La animadversión con Ricky Rubio a lo largo de los años

La carrera de Ricky Rubio ha estado siempre salpicada por un punto de ojeriza, de tirria y de aversión hacia su figura a todas luces injusta en muchos momentos de la misma. El base español, de descubrimiento precoz y figura referente, siempre ha tenido que lidiar con una serie de sentimientos negativos que se alejaban de lo puramente baloncestístico.

Durante las últimas semanas Rubio ha sido objeto de comentario por una serie de acciones en las que ha resultado perjudicado físicamente por una u otra razón. Jimmy Butler y Jeff Teague, Marquese Chriss y Jared Dudley, Dennis Schröder… Ha combinado el salir en los noticiarios de Estados Unidos por esta razón a aparecer en los patrios por sus muy buenas actuaciones individuales, una dualidad que —aderezada con otros elementos— le ha ido acompañando durante toda su carrera.

Hablamos de, si no el que más, uno de los talentos europeos más precoces de toda la historia. Un sentimiento de envidia no sana recorre el cuerpo de los rivales en la cancha y más de un aficionado o periodista picajoso desde que Ricky tenía 14 años, cuando debutó como jugador profesional un 15 de octubre, el de 2005, en Granada.

El controvertido episodio de Ricky Rubio con Jennings

Rubio empezaba a asentarse en la élite siendo menor de edad. Algunas aficiones le cantaban canciones como la de Los Lunnis para tratar de desconcentrarle durante los partidos, pero lejos de ellos el catalán crecía y crecía. Y sacaba brillo a muchos de los balones que tocaba.

En una de las plantillas más maravillosas del Joventut —que no ha tenido pocas— en los últimos 30 años, juntándose con jugadorazos como Rudy Fernández o Pau Ribas y dirigido por Aíto García Reneses, conquistaba la Copa ULEB ante el empoderado Girona y le peleaba la Liga ACB al todopoderoso Madrid. Y él era el que dirigía el cotarro.

Se acercaba el momento de ir a la NBA, ya habiendo sido más ojeado que los tebeos, y surgía sus primeros detractores. Fue curioso el caso de Brandon Jennings, que había decidido dejar los estudios para hacerse profesional en Europa y así poder darse a conocer antes de dar el salto a la NBA. Jugó en lo que en aquel momento se conocía como Lottomatica Roma y, pese a disputar la Euroliga, por lo que comenzó a ser noticia en España fue por ser el muchacho que se metió con Ricky Rubio.

«Creo que soy mucho mejor jugador que él. Tiro muchos mejor de lo que él puede hacerlo. Lo único que he visto que puede hacer es esos pases a lo ‘home-run’, cosas de ésas. Me parece que ese chico es todo ‘hype’. Pongamos un caso: si se va a un entrenamiento conmigo y otros como Jonny Flynn, Ty Lawson, Jrue Holiday o Stephen Curry, probablemente él no sería el mejor».

El mundo da muchas vueltas y este caso es un muy buen ejemplo. Curiosamente, el primer año de ambos en la NBA fue muy diferente: uno llegó a meter 55 puntos en un partido, el otro se rompió la rodilla. Por no, además de que la comparativa profesional de ambos deja en mal lugar a BJ, citar los altibajos creados en la composición de esa última frase citando a la vez a Flynn, que ya no juega, o a Curry, que ha marcado a una generación.

Se estanca su progresión

La salida de la Penya le granjeó algunos enemigos. Se fue al Barcelona, cuya relación histórica de rivalidad regional con los de Badalona ponía a Ricky entre la espada y la pared. Y también salió de malos modos por la parcela económica, como ha ocurrido en muchas otras ocasiones: aquél se consideró como el fichaje más caro del Barça hasta la fecha, unos 3,7 millones de euros de desembolso. Los valía. Iban a ser dos años, un periodo de transición para asentarse en la élite y probar en un equipo con aspiraciones todavía más grandes.

El Ricky del Barcelona está anulado por quién sabe qué, como acongojado por el salto que sabe que viene después y acogotado por un corsé en forma de sistema que no favorece su juego. Xavi Pascual nunca se ha caracterizado por ser un entrenador que premie el despelote ofensivo, pero por aquella época practicaba un baloncesto más rácano de lo normal. El ‘9’ vio cortadas sus alas y ahí comenzaron a llegar las primeras críticas por la no mejoría —más que en la mecánica, que ya había sido criticada— en los porcentajes de lanzamiento en tiros liberados. Eso le llegó a la cabeza, un pensamiento que parecía rondarle cual nubarrón sin que se cierne sobre alguien sin paraguas.

Este hilo de Forocoches responde a aquella etapa: desconfianza en el interior del aficionado azulgrana, pero reconocimiento de un talento que se sabía que estaba ahí y aún por explotar.

Pero, pese al mal momento y que su meteórica progresión se frena en el parqué del Palau, se embolsa una Euroliga y la empaqueta como un atributo más con el que ir a Minnesota a tratar de triunfar.

NBA: llega, maravilla y se lesiona

El highlight llegaba a los highlights. En 2011 aterrizaba Ricky Rubio en la NBA y daba la razón a los que pensaban que el conjunto de movimientos que ejecutaba sobre la cancha casaba fielmente con el estilo de la mejor liga de baloncesto del mundo. Era un Ricky renovado en espíritu, muy liberado, el Ricky de los ojos en el cogote y los pases de fantasía.

La alegría duró poco. Un choque con Kobe Bryant en un Timberwolves-Lakers de marzo de 2012 le valió una lesión de ligamentos en la rodilla izquierda. ‘La Mamba Negra’, por compasión pero también por admiración (ya había jugado contra él en los Juegos de Pekín 2008, cuando su querido Aíto le había dado la alternativa con la Selección), instó a Ricky mientras se recuperaba a llegar a tiempo a los Olímpicos de 2012: «Nos vemos en Londres, ¿no?». No pudo ser así, pero volvía a haber expectación por el joven de El Masnou.

Luces y sombras en los Timberwolves

El primer equipo, sobre todo si se está un tiempo prolongado, convierte la experiencia del mismo con el jugador en algo casi romántico. Es lo que le pasó a Rubio con Minnesota Timberwolves. Amor y odio, una mezcla bonita pero que se hizo larga.

Tras volver de la lesión de 2012, muchos le pedían lo mismo que hacía antes de la lesión sin parar a pensar que, evidentemente, no era el mismo. Mejoró el tren inferior para evitar nuevos problemas, pero cogió los miedos típicos de cualquiera que acaba de pasar por una lesión de gravedad. Entre 2012 y 2014 alternó diversas rachas, unas con más puntos y asistencias y otras con menos, unas con mejores porcentajes y otras con peores, todo ello como preludio de una nueva lesión que asolaba su carrera: un problema en el tobillo izquierdo.

En aquel momento, en el de un Ricky bajo y con poca regularidad, se filtran unos comentarios de un ojeador de uno de los equipos de la NBA. Es parte de un informe de Chris Broussard en ESPN que se titula «NBA: los más infravalorados y sobrevalorados» y Ricky Rubio es el primero de la lista en la sección de sobrevalorados. En él se habla de los problemas de tiro del base, que quedaba expuesto si no había un buen anotador junto a él y que en los playoffs no haría falta defenderle porque no supondría un problema para el rival.

Son los momentos más bajos del jugador en la NBA. En la siguiente temporada, la 2014/15, Rubio firma sus peores porcentajes en la NBA: un 35,6% en tiros, anotado sólo 1 de cada 4 triples que intentaba.

Los Wolves le pusieron en el mercado de forma permanente hasta que se marchó. El año pasado, 2017, The Star Tribune (el periódico más importante de Minnesota) publicaba un artículo que hablaba por sí solo: «Ricky Rubio obstruye el progreso de los Wolves». Jim Souhan, el autor, le culpaba de ser el ancla del buque, el que frenaba el progreso de unos Wolves que, ciertamente, empezaban a tener buena pinta. Ni pasar por un momento duro, digiriendo la muerte de su madre Tona unos meses antes, le ‘salvaba’ de las lenguas viperinas. Es cierto que en ese momento había algo en la plantilla que no funcionaba, pero parece que ese artículo o esa ráfaga de críticas fue un click para Ricky. Desde aquel preciso momento hasta el final de esa temporada, la última para él en Minny, promedió 14,1 puntos y 10,5 asistencias.

Los Jazz, su verdadera renovación

En sus últimos años en Minnesota también se le echaba en cara su contrato y lo que pedía su agente por renovarlo. En los mentideros se decía que era demasiado para lo que aportaba y en comparación a otros jugadores parecidos que había en la NBA.

Rubio cambió de casa el pasado verano. Ahora su equipo es Utah Jazz. La profunda renovación que se ha producido en el equipo, uno que ya estaba bien cuadrado pero que se ha sabido adaptar bien, ha tenido como epicentro al ya más veterano Ricard.

Antes de comenzar la gran racha, la escalada de los Jazz hacia los playoffs, cuando los de Snyder ganaron 22 de 25 partidos y se mostraron en los puestos de honor, Rubio volvía a generar las dudas de algunos porque no llegaba al 30% de acierto en los triples. El estilo de estos Jazz, complejo por lo acotado a un Ricky que necesita más libertad y otros atributos a su lado, le ha costado pero lo ha superado. Ha traspasado la barrera de los 30 puntos en cuatro ocasiones ya en la misma campaña, algo nuevo para un jugador renovado en espíritu y en objetivos.


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