Aunque no lo parezca, por Atlanta, capital del estado de Georgia, puede encontrarse uno de los relieves más accidentado de la geografía estadounidense. Sobre todo, si uno se deja caer por el Philips Arena, hogar de los Atlanta Hawks. Al conjunto que dirige Mike Budenholzer la temporada 2016-17 le da para notable alto, sin embargo son un homenaje a la irregularidad.
Y explicamos el porqué. Ayer pudieron con los Houston Rockets, el cuarto mejor equipo de toda la competición. La noche anterior cayeron ante Miami Heat. Cal y arena en los bolsillos. Y en los cuatro enfrentamientos anteriores calcaron resultados: victoria, derrota, victoria, derrota…
Estos Hawks son un vagón irregular. En posesión de lo mejor cuando sus armas están en filo históricos (véase Tim Hardaway Jr ayer). Han ganado a Houston (dos veces), San Antonio, Oklahoma, Toronto, Indiana, Milwaukee, Cleveland o Washington. Pero también han perdido contra los pelajes más despoblados de la liga.
Ganar y perder en Atlanta
Con su cómoda situación en la Conferencia Este, de manera evidente han ganado más que perdido (29-21). Sin embargo, la ausencia de una tendencia ganadora estable les impide, por el momento, pelear el segundo puesto de su conferencia.
Son más de arreones. Atlanta cuenta hasta el momento tres rachas de más de tres victorias seguidas: Los primeros tres encuentros; una racha de seis noches ganando en noviembre; y solaparon diciembre y enero con siete triunfos consecutivos. El resto de la temporada, vaivenes constantes de resultados.
Pelear en el Este
Con todo, los Atlanta Hawks tienen el cuarto lugar del Este –sitio de los Washington Wizards– en el catalejo. Solo a medio partido de distancia en la clasificación.
En el momento que desentierren algo más de regularidad, la segunda plaza de la conferencia tendrá nuevo aplicante.