¿Es correcto incluir la prórroga en los récords de anotación?

No es un debate que esté en la calle, pero seguro que sí ha estado más de una vez en la cabeza de alguno de vosotros.

En la NBA actual el sabermetrics manda. Cada año aparecen fórmulas más precisas para medir impacto y rendimiento, los jugadores que disputan ‘menos de X partidos o X minutos’ quedan descartados para aspirar a premios como el ROY o el MVP y uno de los argumentos más recurrentes en contra de aligerar la cifra total de partidos en regular season (de los 82 a los 60, por ejemplo) es lo que se desvirtuarían las estadísticas a partir de entonces, con cientos de récords y comparativas cayendo en saco roto o quedando en un limbo irrecuperable.

Y todo esto es más que comprensible: porque el contexto (cuánto juegas, cuánto descansas, cuántos minutos promedias, cómo se aplica el reglamento en tu época…) importa.

Es por ello que siempre ha llamado mi atención el asunto de las prórrogas. Una puerta que se abre muy de cuando en cuando y de forma totalmente fortuita, ofreciendo cinco minutos extra en los que seguir engordando el boxscore, tanto el individual como el genérico.

Esta liga que tanto se ha molestado en crear columnas específicas donde medir y reflejar, de un vistazo, la productividad cada 36 y cada 48 minutos; esta liga que tanto valoró el récord de anotación de Klay Thompson en un solo cuarto o sus 60 puntos en menos de 30 minutos, dando así la importancia que merece al segmento temporal, pasa por alto –y nosotros con ella– los récords que se rompen sólo y exclusivamente por la suerte de contar con la propina del tiempo extra… es decir, mira hacia otro lado cuando del overtime se trata.

Siendo éste un deporte a reloj parado y no a tiempo corrido (como el fútbol y su ‘descuento’), no sé hasta qué punto es válido o no hacer la vista gorda ante este hecho estadístico.

En el collage de arriba vemos varios recortes de titulares de ayer. Y aunque en el cuerpo de la noticia algunos sí hacen una escueta mención al hecho de que Spida precisó del tiempo extra para firmar su hazaña (que fue brutal, eso no está en duda), lo que pasará a la historia y quedará para siempre en los anales (incluyendo a la sede de los reyes absolutos de los stats, Basketball-Reference) será la cifra total de puntos en un partido de fase regular, y no la duración total del encuentro.

Con suerte para esta pequeña reflexión, por ser en B-R tan meticulosos como son, te añaden, en un gesto de cortesía, un paréntesis donde pone (OT). En los otros diez portales estadísticos que he consultado, ni rastro.

‘Coaches’ y gestión de los minutos: ‘un fail’ tácito

La otra variable que todos tenemos asumida como parte inherente al juego es la del entrenador, siendo él quien dispone cuántos minutos está en pista un jugador y cuántos en el banquillo.

En la época de Wilt era sencillo. Los 48 minutos de los 48 posibles. Luego, con los años, llegó el load management en su versión light, o lo que viene siendo el sentido común para evitar lesiones graves o quemar antes de tiempo a un jugador, dado lo extenso e intenso de la temporada NBA. Entonces, la mayor parte de las estrellas empezaron a promediar entre 35 y 40 minutos por partido; una tendencia que sigue a la baja, con los cuerpos técnicos esforzándose por mejorar las rotaciones y limitando a sus mejores hombres a la media hora de juego siempre que sea posible y siempre que el marcador no corra peligro.

El overtime plantea, justo, la situación opuesta: cinco minutos de urgencia extrema donde el triunfo está en disputa y la ineficacia se paga con la derrota. Las grandes estrellas (salvo Westbrook), no sólo juegan los cinco minutos al completo, sino que son los encargados de tirar del carro y asumir la mayor parte de los tiros y el peso ofensivo de los suyos.

La clasificación ‘sin prórrogas’

Donovan Mitchell anotó 13 puntos en la prórroga ante los Chicago Bulls, quedando su marca final de 71 puntos en ‘sólo’ 58 tantos en las cuatro mangas de tiempo reglamentario. En un listado histórico e hipotético donde no tuviésemos en cuenta las prórrogas, el escolta ocuparía un lugar entre los puestos 80º y 96º, que es el espacio en el que se ubican todos los jugadores que han alcanzado esos 58 puntos sin la ‘ayuda’ del tiempo añadido.

No obstante, como esto no es así, pasa de estar el 80 a colarse en el top-10, algo que cambia sobremanera la forma de percibir y ensalzar el partidazo de Mitchell.

Kobe Bryant, el día que se cumplían diez años de sus 81 puntos a los Raptors, dijo lo siguiente en una entrevista concedida a ESPN: «Fallé un par de tiros libres después de llevar 62 consecutivos. Tuve algunos tiros abiertos que erré. Podía haber metido más. Hubo muchísimas oportunidades fáciles que desperdicié. Creo que los 100 [puntos] eran posibles. Si no me hubiera sentado esos seis minutos en la primera parte, quizás los hubiera logrado».

«Creo que los 100 [puntos] eran posibles. Si no me hubiera sentado esos seis minutos en la primera parte, quizás los hubiera logrado».

– Kobe Bryant

Efectivamente, esos seis minutos de más que sí jugó Chamberlain en su noche de los 100 puntos no los tuvo Kobe en la velada de los 81. Pero ahí entra, como dije antes, la variable del entrenador, una variable más ‘negociable’, después de todo, entre jugador y técnico.

Lo que desde luego no se negocia entre dos equipos es la prórroga. Todos tratan de evitarla, y de hecho Mitchell logró forzarla contra los Bulls in extremis con una acción escandalosa de auténtico jugón.

Si tuviéramos en cuenta los minutos en pista, algo que por sistema tendemos a obviar, gestas como las de George Gervin en 1978 (63 puntos en 33 minutos), de Kobe Bryant en 2005 (62 puntos en 33 minutos) o la antes mencionada de Klay Thompson en 2016 (60 puntos en 29 minutos), cobran un valor capital.

Esto era todo. Me remito, de nuevo, a la pregunta del titular. «¿Es correcto incluir la prórroga en los récords de anotación?»

(Fotografía de portada de Rob Carr/Getty Images)


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