Debe haber pocas sensaciones más especiales en el mundo del baloncesto que vestir la camiseta del equipo más laureado y glamuroso del mundo. Que no se enfaden los fans de los Celtics, que aún comparten el primer galardón de esta frase. El mantra de que todos los grandes jugadores juegan en los Lakers es más bien falso, pero haber vestido la camiseta otorga un aura especial a la carrera de cualquier jugador mínimamente memorable. Todo esto le debió sobrevenir a Carmelo Anthony cuando por fin se enfundó su nueva equipación de entrenamiento y pisó las instalaciones del UCLA Health Training Center.
Su primer entrenamiento oficial con el equipo angelino está aún reciente en la memoria del alero, que lo definía como una experiencia única. «Mi primera vez en las instalaciones y en la pista seguía intentando hacerme a la idea de vestir el oro y el púrpura» declaraba el jugador para Spectrum SportsNet justo después de finalizar su sesión. El caso de Melo es especialmente llamativo por tratarse de alguien que ha sentido el calor del Madison Square Garden como máxima estrella de New York Knicks. Aún así hace hincapié en que ser jugador de los Lakers «es diferente».
Hace apenas un par de temporadas Anthony se encontraba defenestrado por una liga que le cerró las puertas a cal y canto durante nueve largos meses. Tiempo en el que a Carmelo le dio tiempo de reformular su ego y aceptar el nuevo papel que finalmente le ofreció Portland en noviembre de 2019. Ahora afronta la que quizás sea una de las últimas oportunidades de levantar el ansiado título con un equipo que parte como favorito de la Conferencia Oeste y al lado de su amigo LeBron James. El futuro miembro del Salón de la Fama volvió a redescubrir el baloncesto con los ojos de un niño, y llegar a Los Angeles parece cumplir un sueño de infancia.
(Fotografía de portada de Kevin C. Cox/Getty Images)