Tras 67 victorias en temporada regular y un 16-1 para cerrar los playoffs, no pocos han sido los que han señalado a Golden State Warriors como un conjunto que vive muy por encima del resto. Es más, el propio LeBron James negó que en Miami, o ahora en Cleveland, haya jugado en un superequipo teniendo como referencia a los de Oakland. Puede que El Rey tenga razón, la cuestión es que Kevin Durant piensa lo mismo de su franquicia.
«Para empezar, si todos hubiesen querido a Steph habría sido número 1 del Draft. Muchos pasaron de él y otros dudaban diciendo que no sería tan bueno. Klay Thompson se suponía que solo sería un buen tirador de la liga. A Draymond nadie le quería. Era un ala-pívot que decían que no podía ser titular con su estatura. Shaun Livingston tuvo una lesión tremenda en la rodilla. Nadie le quería. Andre Iguodala fue traspasado un par de veces…», enumera en declaraciones a ESPN antes de dejar claro que no son tan fieros como los pintan.
«Mucha gente no pensaba que este grupo de chicos estaría hoy en esta situación. ¿Un superequipo? No. Simplemente trabajamos muy bien juntos. El entrenador es quien nos pone en disposición de maximizar nuestras virtudes».
Durant hace bien en alabar el trabajo de la oficina de los Warriors, ya que se lo merecen por haber construido un conjunto ganador basándose casi por completo en la Draft. Ahora, cuestión distinta es que eso signifique que un equipo que cuenta con cuatro All-Stars (dos MVP), y que no ha parado de batir récords en tres años, no sea un superequipo.
Mérito innegable
Golden State se está situando al lado de las grandes dinastías de la historia –aún les queda camino–, pero justo por eso hay que darles más crédito. Puedes contar con jugadores excelentes, pero saber manejarlos y darles el papel justo que necesitan no es sencillo. Además, uno no consigue el trofeo Larry O’Brien solo con el nombre. Son un superequipo, pero se lo han trabajado.