Lo que ayer era un «no» ahora es un «depende». Como casi todo en esta vida, los monosílabos se invierten si llega el precio adecuado (que pregunten hoy mismo en el Congreso).
Kyle Kuzma fue la única perla intocable que Rob Pelinka no estuvo dispuesto a incluir en el macro-paquete que mando a los New Orleans Pelicans que desde entonces, y a ratos, parecen los Old Young Lakers.
El pick 27 del Draft 2017 se confirmó como tal robo del mismo, que mantenerlo fue una prioridad superior a la de otros dos second picks del vestuario: Brandon Ingram y Lonzo Ball.
Pero LeBron James y sus 35 años (por muy llevados que estén) tienen la capacidad de alterar cualquier plan preconcebido, ya sea a corto, medio o largo plazo. Lo vimos el año pasado (siendo traspasado casi la totalidad del intocable núcleo joven), y podemos estar a punto de verlo de nuevo con el único supérstite.
Prisas e irregularidad: mala mezcla
Hoy, Sam Amick, de The Athletic, desmiente a su compañero de firma, Shams Charania, al sugerir que en sede angelina sí estarían dispuestos a escuchar, de forma activa, ofertas por el forward de Flint. ¿La principal razón? La única. La de siempre en Los Ángeles y elevada ahora a la enésima potencia tras el all-in por LeBron-Davis. El campeonato. Todo lo que sea no ganarlo, será considerado un fracaso cuasi absoluto.
Y con otros cuatro/cinco equipos en parrilla casi igual aspirantes (o más) que los Lakers, mover a un jugador que tras varias lesiones y con la llegada de la Ceja ha perdido mucho protagonismo (degradado a suplente, sólo 12,1 puntos de promedio por los 18,7 del curso anterior, y con una efectividad en tiros de campo sólo del 42,5%), es una opción que cada vez sobrevuela más bajo y alargando su sombra sobre las oficinas de El Segundo.
El campeonato se mide bajo una simple unidad de medida: la urgencia. Y ante ella, la inconsistencia de Kuzma puede poner fin precipitado a una vida de oro y púrpura que parecía (hasta ayer mismo) larga y prometedora.
(Fotografía de portada de Harry How/Getty Images)