No hace demasiado que escribí en Twitter sobre las sensaciones que me despertaba Jaren Jackson Jr. cada vez que me sentaba a ver a Memphis Grizzlies. Por avatares del destino, no había una sola ocasión en la que el pívot me transmitiese impresiones cercanas a las expectativas que lo rodean.
Ocurre con perfiles como el suyo que tendemos a etiquetarle más como el jugador que puede llegar a ser que por lo que es. Para no alargarme, pues ya lo he explicado más de una vez, la expectación se dispara al observar que un jugador de 2,13 metros es capaz de moverse por momentos como un alero, defender ocasionalmente las cinco posiciones y mantener porcentajes cercanos al 40% con un alto volumen de triples por partido.
De repente, el jugador se convierte en el imaginario colectivo en un prototipo que aúna el juego al poste y dominio interior del pívot clásico junto con todas las virtudes del interior moderno capaz de ser alero en ambos lados. Eso fue justo lo que insinuó el primer impacto de Jaren Jackson Jr. en la liga, pero en parte por las lesiones y en parte por cierto estancamiento en unos Grizzlies que no le pertenecen, el siete pies sigue siendo más promesa que realidad.