En un abrir y cerrar de ojos los Denver Nuggets pasaron de ser candidatos al anillo a aspirantes. Bastó con corroborar que la lesión sufrida en abril por Jamal Murray le dejaría en el dique seco al menos una temporada. El estatus del equipo ha vuelto a sufrir una severa merma esta temporada por culpa de las lesiones de Michael Porter Jr., P.J. Dozier y los contratiempos que la liga vive con la nueva ola de contagios. Lo lógico sería pensar en los Nuggets como candidato a pelear en los puestos de play-in, pero el carácter forjado por Mike Malone y encumbrado por Nikola Jokic les tiene quintos con un 17-16 en su casillero.
Lejos de poner excusas y esperar a que vengan mejor dadas, el técnico se siente cómodo en la adversidad. Para él, lo importante es mantener la salud del grupo, y esto pasa obligatoriamente porque todo el mundo se tome su tiempo. «Se lo he dicho mil veces, y creo que es importante que se lo diga yo. No hay ni la más mínima presión para que vuelva este año» declara en The Athletic sobre la recuperación de Jamal Murray. El propio base es uno de esos jugadores dotados de un fuego interno incontenible. Probablemente mire con frustración pensando que con él el equipo pertenecería a la zona noble del Oeste con cierta holgura. Por ello es trascendental que tenga a alguien cercano que frene esas ansias y le quite un peso de los hombros poco conveniente para su salud.
La entrevista es una muestra más de la competitividad que Malone lleva en el ADN. Odia perder como el que más. Pero sabe que las prisas son enemigas del buen hacer, y prefiere competir con lo que tiene. «Algo que amo de este grupo es cómo prosperamos en la adversidad. Nos sentimos cómodos, casi nos divertimos con ella». Obviamente preferiría que las circunstancias no le pusiesen las cosas tan difíciles, pero pocos entrenadores gestionan mejor las vacas flacas que Mike.
(Fotografía de portada de Kevin C. Cox/Getty Images)