¿Un Drummond nuevo y mejorado?

Esto ya lo he vivido antes. Y vosotros, los que llevéis al menos un par de años en nuestra compañía, también. Andre Drummond es el pívot titular de los Detroit Pistons. Es y lo seguirá siendo. Ninguna amenaza o debate se cierne por ahora sobre esta realidad.

Y luego está la frase. El eslogan. Ese o eso que, cuando empapa, cuando penetra, no hay Kh-7 que lo haga desaparecer. El afianzamiento a través de la máxima –y por lo tanto de la realidad que advierte– es tal, que ni una campaña a nivel All-NBA serviría para que muchos enajenados dieran marcha atrás en su arraigado escepticismo.

Y con el center de Detroit, con sus variantes y dialectos, la frase sería mas o menos esta: ‘Drummond no es más que números’.

Jolín, menudo muro. Toda la vida lo complicado ha sido demostrar el valor real de esos jugadores que, a pesar de un boxscore parco, eran fundamentales a través del fantasma más famoso de la NBA: los intangibles.

Ahora, o al menos con Drummond, la premisa no ha cambiado, pero la tarea es doble. Además de los números –que los hace, y justo a ese racimo se aferran los críticos como estafilococos–, desde la plebe también pedimos más; pedimos los intangibles. Queremos los números pero también las sensaciones; los dobles-dobles y las intenciones. Impacto, intimidación, win share... la letra, sí, pero también la música.

El enemigo de Drummond es un rascacielos de subjetividad galopante… y la temporada 2019-20 la segunda oportunidad de demostrar que los All-Star de 2018 y 2016 –en los que él estuvo– no fueron fruto de la injusticia, la ceguera, el conformismo diáfano ni tampoco la falta de rivalidad en las pinturas de su alrededor.

Segundo año de Casey, enésimo de un mismo plan

Como en noviembre de 2017, entonces de la mano de Andrés Monje, amenazamos hoy a nuestros lectores con el día de la marmota. En esta ocasión, las culpas a Casey.

«El año pasado, cuando hablábamos sobre el progreso de tus jugadores jóvenes, terminaste diciendo: ‘Y yo incluiría a Andre en ese grupo. Todavía es un jugador joven’. Le hemos visto crecer en el transcurso de la temporada pasada. ¿En qué áreas quieres verlo dar el siguiente paso?», pregunta Keith Langlois al técnico de los Pistons en una entrevista concedida a NBA.com.

Dwane Casey: «Uno, su condicionamiento general. Se encuentra en la mejor forma desde que estoy con de él –no hay contradicción…. en 2017 estaba Van Gundy–. Su cuerpo es fino y delgado, su grasa corporal baja; ha estado en Las Vegas trabajando religiosamente con el entrenador Gerg (Tim Grgurich) y Sean Sweeney durante todo el verano, dos y tres veces al día. Un trabajo que traerá sus dividendos. Corre la pista como un gamo. Su toma de decisiones, su desarrollo en el tiro de 3 punto (lo detuvimos en la segunda parte del año pasado) pero aún así, jugando en el pick-and-roll y decidiendo qué hacer sobre la pista, está haciendo un gran trabajo, haciendo la lectura correcta y tomando la decisión correcta.

Con él, los equipos intentan jugar small ball. Pero él (Drummond) tiene la habilidad, agilidad, velocidad y rapidez suficiente para marcar a esos jugadores de 6,7 y 6,8. Y eso le da una ventaja en el otro extremo, en situaciones de pick-and-roll. Esa es la parte de su juego en la que está haciendo un trabajo mucho mejor respecto a su toma de decisiones. Lo tercero hace referencia a sus finalizaciones, terminando las jugadas junto al aro. Es un gran reboteador ofensivo que tiene que poder terminar una vez que lo consigue».

Distinto en la identidad

Más delgado, más definido, más rápido, mayor IQ… todo suena y, por lo tanto, nada suena a nuevo. Sin embargo, hay razón de ser en parte de este discurso.

En 2017 ocurrió algo que parecía punto de inflexión y se quedó en fugacidad. Andre Drummond pasaba de las 1,1 asistencias por partido en 2017 a las 3 de 2018… para involucionar de nuevo en esta última 2018-19, en las que se ha quedado en unos desazonadores 1,3 pases de canasta.

Desaprender lo aprendido, regresar a aquella versión completa y mejorada que inició con Idan Ravin y formar, de una vez, la pareja temible en la botella que con Blake Griffin que, por potencial y virtudes, deberían ser.

A sus 26 años, viene de su mejor campaña en anotación (17,3) y robos (1,7) sin ceder terreno en su especialidad, los rebotes (15,6, top-1 de la NBA). Pero hablamos de Andre Drummond. No son más que números.

(Fotografía de portada de Gregory Shamus/Getty Images)


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