Tras aferrarse a la vida en el cuarto partido, los Celtics han conseguido revivir una serie que parecía muerta en el quinto. Con una victoria por 110-97, los de Mazzulla han logrado que todos los análisis catastrofistas y los tweets cuestionando el futuro del proyecto queden archivados un par de días más. Al fin y al cabo, el verde es el color de la esperanza. Y a ella se han aferrado los de Boston para lograr que de repente volvamos a tener una eliminatoria.
No hizo falta demasiado para comprobar que estábamos ante unos Celtics renovados de confianza tras el último triunfo. La primera posesión del choque acabó con Marcus Smart lanzándose al suelo a robar un balón, Jayson Tatum volando al contraataque para sumar dos puntos gratis y el Garden estallando de júbilo como si de una canasta mucho más importante se tratara. Creían los jugadores y creían los aficionados. Y pronto se vio que había motivos.
Boston no sentenció el duelo en los primeros minutos, pero sí dejó sin duda el trabajo muy avanzado. Con una salida en tromba, los locales quisieron lanzar un mensaje muy claro: querían volver a Miami y no precisamente de vacaciones. La defensa se mostró más agresiva que nunca y los triples llovían como en sus mejores tramos de la temporada para devolver a los Heat su propia medicina con un 7/12 desde el perímetro en el primer cuarto. Smart, Tatum, White, Brown… Todos. Por fin, los Celtics que recordamos.
Más preocupantes para Miami fueron sin embargo los tiros que no entraban, que en muchas ocasiones terminaron en manos locales y dieron a los verdes más opciones de anotar. Mientras, en el otro lado los Heat vivían sus tramos de mayor atasco de la serie y no encontraban la forma de sumar con regularidad. Y así se cerraron los 12 primeros minutos con un 35-20 en el marcador que estableció la que iba a ser la tónica de la noche.
Sin respuesta
Y es que aunque el resultado final pueda llevar a algún equívoco, este no fue nunca un encuentro parejo. Boston negó a Jimmy Butler la posibilidad de entrar al partido a base de cerrarle el camino hacia sus zonas de tiro y no dejándole buscar los emparejamientos con los que se siente más cómodo, y aunque los visitantes trataron de que fuera Adebayo quien les despertara, el pívot tampoco fue capaz. Ni los numerosos missmatch con hombres más pequeños ni la insistencia de sus compañeros por buscarle en el poste activaron a un Bam que volvió a ser el de sus noches más grises. El que deja dudas, el que no se impone.
Por el contrario, los Celtics empezaron a recuperar piezas que habían echado en falta, y ninguna tan importante como Jaylen Brown, quien también fue otro desde el minuto uno. Se le vio agresivo en los dos aros, finalizando desde distintas posiciones, creyendo en su baloncesto. Quizás demasiado en algunas ocasiones, pero a estas alturas un Jaylen con exceso de confianza es siempre mejor que un Jaylen retraído y apático. Y su primera parte fue de todo menos apática.
Tampoco lo fue la de sus compañeros, entre quienes destacaron un Tatum muy acertado en sus lecturas y decisiones que alcanzó los 21 puntos y 11 asistencias y un Smart que se fue hasta los 23 tantos sin forzar y entiendo muy bien su rol. Y, sobre todo, un excelso Derrick White que dio en todo momento la sensación de tener todo bajo control. Paciente, firme, acertado. Con su 75% de acierto en triples, lideró el partido en anotación con 24 puntos lanzando solamente 11 tiros y dio la sensación de mejorar cada posesión que llegaba a sus manos. Una noche más, un seguro de vida.
Pese a todo, Miami sigue por delante, pero la situación es ya muy distinta a la de hace unos días, pues aunque el marcador no ha dado un giro de 180 grados, las sensaciones sí. Los Celtics dijeron que no les dejaran ganar uno y ahora ya son dos los triunfos que hay en su casillero. Pero les queda el paso más complicado hasta el momento, que es sobrevivir a un Game 6 que se promete infernal. Si lo hacen, tal vez estemos a las puertas de un momento histórico.
(Fotografía de portada: Maddie Meyer/Getty Images)