Black Monday, penúltimo arreón de ‘la semana de los superdescuentos’ (vamos por el décimo día) para estirar la excusa y empalmar el chicle con las rebajas de Año Nuevo. Pero no pasa nada, porque en Los Ángeles las rebajas en la zona van a durar bastante más. Tanto como tarden los Lakers en entender que Anthony Davis, sólo-solísimo, no puede.
Y no puede ni siquiera el día en que los titulares le besan la oreja y doran la uniceja. Davis sólo no basta para evitar que el Black Saturday de anteanoche fuese eso, un sábado con preocupantes tintes negros que, como el del ’29, no sea sino la antesala de varios lunes y jueves aún más oscuros pero que sumidos en la burbuja del más elemental boxscore y el resultadismo, abandonamos en un segundo plano, como si ignorar las señales fuese a hacerlas desaparecer.
Hoy por hoy, casi ninguno de los indicadores clave soportan el discurso que vengo a contar, pues:
- Los Lakers avanzan séptimos del Oeste con un 10-7 de récord.
- Su Defensive Rating como equipo es 110,7 (9º mejor de la liga).
- Con 32 puntos, 13 rebotes y 3 tapones, Davis fue pieza indiscutible en el triunfo ante los Cavaliers en Ohio.
Aún así, la tesis que os traigo hoy se asienta en ciertas señales que obligan a preguntarse si los Lakers van a poder aguantar este ritmo de asimetría defensiva mucho más.
Impacto ‘intrascendente’
El ‘contradato’ que amenaza las tres verdades de arriba parte del nulo impacto de Davis en el +/- en este primer mes de competición (sólo lo mejora en +0,4), cuando nos tiene acostumbrados a ser diferencial especialmente en la suerte atrás (4 puntos menos recibidos por 100 posesiones el curso pasado, y net ratings que orbitan el +5 en sus años buenos como angelino).
Pero siendo el plano numérico importante, más lo es el cómo llegamos hasta él; identificar las causas. Y el duelo ante los Cavs del sábado fue bastante revelador en esto, resumiendo varios problemas que pueden castigar seriamente a los Lakers si David Harm no toma medidas, sobre todo ahora que está a tiempo y puede actuar desde una posición preventiva y no reactiva, cuando el margen para generar automatismos sea mínimo.
El calendario por ahora ha sido cómodo en Lakerland (dos enfrentamientos ante unos Suns sin su Big Three), y aunque compiten, sufren de lo lindo ante equipos de pizarra ordenada y frescos en movimientos sin balón (Denver Nuggets como el máximo arquetipo). Conforme crezca el desgaste y los playoffs se acerquen, toda carencia en forma de contrapesos en pista se irá notando más y más, y los Lakers, dependientes como pocos de dos estrellas veteranas (a lo que Davis debe añadir su frágil salud ósea/muscular), son ideales para sufrir las consecuencias si los Hachimura, Hayes, Prince, Reddish, Wood y compañía no dan un paso al frente decididos a hallar ese equilibrio.
Partimos de dos premisas, una de las cuales no se va a solucionar: LeBron defiende a su manera, esto es, bueno en la marca uno contra uno (pero ya lejos de la élite) y válido desde el liderazgo, especialmente en el clutch, pero terrible en todo lo que suponga el juego de ayudas, lo que a menudo se traduce en despistes severos perdiendo a su hombre y forzando a desajustes que terminan degenerando en superioridad numérica del rival y la canasta fácil.
La segunda premisa se sustenta en el error de ‘sobreconsiderar’ a Davis, ensalzándolo hasta un punto que entregarle la pintura en solitario se presenta, no sólo como una opción válida, sino aplaudida por la prensa y por sí mismo:
«Todo. Soy el D-line, el linebacker, el safety, el cornerback, todo. Estoy en todas partes» dijo, humilde, en una rueda de prensa concedida a Spectrum SportsNet después de que su entrenador, previamente y tirando de analogía NFL, lo tildase de un defensor tipo linebacker. «Sólo trata de estar ahí para el equipo. Como les dije a los muchachos, simplemente presionad a quien tenga la pelota y canalizadla hacia mí y les ayudaré a intentar taponar o molestar el tiro, entonces ellos simplemente adelantarse a cualquier big men a la caza del rebote. Así que trato de ser ese ancla para los muchachos, sabiendo que tienen esa protección en la línea de fondo, lo que les da suficiente confianza para salir y presionar el balón».
«Todo. Soy el D-line, el linebacker, el safety, el cornerback, todo. Estoy en todas partes»
– Anthony Davis
Estas declaraciones fueron posteriores a su triunfo ante los Trail Blazers de DeAndre Ayton. Y es sencillo ver el reflejo de sus palabras en algunas secuencias de a continuación, del partido frente a Cleveland del fin de semana. Con la diferencia de que delante tenía un guard sensacional, un ‘4’ cargadito de fundamentos y un finalizador como pocos en el circuito: Donovan Mitchell, Evan Mobley y Jarret Allen.
Davis y ‘su’ guerra
Dos acciones, este par de arriba, casi idénticas. Davis quiere estar en todas partes y ser el comodín del público, el de la llamada y el del 50 por ciento al mismo tiempo. Y ante el defecto de abarcar, el poco apretar y mismo defender. La entrega a toda cancha del center de poco sirve si sus compañeros no le acompañan; como una presión alta, donde si falla un sólo eslabón, el envite se convierte en un acto no sólo estéril sino contraproducente.
En todas partes… y en ninguna
De los perfiles de defensor según Bball-Index (Point of Attack, Chaser, Helper, Low Activity, Wing Stopper, Mobile Big, Anchor Big), Davis quiere serlos todos a un tiempo. Algo inalcanzable incluso para un jugador de su versatilidad y coordinación.
Intensidad que viene y va
Y ahora la viga en el ojo propio ya que no todo es paja en el ajeno. Pues una cosa es de lo que él presuma y la carga que se arrogue, y otra distinta la frecuencia con la que exhibe su virtud. En el caso de Davis, su magia en cancha es tan obvia como notoria es su irregularidad. Inconsistente en el ahínco, las jugadas en las que lo da todo se alternan como otras donde la pasividad se apodera de él a ritmo de metrónomo.
LeBron: la ley de mínimos
La estrategia de que Davis salga, como él dice, a marcar al penetrador y hostigarle en su internada puede dar sus frutos únicamente si el resto del quinteto baila al son de la misma canción.
Aquí, LeBron, blando como la cera, hace inútil el esfuerzo de La Ceja, dejando que Allen reciba y saque un gancho cómodo. En el vídeo de abajo más lo mismo. Nula compenetración en los cambios, LeBron desiste en la ayuda interior y Davis vendido ante el peligro.
Última acción de esta tanda (todas terminan junto al aro).
Defensa doble sobre Mitchell (Max Christie, con su actitud y puntería, acabará por ganarse un puesto fijo en la rotación) que LeBron condena y sepulta por su falta de fe y querer salir a tapar la posible recepción de Struss, dejando sólo a Mobley (su hombre) y regalando una vez más el 2vs1 ante un Davis que poco puede hacer.
¿Habría, pues, que sentar más a LeBron? Sería el mayor acto de suicidio en este tramo inicial de temporada donde, a pesar de sus desnudos, su capacidad de condicionar en positivo todo lo que a su alrededor ocurre supera, con creces, lo que te quita.
Los tiempos de aparecer en los Mejores Quintetos Defensivos son cosa del pasado (nueve años de su última aparición), pero sigue sin restar en exceso a pesar de no ser la pieza que haga elevar el nivel atrás. Aún así, es tal su impacto en ataque, como distribuidor y ejecutor, que compensa por mil.
Y si aún hay dudas, sólo debemos mirar la tabla de On/Off de la plantilla.
El Value Over Replacement es de risa. Risa histriónica y de lo más preocupante. La dependencia es total. Sólo seis jugadores con diferencial positivo, donde el segundo es Wood (+7,7), y el primero, con varios cuerpos de ventaja, la estrella que está a un mes de cumplir los 39 y que urge dosificar para que no llegue a playoffs sin jugo por exprimir.
El problema de la rotación
¿Supondrá el regreso de Jarred Vanderbilt la solución a todos los problemas? Desde luego que no, pero un alivio lo será, sin duda, para que Davis, más que le pese, abandone esa utopía todocanchista en defensa y se ocupe de lo que se puede ocupar, ejerciendo de interferencia en las inmediaciones de la zona restringida, donde su poder intimidador/taponador resulta realmente eficaz.
El plan de salir a presionar y acompañar al slasher para puntear su tiro tiene sentido si hay otro big man para capturar el rebote, y aunque los Lakers son de los mejores de la NBA en segundas oportunidades concedidas, esta opción debe reservarse a los tramos de partido en los que cuenten con una mayor presencia de centímetros en pista, ya que LeBron no está por la labor ni tampoco puedes exigírselo a Reaves y sus 1,96.
Por supuesto el desequilibrio nace de una falta de actitud (Rodman y un un taller de ‘cómo atacar el rebote’ como estupenda inversión), y con la correcta implicación mejorarían los resultados. Pero también es cierto que el jugador más alto de la plantilla, Jaxson Hayes (2,13), de quien el insider de la franquicia, Jovan Buha, filtró que el staff pensaba usarlo a menudo junto a Davis para formar una potente dupla interior en términos de altura, cuesta un mundo verlo de corto junto a la Ceja.
De hecho no podemos estar más alejados de la norma. Davis y Hayes compartiendo pintura, es la excepción. En los seis quintetos más empleados por Harm en lo que va de curso está Davis pero no Hayes. El séptimo es el primero donde aparece Hayes, pero es Davis entonces quién falta.
Lo cierto es que el máximo de tiempo que han estado juntos Davis y Hayes en una misma alineación es de cinco minutos. Cinco. CINCO.
Con esta muestra se hace realmente difícil comprobar qué tal rendirían ambos interiores al unísono, en especial atrás, donde más réditos podría dar esa labor de complemento.
Y de camino someteríamos a prueba la dudosa tabla de Craftednba donde Hayes despunta, en este inicio de campaña, como uno de los defensores más flexibles y resistentes al mismatch de toda la NBA.
(Fotografía de portada de Steph Chambers/Getty Images)