El nuevo mundo de los Knicks

Vivimos en un mundo en el que los Lakers despiden a su entrenador no tan solo antes del Día de Acción de Gracias, sino incluso antes de que las familias norteamericanas empiecen a discutirse por quién será el anfitrión del próximo Día de Acción de Gracias. En este extraño mundo, también, los Knicks son todavía el último equipo invicto de la NBA.

Temo a este mundo. Todos deberíamos temerlo, de hecho.

Porque Carmelo Anthony está reboteando y fajándose en defensa al tiempo que mantiene su voraz instinto anotador. Y sobretodo, porque mientras en esta pre-temporada todos nos mofábamos de estos viejos Knicks, olvidábamos que los veteranos iban a ser solamente el talento periférico, y no el principal.

A no ser que seas los Lakers, es pronto (muy, muy pronto) para sacar cualquier conclusión al respecto, pero algo inquietante y desestabilizador está pasando. Los New York Knicks son hasta el momento, oh! sorpresa, muy buenos.

“Son un muy buen equipo”, dijo Rick Carlisle el pasado viernes tras el partido que los Mavericks perdieron en el MSG y que ponía a New York 4-0 en la clasificación por primera vez desde la temporada 1993-94. “En mi opinión”, prosiguió el head coach de Dallas, “están entre el muy reducido grupo de equipos que pueden acabar ganando la Conferencia Este”. Hipérboles a un lado, Carlisle no quiso olvidarse de mencionar una verdad indiscutible: “Y además tienen a Jason Kidd”.

Bien, todos sabíamos que los Knicks tienen a Jason Kidd, pero lo que Rick Carlisle quiso decir fue que los Knicks tienen a este Jason Kidd. Un jugador que, pasado su pico más alto de forma y rendimiento, ha sabido evolucionar hacia un nuevo estandarte de juego basado en hacer crecer la intensidad y concentración de todos sus compañeros, tal como hizo en los Mavs que también dirigía Carlisle.

Los Dallas Mavericks ganaron 67 partidos durante la regular season de la temporada 2006-07, pero fueron eliminados por Golden State en una primera ronda de aquellos Playoffs que pocos olvidan a fecha de hoy. En febrero de 2008 los Mavs adquieren a Kidd de New Jersey, y al final de su segunda temporada completa en el roster de Mark Cuban, Dallas gana el primer anillo de la historia de la franquicia.

De aquellos Mavs también llegó Tyson Chandler a New York vía sign-and-trade, pero es la influencia y maneras de saber ganar de Kidd, ya con 39 años y con sus días de nivel All-Star muy atrás, las que, en gran medida, mantienen a los Knicks imbatidos en esta feroz NBA.

Más allá de este éxito superlativo, su historial le avala sobradamente: fue un veterano de gran valor para el Team USA cuando en el Redeem Team de Pekín’08 se trataba de volver con el oro olímpico o no volver. Resucitó a una franquicia en vías de descomposición como eran los Nets hasta llevarlos a dos Finales consecutivas. Y ahora capitanea este último gran proyecto de maquillaje deportivo y mediático en la Gran Manzana.

Viene de lejos que la franquicia de Manhattan tenga más fama, dinero y estatura mediática de la que quizá sus logros deportivos merezcan. Y lo mismo se puede decir de Carmelo Anthony en realidad, cuyo talento y nivel de estrella nunca ha estado puesto en duda, pero cuyo historial ganador se resume en una eliminación en primera ronda de Playoffs tras otra en sus nueve años de carrera NBA.

Pero este año Anthony parece un jugador distinto, mejorado. Sus 26,8 puntos por encuentro siguen estando ahí, y le colocan por el momento al frente de la lista de mejores anotadores de la competición, pero sus 7,4 rebotes por partido, los 2,2 balones que pierde y el tapón que, también de media, coloca cada vez que juega, son, los tres, sus mejores registros personales como profesional. Por fin parece que Melo es capaz de trasladar el rendimiento mostrado en los dos últimos Juegos Olímpicos con Estados Unidos a las pistas NBA. Jugar duro en los dos lados de la pista, esa es la principal diferencia.

Los Knicks llegaron a las Finales de la NBA en las dos otras únicas temporadas en que empezaron con un balance de 5-0 en su casillero (1969-70 y 1993-94); el rendimiento de Raymond Felton, J.R. Smith y el propio Kidd está tan por encima de lo que sería esperable, que ya nadie se acuerda de Amar’e Stoudemire o, si se acuerda, es para desearle que siga recuperándose cuanto más tiempo mejor; segundos en puntos a favor por partido (detrás tan solo de Miami); primeros en puntos en contra por partido; primeros en margen de puntos a favor… todos ellos aspectos que permiten soñar a los fans de los orange & blue.

Pero tan solo los cinco primeros partidos de una competición a 82 no son (ni mucho menos) margen suficiente como para emitir ningún juicio razonable. Aún con todo, si este es el “nuevo” Melo y si Kidd consigue ser constante en su aportación (también en la que no aparece en los boxscore), habrá motivos más que suficientes como para temer al mundo en el que vivimos.


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