A Antetokounmpo le pudieron las emociones: «¡Te voy a partir la cara!»

Un chispazo de ese gen ‘Black Mamba’. Latente en aquellos que no llevan especialmente bien, no ya perder, sino que no le salgan las cosas ...

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Por Enrique Bajo

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Un chispazo de ese gen ‘Black Mamba’. Latente en aquellos que no llevan especialmente bien, no ya perder, sino que no le salgan las cosas a nivel individual como tenían previsto. Y eso que Giannis Antetokoumpo concluyó la noche con 27 puntos, 13 rebotes y 5 asistencias.

Volvía a la alineación tras un partido de baja, y lo hacía con su impacto habitual, como el jugador más dominante de los Milwaukee Bucks. Anoche tocó claudicar ante una velada soberbia de los Utah Jazz desde el triple; para el griego fue solo el toque final de un encuentro bastante desapacible.

Al término del partido, repartía saludos cordiales a sus compañeros ante los micrófonos. «Tenemos que jugar más duro, poner más esfuerzo”. Pero Anteto venía cociéndose desde bastante antes. Los Bucks le estaban disputando el choque todavía a los Jazz, intercambiando liderazgos en el marcador. Sin embargo, el alero entendía que no se estaba realizando un arbitraje justo sobre su figura. Los ‘and one’, no llegaban, y las sillas lo pagaban.

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No solo las sillas. Acto seguido, en el mismo tiempo muerto, y ante una observación que le hizo uno de los entrenadores asistentes de los Bucks, Sean Sweeney, Antetokounmpo se levantó como un resorte: ¡Te voy a partir la cara! —I will fuck you up!—. Parece que el consejo que acababa de recibir, no gustó mucho al heleno.

Y aquí viene una de esas situaciones curiosas de la NBA en donde irrumpe con fuerza el doble rasero. Porque lo que sucedió anoche entre jugador y asistente es algo que ocurre constantemente en el seno de los equipos. Constantemente. En los entrenamientos, en los vestuarios… sin embargo, anoche tocó en los banquillos; al alcance de decenas de cámaras de vídeo.

Fruto de la emoción, tornada en tensión fugaz, se sosiega la fiera mediante el exceso verbal, muriendo el nervio al instante y no trascendiendo en absoluto. Pero esta vez lo captó el objetivo.

Y uno no puede evitar pensar que por cosas infinita y ridículamente menores, pero con árbitros o pabellón de por medio, los dólares, a modo de sanción, vuelan, y con qué frecuencia, de unas cuentas a otra.

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