Mikal Bridges pasaba por ahí

Hace tiempo que los Phoenix Suns parecen tener respuesta a cualquier pregunta. Desde que comenzasen los playoffs, el libreto de Monty Williams ha demostrado tener ...

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Por David Sánchez

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Hace tiempo que los Phoenix Suns parecen tener respuesta a cualquier pregunta. Desde que comenzasen los playoffs, el libreto de Monty Williams ha demostrado tener tantas páginas como alternativas propone el rival. Esto, unido a los recursos individuales de sus dos grandes figuras ofensivas, provoca que los reajustes tácticos se hagan sobre la marcha. Dando una sensación de flujo ofensivo que rara vez se encasquilla.

Hasta en nueve ocasiones durante estos playoffs los de Arizona han tenido al menos a cinco jugadores por encima de los diez puntos. Máximo entre todos los equipos que han participado en fases eliminatorias.

Dicha solvencia se hace más notoria si cabe con los Bucks en frente. Mientras Milwaukee tiene que hacer un esfuerzo consciente por probar variantes que se demuestren efectivas, en Phoenix todo sucede de forma orgánica. Si en el primer partido Chris Paul desnudó las debilidades de la defensa de cambios de Budenholzer, en el segundo aprovechó las ayudas que lanzaban los Bucks sobre el pick-and-roll para involucrar al resto de piezas y conseguir una gran cantidad de tiros liberados.

En esta secuencia se ve perfectamente lo conscientes que son los Suns de la intención de Giannis quedándose cerca de Paul para hacer el dos contra uno a la salida del bloqueo:

Un puente a la eficiencia

Pero, más allá de pizarras, nadie mejor que Mikal Bridges para explicar la naturaleza coral y la aparente infinidad de herramientas con la que cuentan estos Suns. Partiendo como presunto tirador abierto, su dotado sentido del timing y lectura de juego con y sin balón le otorgan un amplio abanico de soluciones a jugadores que ya de por sí parecen jugar con cartas marcadas.

Bridges sirve de termómetro del rendimiento de los Suns, que han registrado un 11-1 en los partidos en los que este ha llegado a los diez puntos. No es casualidad que su serie de menor anotación (8,6 por noche) fuesen las semifinales de Conferencia Oeste contra los Clippers, el único equipo que ha puesto en verdaderos apuros al ataque de Phoenix. Como norma, los momentos de mayor orquestación de Phoenix son indisociables de la mejor versión de su alero, impulsado siempre desde su asombrosa comprensión del juego sin balón.

Su cátedra libre de esférico no se circunscribe a una sola rama, sino que se diversifica hasta desentrañar todos los secretos de la media pista. Mayormente desde el triple abierto, origen de toda su amenaza posterior, desempeña de igual forma las rotaciones perimetrales que los cortes interiores. Incluso la posición a la hora de atacar el rebote, aprovechando la gravedad de Ayton en la zona restringida para recoger rechaces largos o palmeos.

De nuevo, el último partido de los de Monty Williams sirve como perfecto ejemplo de todo lo que convierte a Mikal Bridges en un secundario de infinitos quilates. Tampoco hay que ser un lince, pues la actuación del alero en el segundo partido contra Milwaukee quizás sea la mejor de su carrera por peso y contexto.

Vamos con unos cuantos cortes de su juego ofensivo sin balón. Todos frutos del entendimiento de lo que está sucediendo en pista en cada instante y no de jugadas preconcebidas.

El primero me gusta especialmente por cómo aprovecha el típico despiste que sucede a un rebote ofensivo. Bridges se percata de que Middleton ha mirado demasiado el balón y le ha perdido la pista momentáneamente, pero él sigue leyendo la jugada en todo momento. Movimiento en el punto ciego de su defensor y corte quirúrgico:

El segundo es esta misma idea de jugar a espaldas de Conaughton, pero esta vez acabando en tiro abierto. Ya no solo elude la marca del defensor, sino que se mantiene siempre en el campo de visión de Booker otorgándole línea de pase. Aunque en esta ocasión errase el lanzamiento:

La otra cara de Bridges

Aun careciendo de la fortaleza física de perfiles como Torry Craig, Jae Crowder o Deandre Ayton, Mikal Bridges no es menos importante que ninguno de ellos en el sistema defensivo de su equipo. De hecho, solo el joven pívot registra mejores datos en los ratings defensivos de las páginas estadísticas de referencia. El Real Plus Minus defensivo que elabora la ESPN le sitúa como uno de los 25 mejores defensores de la temporada regular. Mientras que el RAPTOR de FiveThirtyEight le coloca en el puesto 26 de estos playoffs.

Si bien no hablamos de un defensor limitado en el uno contra uno, es cierto que sufre más contra jugadores que le van a llevar a la batalla física. Por el contrario, Bridges es un magnífico defensor de lado débil y ayudas. Es en estas tesituras dónde, además de su intuición, timing y manos rápidas, el muchacho pone en liza la mayor ventaja física que posee: sus infinitos brazos.

Como todo en Phoenix, la defensa también es un ejercicio orquestal. Cabría esperar que el hecho de jugar tantos minutos con Chris Paul y Devin Booker los llevase a una infinidad de missmatches aprovechando sus carencias físicas. Pero la realidad es que los Suns abrazan esta aparente desventaja con alegría, pues su sistema de rotaciones permite que las ayudas nunca sean demasiado largas y siempre encuentren a Ayton en el camino hacia el aro. Complejo engranaje en el que Bridges y su comprensión del posicionamiento en pista vuelven a ser alumnos aventajados. Su gran especialidad aquí no es otra que el chase down block, ese tapón llegando desde atrás que precisa del cálculo espacio-temporal más que ninguna otra acción defensiva.

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Todos hablan el mismo idioma arcaico

Por si fuera poco, guarda otro as bajo la manga que solo se entiende en el contexto de estos Phoenix Suns y que resulta una delicia que creíamos perdida en el baloncesto actual. Ya se ha escrito largo y tendido —yo mismo lo hice hace algunos meses— sobre lo fresco que resulta que el probablemente mejor equipo del mundo tenga en los tiros de media distancia una de sus armas más mortíferas.

Sin siquiera rozar el volumen y acierto de Chris Paul y Devin Booker, Mikal Bridges es otro enamorado del mid-range jumper. De hecho, utiliza el bote casi exclusivamente para llegar a los codos de la zona y ejecutar desde ahí. Una vez más, como todo alero moderno que se precie, el triple no es más que una llave a la generación de espacios.

https://youtu.be/TdDCFG3rejI

En cualquier otro entorno, su lógico papel secundario podría arrinconarle sin pudor en una esquina y defenestrarle hacia la ejecución. Pero no en el sistema de estos Suns, que entienden que la idea de eficiencia no es absoluta, sino relativa al talento del jugador. En este caso, el de un chico que ya en su etapa de Villanueva utilizaba este tipo de tiros con toda la sabiduría que un adolescente es capaz de atesorar.

Sería faltar a la verdad insinuar que los Suns están hechos a imagen y semejanza de Mikal Bridges. Sobre todo, por esa sensación de que cuando el equipo pertenece íntegramente a Chris Paul o a Devin Booker su juego coge un vuelo inalcanzable. Un sentir que cada vez hace un poquito más suyo Deandre Ayton. Pero la consistencia lograda por los secundarios, cuya esencia Bridges encapsula y multiplica, son esos que hacen parecer imposible que este conjunto le pierda la cara al partido. Son lo cotidiano en un equipo que se recordará por ser regular en lo extraordinario.

(Fotografía de portada de Ralph Freso/Getty Images)

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