Lo que empezó siendo una separación de caminos amistosa amenaza ahora con entrar en una fase turbulenta. Estos días no se habla de algo que no sea la declaración en rebeldía de Ben Simmons negándose a participar en el training camp de los Sixers. En principio la noticia no suponía una sorpresa para la gerencia que dirige Daryl Morey, pero la decisión en firme del jugador ha puesto a la franquicia entre la espada y la pared con el reloj devorando las jornadas. Las declaraciones de Simmons chocan frontalmente con las ambiciones del equipo a la hora de sacar tajada de su traspaso, pues hacer público el deseo de irse reduce su valor de mercado a la vez que mete prisa a los Sixers para confeccionar su plantilla de cara al comienzo de la temporada.
Por ello, el equipo de Pensilvania ha pensado en sancionar económicamente a su jugador si finalmente cumple con su promesa. Hace unos días, Monte Poole filtraba en la NBC que los Sixers están frustrados por el comportamiento de Simmons, el cual también se ha sentido minusvalorado por su entrenador y el entorno de la organización en los últimos meses. Todavía no hay nada en firme con respecto a las multas que podría ejercer la franquicia por cada entrenamiento que se pierda el australiano, pero su entorno dice estar preparado. Tal y como cuenta Brian Windhorst en su último podcast para ESPN, la cifra estimada de cada castigo sería de unos 25.000 dólares que Simmons ya habría asumido en una reunión presencial con Josh Harris, dueño de los Sixers.
(Fotografía de portada de Elsa/Getty Images)