Nikola Jokic ante un Oeste sin jerarquías

La cima de los Denver Nuggets como fidedignos aspirantes al anillo duró un suspiro. La adquisición de Aaron Gordon a finales de marzo izaba las velas de una plantilla que se convirtió en un rodillo desde el primer partido con el ex de Orlando Magic. La desgracia únicamente tardó en aparecer cuatro partidos de sendas victorias. La lesión de Jamal Murray el pasado 12 de abril suponía el adiós a su temporada. Duro golpe para las esperanzas del entorno de los Nuggets, cuyo fulgor se apagó inmediatamente.

El pesimismo mediático no impidió que Denver siguiese ganando partidos de forma consistente hasta el último día de liga regular. Sería lógico que la pérdida de Murray provocase bajar algún escalón en la tabla de favoritos. Pero Nikola Jokic no lo ve así. Mientras los Clippers forzaron su cuarto puesto para evitar una hipotética semifinal de conferencia contra los Lakers, el serbio no rehúye la confrontación. “Si quieres ganar tienes que ganar a los mejores. No vamos a hacer nada para evitarles”. Dicho y hecho. Los Nuggets aseguraron su tercera plaza y ya se han citado con los Suns en segunda ronda tras superar a los Blazers en primera.

No hace falta que reciba el MVP para caer en la obvia jaqueca que produce Nikola Jokic en las defensas. Esto, más allá de la explosión anotadora de Murray, ya se pudo ver durante los playoffs de la temporada pasada. Gobert las pasó canutas, Zubac y Harrel aún tienen pesadillas con él y Howard se ganó un contrato en Sixers por ser el único capaz de sacarle de quicio.

El caso es que, por increíble que suene, Jokic es ahora mucho mejor jugador que el de la burbuja de Orlando. Su arsenal de recursos no solo se ha ampliado, sino que ejecuta mejor las acciones que ya dominaba. Durante los playoffs del año pasado el pívot aprovechó el momento por el que pasaba Murray para desarrollar un juego de pares de eficiencia insólita en su carrera y sobre el que se apoyaba todo el sistema ofensivo de los Nuggets.

Un Nikola Jokic aún más global

Debido a su físico, Jokic nunca ha sido un gran roller en cuanto a volumen. Pero su notable mejora en el triple tras pick-and-pop multiplicó la amplitud del campo, y pocos jugadores disfrutan más de un lienzo en blanco que él. Así Nikola le tendió un espacio de maniobrabilidad infinito a Murray, que en el midrange encuentra su principal hogar de creación y ejecución.

Sin Jamal, el 2vs2 no ha desaparecido, pero se ha diversificado. Jokic sigue siendo élite en puntos anotados por sus compañeros tras recibir un bloqueo suyo (sexto con 10,3), convirtiendo a Michael Porter Jr en el anotador más eficiente tras recibir un mano a mano (genera más de un punto y medio por posesión) y a Monte Morris en el segundo mejor ejecutor de pick-and-roll de la postemporada (1,31 puntos por posesión).

El caso es que no cuenta con compañeros que puedan proponer este tipo de jugadas con volumen y eficiencia de élite, que es lo que Murray asegura en sus puntos álgidos. Por ello, Jokic ha tenido que multiplicar los espacios en los que genera juego para él mismo o sus compañeros. Un peso que ha absorbido con naturalidad y sin perjudicar porcentajes.

Pero en su serie contra Portland hemos visto a un Jokic diferente por obligación. La presencia de Nurkic le ha empujado muchas veces a la zona de cabecera, dejando que jugadores como Gordon o Michael Porter Jr carguen la zona. Aunque esa posición siempre haya sido una de sus zonas de creación favoritas, el matiz está en que esta vez la ha buscado por las dificultades que tiene para bregar con su excompañero en las inmediaciones del aro.

Estando Nurkic y Jokic en pista, el parcial es favorable al primero por algo más de seis puntos por partido. No es casualidad que de los cuatro partidos que han acabado con victoria de los Nuggets el pívot de Blazers fuese expulsado por faltas en tres de ellos, teniendo también problemas con las personales en el encuentro que cerraba la serie. Al fin y al cabo, contener a Jokic durante todo el partido tiene sus consecuencias.

El miedo de mirar al banquillo

Una vez con Nurkic fuera de combate, los encargados de frenar al serbio han tenido que ser Covington y  Carmelo Anthony, a los que ha fulminado en situaciones de espaldas a canasta. Estos seis partidos mandan un mensaje que se lleva cocinando desde la pasada postemporada y que la ausencia de claros favoritos para ser campeones del oeste podría terminar de allanar el camino. El nivel de Jokic no es inferior al de ninguno de los rivales que se pueda encontrar.

La celebrada vuelta de hombres grandes que dominan la liga, personificada en las figuras de Embiid y el propio Jokic, obliga al resto de plantillas a tener defensores capaces de minimizar su impacto en cancha. Y, aunque Embiid haya mejorado su lectura ofensiva cuando recibe ayudas defensivas, el Joker es el mayor paradigma de esto. Enviar una ayuda sobre él supone abrirle una vía de pase que siempre va a encontrar, por lo que es de suma importancia que no pueda generar continuas ventajas ante su defensor principal.

En el caso concreto de la Conferencia Oeste, Nurkic parece el perfil más preparado por envergadura y corpulencia, y, con todo, no ha sido capaz de sostener a Nikola sin el castigo de las faltas. Lo cual incurre en la falta de rotación interior que afecta no solo a Blazers, sino a la mayoría de contendientes a este lado de la liga.

Poniendo el foco en el que será el próximo enfrentamiento de los Nuggets, Deandre Ayton es un pívot poco capaz a la hora de absorber impactos cerca de su propio aro. El propio Jokic ha dicho que el de Phoenix ha sido uno de los mejores defensores a los que se ha enfrentado esta temporada. De hecho, este podría llevar la batalla física a la parcela ofensiva, ya sea en la lucha por el rebote o haciendo que Jokic tenga que alejarse muchos metros de canasta para defender el pick-and-roll. Pero en el cómputo global cuesta imaginar que el serbio no haga pesar las debilidades de Ayton, cuyos sustitutos podrían ser Kaminsky o Saric, con el agujero que ello supondría.

Ante el resto de futuribles cruces el pívot balcánico ya se ha mostrado dominante en escenarios de máxima exigencia. Durante los playoffs en la burbuja de Orlando, ni Rudy Gobert primero ni Ivica Zubac después pudieron sostener a Jokic con continuidad, y sin ellos en pista sus equipos directamente no comparecieron.

Solo el atajo de Anthony Davis y algo de ayuda del castigo físico y mental al que le expuso Dwight Howard lograron mellar a la estrella de los Nuggets. Pero el actual Jokic ya no tiene respuesta posible a tiempo completo, más aún si tenemos en cuenta el equipo que han construido a su alrededor en Denver.

Pequeñas grietas en el statu quo

La acuciada ausencia de talento interior ha ido diezmando el número de jugadores capaces de soportar arremetidas rivales en el poste. Sin gigantes que defender cerca de la pintura su utilidad era poca. Pero ahora, el definitivo puñetazo sobre la mesa que han dado Embiid y Jokic provoca un dilema en el resto de equipos de la liga.

La contrarrevolución que ellos encabezan no podrá equipararse en modo alguno a la vivida con el triple en el último lustro, pues sus fortalezas son más difíciles de replicar que el simple aumento de volumen y precisión de lanzamiento. Sin embargo, sí que siembra la duda en el resto de conjuntos y sus movimientos a la hora de acudir al mercado o al draft, lo que podría concluir en cierto reflote de este tipo de jugadores.

Nuggets y Sixers ya han hecho el trabajo de rodearles, y si el resto no mueve ficha sus años de dominio individual podrían ser más tiránicos de la cuenta. Con mayor complejidad en el caso de Jokic, cuya condición de base encubierto le plantea al mundo las preguntas del presente y el pasado. Su estrenada candidatura a mejor jugador de la liga supone una amenaza directa a la jerarquía de la competición en general y de la Conferencia Oeste en concreto. Y aún no ha demostrado estar preparada para responder ante ella.

(Fotografía de portada Matthew Stockman/Getty Images)


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