A vueltas con los 65 partidos

Iba a suceder. En cuanto hubiese dinero o estatus en juego, el mínimo de 65 partidos que el nuevo convenio colectivo establece para optar a ...

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Por David Sánchez

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Iba a suceder. En cuanto hubiese dinero o estatus en juego, el mínimo de 65 partidos que el nuevo convenio colectivo establece para optar a los premios de temporada quedaría en entredicho. Consumida la mitad de la temporada, son Joel Embiid y Tyrese Halliburton los responsables de haber elevado el debate a los principales medios estadounidenses. Pívot y base se han perdido 13 y 14 partidos (jugó menos de 20 minutos en uno de los que disputó) de lo que va de temporada respectivamente. Por lo que solo pueden perderse cuatro y tres si quieren tener posibilidades de optar a los galardones. 

El caso de Halliburton es, sobre todo, económico. De su presencia en los All-NBA depende que su salario pase de ser un 25% del tope salarial a un 30% en los próximos cinco años. Lo que se traduciría en unos 40 millones de dólares totales. Es argumentable que el de los Pacers sea uno de los seis mejores exteriores de la competición. Por ello acumula ya dos encuentros sobrepasando la barrera de los 20 minutos a la que obliga la nueva normativa y sentándose a reposar sus problemas musculares. “Es una regla estúpida”, dijo el de Indiana tras forzar ante Boston.

Con Embiid es un asunto de pleno estatus. Ganar otro MVP no cambiaría en nada su situación salarial, es un jugador de super máximo. Pero sí altera, evidentemente, su legado. El camerunés es muy consciente del debate que le rodea, pues es animal de redes. Y sabe que el pasado sábado, después de perderse la visita de los Sixers a Denver, sería carne de cañón para la opinión pública. Esto y el poco margen de error del recién estrenado reglamento le hicieron forzar ante los Warriors, y ahora sufre una lesión en el menisco lateral que le va a obligar a parar de forma indefinida. 

Vista panorámica

Como seres humanos, es lógico empatizar cuando una decisión comienza a afectar a una o varias personas. Cuando la norma se puso sobre el papel, era más fácil abstraerse de cuestiones como las que surgen ahora y detectar el mínimo situado en algo así como un 20% de la temporada como algo lógico. Al fin y al cabo, solo Bill Walton en el 78 ha ganado el MVP disputando menos de 65 partidos (58) fuera de temporadas de cierre patronal. Yendo a los All-NBA, es poco usual encontrarse con jugadores por debajo de dicha cifra. Aunque el año pasado cinco de los 15 integrantes (Giannis, Butler, Curry, LeBron y Lillard) no cumpliesen el requisito y que esto se haya hecho más común de un tiempo a esta parte.

Pero, ¿están funcionando esta norma y el resto de sanciones que ha impuesto la liga para combatir el load management? Pues, a estas alturas del curso pasado, los integrantes finales de los mejores quintetos se habían perdido un total de 108 encuentros, mientras esos mismos jugadores acumula 68 partidos sin jugar. Es decir, 40 ausencias menos. Cada caso es un mundo, y por ejemplo Curry, Butler o LeBron sí sufrieron lesiones de notable duración. Sin embargo, los números hacen pensar que la gestión de carga ha disminuido su agresividad. 

Anoche, Anthony Davis y Kawhi Leonard fueron anunciados como All-Stars por primera vez desde 2021. Ambos han sufrido lesiones en este par de años (Kawhi estuvo fuera toda la 21-22), pero también son sospechosos habituales de elegir qué noches descansan. El 2 de febrero del año pasado La Ceja llevaba 14 encuentros perdidos por los 4 de este curso, el alero (lesión mediante) se ausentó en 16 mientras este año solo acumula 3 ausencias. Los números son demasiado reveladores como para pensar que no hay una relación de causalidad.

De nuevo, la mirada macro devuelve la sensación de que la decisión fue la correcta. Pero hagamos el ejercicio de regresar a los casos individuales. ¿Por qué fuerza Embiid? Porque sabe que ningún logro que se pueda conseguir en temporada regular adorna más el legado que un MVP. El año pasado Embiid ya fue el MVP que menor número de partidos necesitó para llevarse el premio en una temporada de 82 partidos desde el mencionado Walton. Hoy nadie se acuerda de que disputó 66 encuentros. 

Las reglas están para cumplirlas

Lo visto sobre todo con Embiid es doloroso para el espectáculo y arremeter contra un estímulo que hasta ahora no existía es lo fácil. Siendo francos, por mucha dominancia anotadora que el pívot muestre, un MVP adorna el legado por encima de cualquier otro logro que acaparar en temporada regular. De hecho, poner otra estatuilla en la vitrina hubiese a la larga se hubiese sobrepuesto a esa idea de que el camerunés se estaba saltando algunos días clave. 

El año pasado, Embiid ya fue el ganador del MVP que menos partidos había disputado en una temporada completa de 82 encuentros desde el mencionado Walton. Su lesión de menisco condicionará su legado, pero no más que las mermas físicas sufridas en cada postemporada. El dolor y la incapacitación es parte de la historia de Embiid y luchar contra él, como intentó hasta los Warriors, siempre deviene en lastimosos resultados.

Aunque por el tipo de lesión lo de Halliburton sea menos escabroso, involucrar cantidades de dinero contante y sonante dota el asunto de mayor interés. También por involucrar a toda la élite de la liga y no a la media docena (con suerte) de aspirantes anuales al MVP. Si un jugador en contrato rookie firma su extensión máxima, la Derrick Rose rule permite que pase de cobrar un 25% de la masa salarial al 30% si: 

  • Es nombrado All-NBA o DPOY en el último año con salario de novato o  en dos de las tres últimas temporadas 
  • Es nombrado MVP en cualquier año de su contrato de novato

Halliburton inicia su extensión pasado este curso. Hasta aquí bien. Lo polémico emana de la forma en la que se deciden los integrantes del All-NBA y, básicamente, cualquier premio de final de temporada. Y es a través del voto de periodistas especializados. Jayson Tatum y tantos otros ya han apuntado a lo irracional que resulta que gran parte de los salarios de los jugadores se decidan por visiones subjetivas de personas ajenas a las organizaciones que pagan a esos jugadores. Para ejemplificarlo, tomo prestado un argumento de Pepe Rodríguez en Mínimo de Veterano: “Tyrese Haliburton va a ser un jugador de máximo para los Indiana Pacers independientemente de ser o no All-NBA”. 

Es un asunto que viene de largo pero que, una vez entrados a negociar el convenio colectivo, no parece haberse puesto sobre la mesa en ningún momento. Quizás ahí esté el problema. La NBA vive una época de bonanza. En la que hay tanto dinero a repartir que negociar parece una pérdida de tiempo. De hecho, dentro de las conversaciones entre Asociación de Jugadores y NBA, son las estrellas los que menos peso tienen por simple demografía. Y suelen ser los asuntos que les incumben los que se pasan más por alto a no ser que se empeñen en que figuren en la agenda pública. Como los ya infames 65 partidos.

“Es fruto de largas negociaciones con la Asociación de Jugadores. Todo el mundo del entorno lo firmó”, decía Joe Dumars, vicepresidente ejecutivo de la NBA, sobre las quejas de Halliburton. Puede que esto sirva para que la próxima vez, cierto sector se tome las luchas sindicales más en serio cuando es el momento de tomárselas.

(Fotografía de portada de Tim Nwachukwu/Getty Images)

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