Los Sixers a imagen y semejanza de Joel Embiid

Es obvio que todos los equipos dependen en gran medida de sus estrellas y que normalmente comparten virtudes y defectos con ellas. Cuando un engranaje ...

Foto del autor

Por David Sánchez

Publicado el

Es obvio que todos los equipos dependen en gran medida de sus estrellas y que normalmente comparten virtudes y defectos con ellas. Cuando un engranaje engrasado sufre la falta de una de sus piezas capitales, lo lógico pase por estragos a la hora de ser reconocible. Desgraciadamente, esta postemporada está dejando grandes dosis de conjuntos cuyas estrellas sufren bajas o, al menos, achaques.

Centrando la atención solo en los equipos aún en pie podemos hablar de Chris Paul en Phoenix. De la ausencia de Conley y la merma de Mitchell en Utah. Del posible adiós de Kawhi que de momento han maquillado Paul George y Reggie Jackson para los Clippers. De la pérdida de músculo que representa el adiós a la temporada de Deandre Hunter en Atlanta. La disolución del blockbuster de Brooklyn. Y, por supuesto, del inconveniente que supone para Philadelphia la maltrecha rodilla de Joel Embiid.

Todos ellos inciden o han incidido notablemente en el rendimiento y aproximación al juego de sus equipos. Pero, si bien algunos han podido encontrar sensaciones (o sobrevivir a golpe de riñón) aún con las mencionadas ausencias, no hay equipo que se parezca más a su estrella que los Sixers. En este caso, la semejanza también supone una imperante dependencia.

En la salud y en la enfermedad

En términos generales resulta sencillo tejer un hilo conductor entre los bajones de Embiid y los momentos en que los Sixers se han disuelto como un azucarillo. En la segunda parte del cuarto encuentro el pívot firma un 0 de 12 y su equipo desperdicia una ventaja de 13 puntos al descanso. Ben Simmons, supuesta segunda espada, cerró esos 24 minutos con un solo tiro a canasta, lo que le llevó a prometer “ser más agresivo” de cara al siguiente encuentro.

No hizo falta. La primera mitad del quinto partido Joel parecía despejar fantasmas con una actuación portentosa que llevaba a los de Doc Rivers a dominar sin problemas. Bastó con una mala actuación del camerunés en el último cuarto para recibir un parcial de 40 a 19 en contra. De nuevo, Ben Simmons naufragaba ofensivamente en momentos de máxima exigencia, esta vez con el castigo que le supone a su moral el hack que practicó McMillan sobre él.

Pero quedarse en los números es superfluo porque el estado de Joel Embiid es la viva imagen del discurrir del juego. Ni siquiera Trae Young es capaz de alejar la sensación de que todo lo que ocurre en pista depende del pívot y, desafortunadamente para su equipo, de su estado físico.

A la mencionada primera parte de absurdo dominio le siguió uno de los terceros cuartos más caóticos que pueden darse entre dos equipos llamados a ocupar plaza en las finales de conferencia. Embiid volvió a acusar la carga física y, como un animal malherido, se defendió con uñas y dientes, llevándose el partido al barro con él.

Con las fuerzas al límite el camerunés terminó unas cuantas veces lanzándose desesperado al suelo y el partido se convirtió en una batalla por ver quien demostraba menos tosquedad y quien aprovechaba mejor las transiciones nacidas de cada una de las decenas de guerrillas sucedidas. La fluidez ofensiva había desaparecido, pero en el fragor de la disputa Embiid todavía se mantuvo en pie para firmar una colosal defensa del aro y el acierto Seth Curry le echó un capote para mantener la sensación de control.

Entrados en el último periodo el tanque de gasolina del pívot ya había agotado la reserva. Y su equipo se apagó a idéntico ritmo. Atlanta solo tuvo que seguir haciendo el partido que estaba haciendo para que su físico se empezase a imponer en cada acción. Los aclarados de Lou Williams y Trae Young hicieron el resto ante una irreconocible defensa de los Sixers.

Cuando el plan maestro no funciona

Es justo a este respecto donde toca poner el acento. En ataque, los Philadelphia 76ers de esta temporada están construidos de principio a fin en torno a Embiid y sus recepciones en el poste bajo o medio. Más que en ningún otro curso. Por ello, pese a lo lamentables que puedan ser los naufragios ofensivos en los que caen cada vez que su gran estrella no puede comparecer, la ascendencia que le han otorgado puede explicar estos valles de ideas en ataque.

Por el contrario, su apartado defensivo goza de las herramientas suficientes para sobrevivir a un bajón de su centinela. De hecho, han hecho de la defensa su principal argumento a la hora de levantar finales apretados. Una y otra vez se repite la cantinela de la falta de un closer en los SIxers. Un jugador autosuficiente que sea capaz de coger la bola en los momentos calientes. Embiid no puede apoderarse del balón, sino que tiene que esperar a que le llegue. Y Simmons y Tobias Harris claramente no son ese tipo de jugador, con la estigmatización que esto le supone al australiano.

Sin embargo, se habla menos de que los Sixers han convertido la defensa exterior en su closer particular. La suma de talento defensivo que suponen Simmons, Thybulle, Green y Harris la termina de apuntalar Embiid debajo del aro, cerrando los partidos desde la pura asfixia del ataque rival. Y esta versión de Philadelphia se mantiene inédita en lo que va de serie frente a los Hawks.

Es reprochable que ante los achaques de Embiid, Ben Simmons acumule un total de 8 puntos y 6 asistencias en los últimos cuartos de las derrotas de su equipo. Pero lo que de verdad aboca a los Sixers a la tragedia son los 124,3 puntos de rating defensivo registrados en esos mismos periodos. Números equivalentes a ser siete puntos peor que la peor defensa de la liga.

Resulta inadmisible que en el momento que Capela puede imponerse a nivel físico a Embiid ganándole la posición y haciéndole el box out en ataque, cada penetración se convierta en una autopista. Es inadmisible que los Hawks borren del mapa a cualquier defensor con simples aclarados de Lou Williams o de un desacertado Trae Young.

Dicho desplome del que ha sido el mejor equipo de la Conferencia Este esta temporada deja a las claras que el estado de ánimo del conjunto pasa única y exclusivamente por la salud de Embiid. El pívot ha demostrado durante toda la temporada ser imparable cuando se encuentra en plenitud, además de firmar una de sus campañas más estables en el apartado físico. Por el camino ha aprendido a ser dominante con menos esfuerzo, permitiendo a los Sixers volar todo lo alto que su estrella les permitiese. Pero su techo, pese al esfuerzo puesto en evitarlo, sigue estando en su salud. Philadelphia, como cualquier otro equipo, no está diseñado para ganar sin su estrella, pero su absoluta dependencia anímica en torno a la rodilla de Embiid les convierte en un conjunto anticompetitivo. Lo cual no debería estar en la hoja de ruta de ningún aspirante al anillo.

(Fotografía de portada de Kevin C. Cox/Getty Images)

TE PUEDE INTERESAR