Draymond Green volvió a hacer de las suyas en la visita de los Warriors a Orlando de hace dos noches, en la que, incapaz de cesar sus protestas arbitrales, fue expulsado a los pocos minutos de empezar. Golden State ganó pese a ello, pero sus compañeros reconocieron tras el choque que necesitan que sea capaz de evitar ese tipo de expulsiones y estar en pista para ayudar al equipo, algo que él mismo ha admitió en su podcast.
«No puede pasarme otra vez» afirmó. «Dije lo que dije y merecía ser expulsado. Si soy honesto con vosotros, pensé que ya estaba orientado hacia el banquillo, pero hablé antes de estar girado del todo y me oyeron. Pero sí, esto no puede volver a pasarme».
«No voy a reaccionar de forma dramática. Las cosas nunca son tan buenas o tan malas como se pintan. Sé en qué punto estoy y sé hacia dónde quiero ir. Ahora tengo que asegurarme de que esto haya sido la excepción y no la regla».
Lo cierto es que, llegado a cierto punto, de poco sirve que Green reconozca su error si no muestra ningún esfuerzo por cambiar de verdad este tipo de comportamientos. Pese a que dejó clara su intención de ser mejor tras su última suspensión, había tenido ya un par de encontronazos y acciones limítrofes que, por suerte para él, no terminaron en nada, pero que dejaron claro que no se había producido un giro drástico en su actitud en pista. Y en Orlando se confirmó.
Este fue el cuarto partido en que tuvo que marcharse antes de tiempo a vestuarios por ser expulsado esta temporada, y a esa cifra hay que sumar los 21 que se ha perdido por suspensiones a lo largo del curso. Los Warriors, décimos del Oeste y perseguidos por unos Rockets en racha, no pueden permitirse quedarse sin uno de sus hombres clave de forma tan frecuente, y a estas alturas todo lo que no sea un cambio de actitud notable ya no sirve como disculpa.
(Fotografía de portada: Patrick Smith/Getty Images)