A menudo cuando se piensa en el deporte estadounidense se disgrega al jugador de su afición por el propio deporte. En un sistema que no liga la procedencia formativa del deportista, cada uno cae donde le toque en base al contexto en el que dé el paso a ser profesional. Pero como el resto de apasionados al baloncesto, los jugadores de la NBA tienen su propio equipo de la infancia con el que sueñan jugar. «Llevo desde los cuatro años deseando jugar aquí. Ojalá pueda retirarme aquí», admite Kelly Olynyk sobre su recién firmada extensión por dos años con los Toronto Raptors.
Alguien como el ala-pívot canadiense, que ha pasado por seis equipos en sus diez temporadas en la liga, sabe de sobra que nada es para siempre. Que cualquier día le puede tocar ser objeto de traspaso y tener que hacer las maletas. Pero este sentimiento de pertenencia sí responde a la lógica que, en un principio, se escapaba ligeramente con su llegada a los Raptors. El equipo se encuentra en una fase de, si no reconstrucción, sí cierto lavado de cara. Y en esos planes un veterano como Olynyk no terminaba de encajar.
Siguiendo los pasos de Barret
Este mismo año, R.J. Barret ha protagonizado un movimiento parecido. El escolta canadiense nunca llegó a romper en el jugador que se esperaba de él, aunque seguramente viviese sus mejores días como knickerbocker en el último año. Sin embargo, volver a su Toronto natal parece haber tenido un efecto positivo en el ex de los Knicks, que está dejando los mejores números de su carrera en anotación, porcentajes de tiro, rebotes y asistencias en este pequeño tramo.
Olynyk podría haber esperado al inicio de la próxima offseason para convertirse en agente libre y ver cómo le valoraba el mercado. Pero el ex de los Jazz ha valorado mucho más la tranquilidad de estar en una organización que considera su hogar. «Quiero comenzar la pretemporada aquí sin ninguna complicación», asegura.
(Fotografía de portada de Andy Lyons/Getty Images)