Los focos de la gloria de aquel par de noches de abril se han apagado casi por completo para Andre Ingram, ese consumado lanzador que consiguió debutar en la NBA, y con los Lakers, a sus 32 años, tras más de una década en la G League.
Desde ese día contra los Rockets, 19 puntos para Ingram, que tuvo su rebote en la jornada final ante los Clippers, algo menos acertado de cara al aro, Ingram pasó de ser un desconocido más allá de la G League, donde es el máximo triplista de la historia, a un personaje ciertamente famoso en el mundo del baloncesto.
Ahora, casi cuatro meses después de su debut en la NBA, no ceja en su sueño de permanecer en la liga, de que alguna franquicia, preferiblemente los Lakers, le llame para, al menos, realizar la pretemporada. “La NBA es el último objetivo, para ser sinceros”, apuntó hace unos días a Jacob Myers, del Richmond Times-Dispatch, periódico de la localidad de donde es nativo Ingram.
El escolta, no obstante, mantiene los pies en el suelo, los mismos que le hacen ser tutor particular de matemáticas para redondear salarios, los mismos que le hacen ver que si la NBA no vuelve a él, la retirada no está próxima. La G League sigue siendo una gran opción. Y por qué no, los South Bay Lakers, el afiliado de los Lakers en la liga menor. “Sería genial estar de vuelta en L.A.”
Descartada cualquier opción que no sea o G League o NBA, Ingram ha estado jugando y firmando autógrafos en la Ben Wallace Pro-Am Summer League, que precisamente se ha celebrado en Richmond. Allí Ingram ha seguido su plan de trabajo estival mientras su agente le busca algún hueco, por pequeño que sea, en algún training camp de las franquicias de la NBA. Mientras eso llega, o no, el disfruta de su nuevo estatus, un acelerón a una vida deportiva que a inicios de 2018 ya no apuntaba a llegar, aunque fuera puntualmente, a la NBA. “No me he encontrado a nadie que haya sido negativo conmigo. Ha ido todo bien. ¿Cómo no estar agradecido?”