No fue un traspaso tan impensable como el de Luka Doncic, en primer lugar porque contaba, hasta cierto punto, con el beneplácito del jugador, además de fuertes tensiones internas (con Kobe Bryant en un 80 por ciento), pretensiones económicas desmedidas y un cierto desplome en su rendimiento.
Pero en cualquier caso, cuando Shaquille 0’Neal fue traspasado a los Miami Heat en 2004 procedente de los Lakers, lo hizo siendo integrante del Mejor Quinteto All-NBA y sexto en las votaciones al MVP. Un movimiento arriesgado y que, por entonces, tuvo su miga.
Diferente, aunque también inesperada, fue su salida abrupta de Miami Heat un título y tres temporadas y media después. A sus 35 años, Shaq era un pívot capaz de promediar fácilmente el clásico ’20-10′, pero a años luz ya del monstruo arrollador de su primera década en la Liga.
El equipo –que no era ni la sombra del que había sido campeón dos años antes– iba en picado (19 derrotas en 20 partidos) y el tensiómetro estaba en máximos. La única duda era cuál sería la cerilla que haría prender la mecha.
Esta llegó en una historia que ya es vox populi, pero a la que ahora Shaq le añade una fundamental letra pequeña en su apéndice. Jason Williams, Pat Riley y la impuntualidad como macguffin de la intrahistoria.
Ahí se supo (y aquí Germán Coronel lo cuenta de fábula para Skyhook Magazine) que Shaq intercedió para que Williams no abandonara el entrenamiento después de que Riley le expulsase del mismo por llegar unos minutos tarde.
El ambiente se caldeó, los decibelios subieron, las palabras se ensuciaron y hubo miedo a que el contacto físico cruzase los golpecitos con el dedo de O’Neal en el pecho de su superior. Pero ahí quedó la cosa. Testosterona de más sin rebasar la vía del no retorno.
Aunque para Riley sí que la rebasó, no en lo penal, sí en lo deportivo.
Que fuese la excusa, el detonante o un mix de ambos, no lo podemos saber con exactitud, pero lo que sí sabemos hoy por fin es que al día siguiente del incidente, el pívot de los Miami Heat era traspasado a los Phoenix Suns.
Un calentón que entonces la prensa situó en torno al mes de enero, hoy colocamos, sin equívoco, veinticuatro horas antes del anuncio de su marcha a Arizona, en un traspaso que entonces se creyó estratégica y meramente deportivo.
La nueva versión de O’Neal
– Somos un equipo, necesitamos mantenernos juntos, no echar a tíos del pabellón.
– Si no te gusta, deberías irte.
– ¿Por qué no haces tú que me vaya?
Fue la transcripción de entonces una vez se filtró el diálogo del altercado. Pero en el podcast de Straight Game, Shaq actualizó la versión con tres palabras que pudieron ser bastante cruciales para que Riley pulsase el botón de eyección: «Motherf—–r, put me out.»
Shaq on Pat Riley: “He wanted to kick me out of practice… I told him ‘Make me leave then’…
— Legion Hoops (@LegionHoops) August 23, 2025
I got traded the next day.” 💀
(via @straightgamepod, Gila River Casino)
pic.twitter.com/SaIvXyqThp
¿Alguien necesita la traducción?
Agua pasada
Shaq, aunque mejoró sus números, no ganó ningún anillo en Phoenix en aquel atractivo plantel donde compartió cancha con Steve Nash y Amar’e Stoudemire. Tampoco Shawn Marion ni Marcus Bank (que fue lo que recibió Miami en el intercambio) dieron un vuelco a unos Heat donde sólo estuvieron de paso.
Pero en aquél equipo de Florida seguía D-Wade, y recuperado de las rodillas no hacía falta mucho más (apenas un buen Jermaine O’Neal y el curso rookie de Michael Beasley) para convertir el nefasto balance de 15-67 de la 07/08 en un 43-39 tan sólo un año después.
En 2010 llegaría The Decision, y con ello el primer Big Three de la era moderna que brindó dos anillos más a Riley mientras que de la pelea con Shaq –que afrontaba su Last Dance en Boston– no quedaban ni las ascuas.
Pues hoy –qué mejor muestra– Pat Riley sigue presidiendo los Miami Heat, y el ’32’ de O’Neal suma ya ocho años y medio pendiendo del techo del (ahora Kaseya) American Airlines Arena.
(Fotografía de portada de Jim Rassol-Imagn Images)