Si esta web estuviera especializada en fútbol y experimentásemos un déjà vu de, digamos, un par de años, esta noticia tendría mucho más sentido. Pero con el 2016 en fase embrionaria y tratándose de la NBA, como que este episodio no termina de encajar.
Sucedió anoche, en el Vivint Smart Home Arena de Utah, donde los Rockets lograron remontar a los Jazz en una balsámica victoria y con un gran James Harden.
La veleta cambió de dirección en el tercer cuarto, cuando Harden se puso ese disfraz que tan bien le sienta: el de frenético anotador. Ello ocurrió justo a la par que otro hecho insólito hasta el momento en el casi siempre educado mundo del baloncesto. Algo cuyo propósito era, sin duda, fastidiar a ‘La Barba’; y más bien terminó consiguiendo lo contrario.
Harden se encontraba en su típica zona de confort, esto es, la línea de personal. En pleno ritual se detuvo de repente, pues algo impropio del ecosistema estaba teniendo lugar; Harden estaba siendo apuntado a la cara desde alguna zona del graderío con un puntero láser. El escolta se detuvo y se quejó a los árbitros, y estos también lo vieron.
«Alguien me estaba apuntando con un láser», explicaba Harden al final del partido, «lo noté la primera vez, pero pensé que alguien estaría haciendo una fotografía. Entonces fui otra vez a la línea y ocurrió de nuevo. Los árbitros se dieron cuenta incluso antes de que yo lo hiciera».
El ardid para descentrarle pareció funcionar al menos por un momento, pues el de los Rockets falló su segundo lanzamiento. Pero entonces, influido o no por la jugarreta, comenzó a encestar canasta tras canasta hasta culminar la remontada.
La NBA no es la Liga BBVA
En España esa ruin costumbre tomó crédito y se asentó mucho más de lo debido. Ahora, por suerte, es algo que casi ha desaparecido de los campos españoles, pero durante más de un año pudimos ver el dichoso puntero láser siendo un protagonista más en cada lanzamiento de penalti. La LFP tardó en actuar, siempre blanda en sus actuaciones. La NBA es de otra pasta.
Al ocurrente fan le ha salido bien cara la gracia. La seguridad del pabellón no tardó en localizarlo, le acompañaron gentilmente a las afueras y, como esto no es la Gestapo, se limitaron a indicarle que, por orden del club, le quedaba vetada la entrada al recinto durante todo un año, debido a, en la literalidad del comunicado, «apuntar con un láser a un jugador durante el partido».
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