Sea por problemas físicos, desmotivación o intencionalmente para buscar un traspaso, la temporada de James Harden con los Brooklyn Nets ha sido decepcionante. Sobre todo las últimas semanas que pasó allí atisbando el horizonte del trade deadline llevaban a plantear si su estatus había dejado de ser el de superestrella de la liga. No seré yo quien tilde a La Barba de mezquino y caradura, pues ya hay quien porta ese discurso a capa y espada.
De todas formas, lo que se ha visto con Harden desde que se puso el uniforme de los Philadelphia 76ers nada tiene que ver con esa versión tan mermada como apática de hace escasos días. Por lo pronto, y con una personalidad como la suya nunca se puede hablar a medio o largo plazo, a Harden le apetece estar donde está. Y la introducción de una figura como la suya cambia la morfología de cualquier equipo. Incluidos los Sixers de Joel Embiid.
La pareja de moda
Vamos primero con el elefante en la habitación. Una de las primeras cuestiones que surgían de la llegada de Harden era ver a Embiid involucrándose como pívot de pick-and-roll. El camerunés siempre ha sentido predominancia por el poste bajo, medio o incluso atacar el aro de cara desde el perímetro. La mayoría de bloqueos que colocaba iban dirigidos a forzar cambios defensivos o simplemente situarse en un lugar de partida favorable para sus aclarados. El año pasado acudía a esta acción una media de 3,2 veces por partido, 17º dato más alto de la liga y con el menor porcentaje de frecuencia entre los pívots de élite. Este año las cifras no eran mucho más altas a pesar de que Tyrese Maxey sí es un base que ejecuta el pick-and-roll con mayor asiduidad que Ben Simmons.
Evidentemente, esto ha cambiado desde el primer minuto de Harden en pista. Por algo es uno de los jugadores que más acciones de bloqueo ha operado en la última década. Ante las dudas iniciales y la contundente respuesta de Embiid sintiéndose como pez en el agua, los hay que han clamado que el pívot puede jugar como quiera que para eso es el más que probable MVP de la temporada. Y sí, es lógico confiar en el talento de Joel, pero eso no quita que hubiese expectación por ver cómo funcionaba en cancha.
Hay una secuencia en el primer partido de Harden con los Sixers que ilustra muy bien las dudas que podía haber en base a su encaje con Embiid. Ambos juegan un pick-and-roll frontal y La Barba filtra el balón para que el pívot reciba una continuación corta a la altura de la bombilla. La falta de costumbre provoca que Embiid no espere el balón en esa situación y no sepa qué hacer con él en primera instancia, terminando por doblar el pase a una esquina. Para las dos siguientes acciones de este tipo, el camerunés ajusticia con dos tiros de media distancia una zona 3-2 y una sobreayuda interior por parte de los Timberwolves. El segundo y hasta ahora último encuentro de la pareja es la confirmación de que este dúo puede ser el más dominante de la liga en el bloqueo y continuación.
La habilidad pasadora de Harden y su renovada amenaza al triple tras bote, penetración o tiro en carrera son una bendición para Embiid, un siete pies capaz de levantar tiro desde cualquier posición y resolver cualquier situación en la zona restringida aunque no reciba en la mejor de las condiciones. Él mismo lo tildaba de indefendible tras el encuentro frente a los Knicks. «¿Qué se supone que se puede hacer? Tienes que tomar una decisión: quedarte conmigo o quedarte con James. Y si decides ayudar con más jugadores para cubrirnos a ambos, tienes a Matisse [Thybulle] atacando el aro y al resto de tiradores abiertos».
Termino esta parte del texto recuperando una reflexión que me pareció leerle a Nacho Losilla en Twitter pero que no encuentro en su perfil. Esta venía a decir que el juego de pick-and-roll era mucho más exigente a nivel físico para Embiid y sus rodillas. Durante las dos últimas temporadas el pívot se está sometiendo a un plan de ejercicio y alimentación para tratar de evitar las lesiones que le han martirizado toda su carrera. Dentro de esa idea estaba reducir sus esfuerzos a través del plan de juego, y esto cambia las tornas. Veremos qué impacto tiene a largo plazo, pero de momento a los rivales les toca romperse la cabeza para defender una secuencia ofensiva tan sencilla como devastadora.
Sostenibilidad defensiva
James Harden es un defensor exterior inoperante. Superarle en el uno contra uno desde el perímetro es gratis e incurre en tantos despistes en sus marcas sin balón o ayudas que sería imposible enumerarlas. Ahora bien, esto no es nada insostenible. De hecho, los Houston Rockets que lideró durante años fueron un equipo marcado por la faceta defensiva cuando llegaba la hora de la verdad. En Brooklyn era imposible tapar sus fallas porque los Nets no contaban con el talento defensivo para ello, pero en Sixers vuelve a tener una estructura que le permite esconder sus vergüenzas.
No faltarán los equipos que traten de cazarle en situaciones de cambio en bloqueos para atacarle en aclarado. Sin embargo, Thybulle y Danny Green o, en menor medida, Harris y Maxey, son muy hábiles a la hora de perseguir bloqueos sin necesidad de cambiar la asignación. Mientras, Embiid esperaría como defensor en ayudas.
Dónde más sufren los Sixers en realidad es en situaciones de pick-and-roll que obligan al pívot a alejarse de su zona de dominio. Philly suele defender en drop, es decir, con Joel reculando hacia la zona y el defensor primario persiguiendo a penetrador. Secuencia en las que sufren demasiado si el exterior no se llama Matisse o Danny. Harden no solo no mejora esto, sino que agrava la debilidad. La solución pasa pues por hacer ajustes de pizarra en torno al comportamiento de Embiid ante sistemas de bloqueos. Pero Doc Rivers no es sospechoso de alterar sus planes sobre la marcha.
En el momento justo
James Harden ha aterrizado en un equipo que ya funcionaba muy bien sin él. Es cierto que su techo no aspiraba al anillo y que se le habían atragantado algunos finales por cargar el juego demasiado sobre Embiid. Pero en términos generales, las últimas semanas estaban siendo las mejores de los Sixers a nivel colectivo desde la temporada pasada.
Philly es un ataque bastante rígido en cuanto a que nadie actúa hasta que Embiid decide. Lo normal es que los ataques comiencen buscando el camerunés en poste bajo y sitúen al resto de jugadores abiertos esperando a que el camerunés doble el balón ante un dos contra uno de la defensa rival o finalice en aclarado. Solo cuando el balón va de dentro a fuera, Tyrese Maxey o Tobias Harris tienen la potestad de romper sistema atacando con bote.
De nuevo, esto con Harden cambia drásticamente. Con La Barba iniciando desde cabecera o 45º, lo normal es que al menos un defensor exterior rival quede pendiente de la ayuda por si Harden rebasa a su par. Esto activa de forma más natural uno de los movimientos que Tyrese Maxey —quizás el jugador que más está disfrutando con su nuevo compañero— domina a la perfección. Que no es otro que recibir con su defensor algo girado y atacar el contrapié de forma voraz. A partir de ahí y de secuencia similares con Tobias Harris, los Sixers pueden poner en marcha su notable circulación de pase con más asiduidad.
Por naturaleza, durante ciertas fases de partido Harden va a acudir al aclarado y al bloqueo y continuación consumiendo gran parte de las posesiones del equipo. Pero de momento se atisba cierta mentalidad past first y las ganas de que el juego pase por las manos de sus compañeros. De todas formas, los Sixers ya son un equipo acostumbrado a moverse en consonancia a lo que haga su líder.
Puede que este James Harden no sea jamás el monstruo ofensivo que fue entre 2016 y 2018. Pero él mismo demostró no tener la necesidad de ser el líder absoluto con su llegada a los Nets, donde dio un paso hacia un lado con respecto a KD y se encargó a conciencia de encajar el resto de piezas aunque las circunstancias terminasen evitándolo.
Con esta misma mentalidad ha llegado a Philly, donde parece un hombre nuevo y la prensa resalta su felicidad y compromiso con la causa. Lastimosamente, siempre hay que ponerle un asterisco a medio plazo. Toca ver cual será su respuesta cuando el día a día se convierta en rutina y tenga que jugar cada dos días a un nivel de exigencia máximo. Prueba que su físico o ganas no han logrado superar este año. No obstante y por muchos detractores que acumule, descubrir el camino que le queda por recorrer en su nueva andadura vuelve a ser apasionante. Siempre lo debería ser con un jugador de su calado histórico, a pesar de que últimamente nos permita olvidarnos de ello más de lo recomendable.
(Fotografía de portada de Adam Hunger/Getty Images)