John Jenkins: de Burgos al Madison Square Garden

No todas las historias de la NBA están jalonadas de grandes noches ni de estrellatos. La de John Jenkins es una historia de pelea, de ir y de volver de la gran liga. Ahora, está de regreso, al menos hasta abril, cuando la decepcionante temporada de los Knicks acabe. Él tiene un contrato asegurado hasta ese momento y unos cuantos partidos más en el Madison Square Garden. Los disfrutará, por lo que pudiera venir.

En la temporada 2017-18, John Logan Jenkins III hacía lo que muchos profesionales estadounidenses del baloncesto se han visto obligados a hacer en su carrera: salir al extranjero. Número 23 del Draft de 2012 por los Hawks, tras brillar en la Universidad de Vanderbilt, Jenkins había tenido trabajo en la gran liga hasta el verano de 2017. Con más o menos minutos, pero trabajo, aderezado por si no había oportunidades con un buen número de diversas presencias en la G League. Sueldos ganados a golpe de sudor y a veces, de ligas menores. No importaba. Atlanta, Dallas y Phoenix fueron sus tres equipos en ese periodo de 2012-17. Con los Hawks, 98 partidos, su estancia más prolongada en la NBA.

Tras celebrar 4 duelos en la 2016-17 con los Suns y buscar sitio en el afiliado de los Knicks en la G League, los Westchester Knicks, fue el momento de probar cosas nuevas, de irse ni más ni menos que a la ACB, San Pablo Burgos,  primer curso en la élite para los burgaleses. Jenkins, que lo había intentado en Atlanta en la pretemporada de 2017, vio cerradas sus puertas de la NBA en octubre de ese año y se embarcó en la experiencia de la ACB. Llegó iniciado el curso 2017-18 y con 13 puntos de media cumplió con el objetivo del San Pablo Burgos, que no era otro que la permanencia.

Ganador de la Summer League

Jenkins había estado un año en España, había jugado a buen nivel, había hecho lo que más le gustaba, anotar desde sus posiciones exteriores, recordando aquellos días de instituto, cuando fue el máximo anotador del todo el país con la camiseta de Station Camp High School (en Gallatin, Tennessee). Aquellos 42,3 puntos por duelo, cerca del récord histórico del país, en manos de Ronnie Schmitz y sus 44,2 puntos en la 1988-89, fueron teniendo sus ecos conforme cumplía años.

En el verano de 2018, con 27 años, volvía a intentar el trayecto de la NBA. Ganaba Las Vegas Summer League con los Blazers, 12,0 puntos de media para él, 7 partidos de titular de 7 posibles. Es trabajo le dio dos réditos a corto plazo: realizar la pretemporada con los Knicks, que no le perdían ojo desde su estancia en la G League, y representar en noviembre a Estados Unidos en las Ventanas FIBA.

Al Madison Square Garden… con parada previa en la capital

Enero y el año nuevo alumbraron opciones renovadas para Jenkins. En los cambios y más cambios realizados por unos perdidos Wizards, Jenkins tuvo la oportunidad de amarrar un contrato de 10 días que se saldó con 4 partidos y una presencia testimonial, asignaciones a los Capital City Go-Go de la G League incluidas.

Antes del All-Star, Jenkins se encontraba otra vez en el paro, sin equipo. Tenía que buscarse la vida en un momento complicado de la campaña, siempre lo es para perfiles como el suyo. Entonces, el 11 de febrero los Knicks le daban su oportunidad: 10 días también, casi 100.000 dólares de nómina, como en Washington. “Solo lo usaré en un apuro”, dijo David Fizdale, su entrenador en New York. A las pocas horas de su llegada, 9 minutos en la derrota contra Cleveland, inesperada presencia la suya, para él mismo, que apenas esperaba jugar.  Firmó 7 puntos y tuvo el triple decisivo que podía haber empatado el duelo. No entró. Un día después, 0 minutos contra Philadelphia y debut en el Madison con los Knicks cancelado. ¿Para siempre?

Eso parecía, a tenor de que Jenkins estaba a prueba, de que Fizdale no lo quería usar demasiado y de que el All-Star marcaría el final de su acuerdo temporal. Sin embargo, la vida va de intentarlo si se tienen las cualidades. Un día antes del parón del All-Star, en un duelo perdido en la Temporada Regular, en un jueves sin historia en la liga, Jenkins viajó a tierra conocida, Atlanta, y se ganó estar en los Knicks todo el curso. En 26 minutos anotó 14 puntos, 6/13 en tiros de campo. Valiente, atrevido, encarando la red, era para él un ahora o nunca. Los Knicks cortaron la peor racha de derrotas de su historia. Jenkins había cumplido con su trabajo.

Pero le quedaba estrenarse en el Madison. El regreso de las vacaciones le trajo la mejor de las noticias: contrato asegurado con los Knicks, que a pesar de haberle podido dar otro acuerdo de 10 días, querían probar más a Jenkins. De no pensar en jugar demasiado en los Knicks a tener una veintena de partidos por delante. Su acuerdo, algo menos de 500.000 dólares de aquí a final de curso. Luego, la 2019-20 no está garantizada, pero eso ya se verá cuando toque volver a buscarse el sustento. De momento, ganado lo tiene. Ah, y debutó en el Madison Square Garden. De hecho, lleva ya tres duelos. El mejor, anoche, 8 puntos en el triunfo sobre Orlando. Los Knicks, además, ganan. Para él todo está bien.


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