¿Debería ir Joel Embiid al próximo All-Star?

La picaresca, dejando a un lado su condición de género que busca una crítica a las instituciones y valores predominantes de una época, siempre ha albergado a un protagonista que se vale de su agudeza para sacarse las castañas del fuego ante situaciones en las que otros no sabrían ni cómo actuar. Son personajes astutos que tienen en el lenguaje su particular kalashnikov para guerrear ante los problemas del día a día. Y lo saben usar realmente bien.

Cuando pienso en cómo Joel Embiid se ha ganado un hueco en los intereses de quienes seguimos la NBA a cada segundo, no deja de venirme a la cabeza la capacidad que ha tenido el joven pívot para salir de un atolladero como es pasarse dos años completos sin jugar y, a la primera oportunidad que ha tenido, demostrar que es un fenómeno de este deporte. Porque Embiid es un pícaro de los de antaño; un tipo que ha tirado de su ingenio para ganarse un puesto en la liga dándonos la sensación de ser un veterano bajo el espíritu inocente propio de estos personajes novelescos. Hasta su juego es una noción de travesuras. Un “aquí estoy yo” para atreverse a hacer cosas que otros no podrían o incluso sabrían.

Por manejar la picardía, la ha sabido usar hasta en el sentido humorístico, con una de las cuentas de Twitter más prolíficas y satíricas que se pueda uno encontrar en el baloncesto. Más allá de la ilusión por verle despegar en pista, eso también generó que no pudiésemos olvidarnos de él en estos dos años. Era su batalla personal y supo salir de ella con la gracia y perspicacia con la que solo nacen unos cuantos.

Philadelphia, con los brazos abiertos

Embiid está poniendo de nuevo a Philadelphia en el mapa. Esta afirmación seguro generará discrepancias; pero fríamente analizada, bien podría ser así. En el contexto de la NBA, la ciudad de Pensilvania lleva varios años siendo nombrada bajo un tono negativo, de crítica. Lo que ‘The Process’ ha arrastrado en su camino ha sido mucha más incomprensión que apoyo. El tanking no encubierto y prolongado ha sido una losa demasiado pesada en la reputación de los 76ers, quienes han puesto muchas veces a prueba la paciencia de sus aficionados (y de cualquier espectador) para, de momento, no haber conseguido demasiado.

Hasta el comienzo de esta temporada, seguir evocando a los 76ers era conducir irremediablemente al cerebro a pensar en uno de los peores equipos de la liga. Ahí están los resultados de estos cursos. Pero este año, amigos míos, la cosa está cambiando. Desde el primer partido en el que Embiid estuvo, la ilusión empezó a hacer su aparición en el Wells Fargo Center. Como cuando los primeros rayos de sol comienzan a salir tras un frío y largo invierno y has de resguardarte un poco para no emborracharse con la vivacidad de la naturaleza.

El impacto de Embiid en la franquicia está siendo notable. Y no, no solamente es él el motivo de que el equipo carbure algo mejor. Pero sí que es cierto que es uno de los culpables del cambio de inercia que han sufrido los 76ers. El vagón ya no va cuesta abajo y sin frenos. Y si dejamos las sensaciones a un lado, vemos que ahora mismo Philadelphia suma el mismo número de victorias (10) que en todo el año pasado.

Sus números

Embiid es un poderoso bailarín en la cancha. Una prueba de que la agilidad no está reñida con el centro de gravedad. Un pívot de esos que no es fácil ver y que cuando tenemos la oportunidad de catar, se espera con ansia la siguiente fecha para verle. Tiene aura de estrella, y sino que nos lo digan a los que tantas veces hemos deseado que nunca más se vuelva a lesionar. El baloncesto no se merece perderse a un jugador de porte tan distinto a todo lo que hay.

Actuaciones en mano, Embiid se ha convertido en el guía de muchos triunfos de los 76ers. Ya sea por ser su máximo anotador, su máximo jugador o ambas variables a la vez. Si hacemos un rápido muestreo de su breve currículum, vemos que ha sido capaz de detener a Anthony Davis; de dominar tanto el triple a pesar de su altura que desea estar en el concurso del All-Star; de ser una auténtica referencia defensiva para los suyos; o de ser el primer rookie que con medias de 18,4 puntos, 7,4 rebotes y 2,4 tapones en sus 20 primeros encuentros profesionales desde Shaquille O’Neal, Dikembe Mutombo, Hakeem Olajuwon o David Robinson.

Y que no se nos olvide que todo ello ha sucedido bajo una restricción de minutos. Ya imaginar lo que sucederá cuando esta no esté es continuar hablando en positivo de la progresión de un jugador al que ahora mismo no parece que se le pueda poner un techo profesional. Aunque esto, y siempre desde la prudencia, es algo que se constatará a medida que avancen las campañas. Tiempo al tiempo.

Las votaciones para el All-Star

El All-Star lleva tiempo siendo una versión descafeinada de lo que fue. El “defiende tú que a mí me da la risa” parece ser la filosofía predominante de las últimas ediciones, algo que ha devaluado un producto que lo tiene todo para seguir siendo uno de los shows deportivos más excitantes de todo el planeta.

Bajo esa premisa, necesitamos nuevos estímulos. Jugadores que aporten nuevos ingredientes para que la salsa no tenga siempre el mismo sabor. Ahí es donde entra Embiid, una especie en peligro de extinción que aporta factores diferenciales; características que casi ningún otro pívot de la competición posee. Y encima, sus números acompañan. No son solamente palpitaciones.

Embiid es capaz de desarrollar con acierto diferentes facetas del juego. En esta edición del All-Star no todo pueden ser contraataques en los que gana el que corre despavorido a canasta con mayor celeridad. También son necesarias otras visiones del juego. Algo más reposado, más estético. Que la palabra transición sea más usada en el sentido fílmico que en de la pura adrenalina del coast to coast.

¿A quién quitamos?

Esta es la gran pregunta. Se puede argumentar todo lo bien que se quiera la idea de que Embiid merece un hueco en el All-Star, pero después hay que enfrentarse a la realidad del listado. El momento de chequear quién sí y quién no, y además repartir justicia equitativa en el intento. Algo nada fácil sin duda.

Mirando los primeros resultados de las votaciones en el frontcourt del Este se advierte la presencia de hasta tres jugadores por delante de Embiid. LeBron James, Giannis Antetokounmpo y Kevin Love. La presencia de LeBron no merece ni un segundo de duda; en el caso de Giannis, si antes hablábamos de aportar un factor diferencial a lo que ya hay, la estrella de los Bucks es otro ejemplo perfecto de cómo romper moldes desde la atribución de distintos roles en una misma persona. Un inamovible de esta lista.

Más vacilación hay sobre Love. El cuatro de los Cavs siempre ha sido más efectivo que espectacular, adquiriendo un papel de mayor peso colectivo en esta etapa en Cleveland que en la que pasó en Minnesota. Es un engranaje del equipo campeón, pero no sé si cuenta con los atributos que se deben demandar en un All-Star. No aporta un distintivo, algo que le haga brillar sobre las características del resto. Y ahí es donde está el resquicio para que aparezca Embiid.

De todas maneras, si no es como titular, el big man de los 76ers tendrá su oportunidad desde el banquillo. Observar lo que está haciendo esta temporada es sinónimo de sopesar tenerle en ese fin de semana de las estrellas. Es condecorar a un jugador de primer año que se desempeña como si llevase siete. Por números, por sensaciones y por liderazgo. Joel Embiid ha llegado a los All-Star para deslumbrar y, cómo no, para quedarse ahí hasta que él mismo quiera.


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