Gilbert Arenas: «Todo el mundo me recordará por lo malo»

Qué talento desbocado el de Gilbert Arenas, y qué azotea indómita en un jugador excelso, el que llegó a la liga en el Draft del 2001 pensando que sería, seguro, contenido de primera ronda. Tan claro lo tenía el antiguo base de los Washington Wizards que se rascó a conciencia el bolsillo en una parafernalia digna de las mejores promesas que asoman la cabeza en la NBA. Todo por presenciar su entrada en la competición de la manera más grandilocuente posible.

Para él no había opción de no salir elegido entre los 28 primeros y por eso solicitó un préstamo para comprar aparato de música, cinco televisiones y un sistema estéreo para ver en directo, y con su gente, la ceremonia del Draft. Entre todos los gastos con los que Arenas había corrido para celebrar su rito de iniciación se llegaba a los 100.000 dólares. El dispendio era bárbaro, pero controlado si él hubiera sido elegido en primera ronda. Y lo que ocurrió es que el nombre de Gilbert Arenas fue anunciado en el puesto 31 de aquel Draft del año 2001. Sí, solo dos lugares por debajo de lo que le hubiera granjeado ya un contrato millonario en sus primeros años en la liga (aquella edición fue de 58 elecciones, no de 60).

«Cuando salí en el 31, me enfadé tanto que tiré la cadena de música por la ventana, se me fue la cabeza», relató recientemente Arenas para un reportaje de Bleacher Report.

Su contrato de segunda ronda en los Golden State Warriors (jugó allí sus dos primeras temporadas) le granjeó un salario de cerca de 400.000 dólares anuales, flujo económico muy inferior a lo que él esperaba y deseaba entonces. Tanto que, para costear el estrafalario montaje de la noche del Draft y sus derrochadores primeros meses en Golden State, tuvo que reducir su presupuesto a 400 dólares mensuales. Su gran inversión inicial hizo que se quedara prácticamente sin dinero antes casi de haber debutado en la NBA.

«Imagina ser jugador de la NBA con 400 dólares al mes», relata Arenas, que alquiló una vivienda de pequeño tamaño en su temporada de novato y cogía toda la comida que podía del avión del equipo, según pudo relatar el ahora jugador de la competición BIG3, de tres contra tres.

Porque sí, ahora Gilbert Arenas, a sus 37 años, experimenta un descafeinado retiro en la competición BIG3, como jugador más importante de los Enemies, equipo que entrena el mítico Ricky Mahorn (de los Bad Boys en Detroit) y que con un récord de 3-5 es el penúltimo clasificado de esta especie de cementerio de elefantes para jugadores con pasado en la NBA.

Carrera incompleta

Volviendo a su pasado en Washington, en su tercer año en la NBA Gilbert Arenas pudo ya firmar un contrato millonario que elevó su estatus y nivel de vida a los altares que él había imaginado antes de llegar a la mejor liga del mundo. Con una carrera rozando lo brillante entre 2002 y 2010, Arenas fue el primer jugador en anotar 200 triples y 600 tiros libres en una misma temporada. Pero, como en tantos otros casos, las lesiones terminaron demasiado pronto con su dúctil legado.

En 2007 sufrió una rotura de menisco que lastró su juego en las siguientes campañas y que le forzó a retirarse en 2012, a los 30 años. Había sido tres veces All-Star, contaba tres presencias All-NBA y fue Jugador Más mejorado de la temporada 2002-03, cuando había explotado su juego.

«Simplemente, no tuve una carrera completa», dice ahora Arenas sin ningún remordimiento ni nostalgia. «Mucha gente no puede pasar página con cosas así y se queda lamentando. Tienes que dejar de pensarlo y seguir moviéndote. No era mi destino. Sigue moviéndote, pelea por otra cosa», continúa un Gilbert al que no le faltan actividades en la actualidad, pues además de uno de los actores principales de la liga BIG3 también ha tenido cinco hijos a los que instruye en la práctica del baloncesto.

Incidente con una pistola

Aparte de su ingente flujo (y talento) anotador, guste o no Arenas se quedó con el sambenito de pistolero tras el triste episodio en el que desenfundó un arma dentro del vestuario de los Wizards durante una discusión con su compañero Javaris Crittenton. Carga con resignación con los lodos que todo aquello levantó en su día.

«Lo que más dolía de eso es que aunque hubieras hecho cien cosas buenas y una mala, todo el mundo te recordaría por la mala. No importa cómo usasen mi nombre, siempre era el tío de la pistola en el vestuario. Podía haber salvado a diez bebés de un incendio. Sí, pero sería el tío que llevó una pistola al vestuario», podía continuar Arenas en sus declaraciones a Bleacher Report.

No hace falta introducir, a estas alturas, la naturaleza dispersa de Arenas durante sus años en la liga; sin embargo compañeros suyos se deshacen en elogios al recordar su presencia en el vestuario y fuera de él.

«Para todo el mundo, el incidente de la pistola definía a Arenas; para los que le conocíamos fue solo un hecho aislado. Mucha gente no entiende que era una época en la que no había tanto eco cuando hacíamos cosas buenas por la gente. Él estaba todo el tiempo ayudando a niños. Es el tipo de persona que daba a los demás sin esperar que la gente le prestara atención por eso», pudo aportar Jason Richardson, compañero de Gilbert en los Warriors.

Ciertamente, según el artículo de Bleacher Report, cinco años antes de desenfundar en pleno vestuario Arenas había prestado ayuda a un niño que había perdido a su familia en un incendio. Ese y otros actos para con la comunidad, como donar 100 dólares a obras de caridad por cada punto anotado en un partido, eran lo que hacía que Arenas tuviera buena fama y cariño entre sus compañeros.

«Tiene un gran corazón, ama a todo el mundo, hasta el último jugador de la plantilla», añadía el exjugador DeShawn Stevenson.

Sin excesivos remordimientos por haber terminado su carrera demasiado pronto, Gilbert Arenas luce ahora como flamante capitán en la liga BIG3. 12.000 dólares por partido para él (10.000 para jugadores sin estatus de capitán) que le facilitan seguir exhibiendo, en cierta manera, uno de los talentos más emergentes de los primeros 2000’s. Fue uno de los bases más anotadores de la competición, un diamante en bruto, y también una azotea a veces sin resguardo para la lluvia torrencial. Eso y las lesiones terminaron muy temprano con un jugador llamado a marcar una época en la capital de Estados Unidos.

(Fotografía de portada: Streeter Lecka/BIG3/Getty Images)


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