirán seguramente ahí marcando la nueva y a la vez clásica identidad de la plantilla. Una a la que quizás le falte talento diferencial más allá de Giannis, esté escasa de generadores con balón y no haya encontrado todavía un alero de confianza.
Pero que, a diferencia de la temporada pasada, tiene las armas y la predisposición para plantarle cara a cualquiera. Y eso, tal como está el Este, puede llevarte a muchos sitios.
(Fotografía de portada: Benny Sieu-Imagn Images)





