Lloyd Pierce: el sentido del tanking

He rastreado Internet esta mañana, sin éxito, en busca de un stat raruno. Un estudio friki y altruista de aquellos que, de existir, me dijese si lo que hizo anoche Lloyd Pierce había sucedido antes o al menos de manera relativamente reciente. Es más, ni siquiera eso. Lo que me intrigaba no era tanto si se trataba de una ‘primera vez’, si no más bien del instante de la temporada en el que se ha llevado a cabo. Cuando el banquete apenas acaba de empezar y no tenemos ni idea de con qué hebilla del cinturón afrontaremos el postre.

No obstante, de Pierce, ya sea precursor o imitador, me gustó el gesto, del cual me interesa resaltar dos rasgos: lo coherente y lo atrevido. Empecemos por lo segundo.

Atrevido, porque si bien la grada del State Farm Arena lleva asimilando desde agosto que lo que se venía era una temporada de transición, de barbecho, de plantar, regar y esperar, ahora nos topamos con que, tras un arranque de altibajos, otra semilla, la de la duda, germina, inoportuna, junto a lo que hasta ahora era dócil resignación.

Porque los ‘bajos’ se esperaban. Se asumían. Los ‘alti’ no. Y hasta ayer, ‘altis’ de estos ya habíamos contado hasta tres. Nueve partidos, tres victorias. Un 33%. Nada, pero nada mal. Colistas por precipitación, los Atlanta Hawks se revelaban ante las quinielas, demostrando que habían venido a dar guerra.

Su calendario, okey, ha sido de los más sencillitos hasta ahora. Los triunfos han venido ante rivales ‘derrotables’ (Cavs, Mavs… Heat), mientras que por otro lado ellos son la causa exclusiva de que en Cleveland no se decidan aún por el hara-kiri [les ganaron el primer duelo (+22), cayeron en la vuelta (-22)].

Las demás derrotas, excepto la de  76ers, eran también perfectamente evitables. O al menos también invitaban a dar la sorpresa. Knicks, Grizzlies, Kings, Bulls, Hornets… nada inaccesible. Ningún contender.

A pesar de todo, un 3/9 estaba bastante bien. No había necesidad de revolucionar nada ni precipitar un motín. Por eso resulta atrevido que con una plantilla equilibrada entre veteranos y nobeles, y el barco navegando firme y sin fugas, Pierce apostara ayer, ante Charlotte, por un quinteto inicial que incluía a tres jugadores de primer año. Trae Young, Kevin Huerter y Omari Spellman. Tres rookies titulares… a la vez. Atrevido.

Sí. Pero también coherente. ¿Qué aguardaba en el banquillo y salió en la segunda unidad? Vince Carter (41 años), Dewayne Dedmon (29), Jeremy Lin (30)…

En una reconstrucción que pinta a medio-largo plazo, ninguno de estos jugadores estará cuando a las ventanas de la casa toque colgarle por fin los visillos. Y Lloyd es consciente de que han pescado (francamente) bien en este Draft. No solo con Young (pick ‘3’), si no también en los casos de Huerter (19) y Spellman (30).

El cuerpo técnico de Atlanta no está pensando en el futuro. Está pensando en el pasado. El pasado reciente. Esto no va de tanking. No va de picks. No va de Zion Williamson ni R.J. Barrett. Va de Prince, Bembry y Collins. Y va de Young, Huerter y Spellman. Del viejo tanking.

Un base de 20 años, un escolta también de 20 y un ala-pívot de 21, que con el bandazo de anoche se dibujan ya como el cemento y la argamasa de los Hawks que están por construir. El rol de veterano puede proyectarse de muchas formas. La experiencia no se transmite sólo en los nueve primeros minutos de un encuentro. No siempre vale la premisa intrínseca de un cinco titular de edad intercalada.

Y si no es una locura transitoria, si no fue un simple ataque de entrenador… Bravo. Si Lloyd puso a los tres juntos porque su plan, desde ya, es que aprendan a perder y ganar desde la sincronización, la complicidad y la sinergia, el viejo tanking, habrá valido la pena.


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