Phoenix y las prisas como consejeras

Una gran realización televisiva hace que las palabras sobren. Y la de ESPN el pasado viernes lo clavó. Corría el tercer cuarto del tercer partido ...

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Por David Sánchez

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Una gran realización televisiva hace que las palabras sobren. Y la de ESPN el pasado viernes lo clavó. Corría el tercer cuarto del tercer partido de primera ronda entre Phoenix Suns y Minnesota Timberwolves cuando los de Anthony Edwards y compañía se escapaban con un parcial que terminaría siendo definitivo. Aprisa, el operario de cámara corrió a buscar un primer plano cerrado de Mat Ishbia, propietario de la organización de Arizona desde febrero del año pasado y la realización lo mantuvo en pantalla durante cerca de 10 segundos. Rápidamente el clip con la mirada perdida de Ishbia se hizo viral en redes. Aunque el movimiento maestro fue pinchar a continuación la cara de James Jones en el palco, que lucía gesto desairado.

El plano miró detenidamente a Ishbia no solo por la derrota y el 3-0 que supondría en una serie que ha terminado cerrándose con barrido. Sino por las implicaciones que esta tenían en el futuro a corto plazo de los Suns y en el juicio de la gestión del propietario en su corta estancia al mando. Hombre de baloncesto (jugó en la mítica Michigan State entre 1999 y 2002 consiguiendo un campeonato de la NCAA), el magnate de las hipotecas llegó impetuoso a un puesto en el que era difícil empeorar la etapa de Robert Sarver.

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Por supuesto, no lo ha hecho, pues para ello tendría que ser impulsor directo o indirecto de un ambiente en el que el abuso laboral y las conductas reprobables eran más comunes de lo deseable: cero. Al parecer su papel como máximo mandatario de United Wholesale Mortgage también tiene cadáveres en el sótano. Pero de momento ya ha asegurado que el All-Star de 2027 se celebre en Phoenix. Aunque lo hecho en la parcela deportiva se haya sellado con un sexto puesto del Oeste y un 0-4 en primera ronda en su primer año completo al frente de la franquicia.

El ímpetu de los nuevos comienzos

Ishbia firmó el traspaso de Kevin Durant a las pocas horas de hacer efectiva la compra de los Suns. Y, henchido de orgullo, dijo que su objetivo no era simplemente ganar hoy, sino crear una cultura en la que se ganase en 2025, 2026 y 2027. Acto seguido, llegada la primera offseason al mando, procedió a desarmar el proyecto que habían construido James Jones y Monty Williams en los últimos cuatro años y comprometer el medio plazo para unir a Bradley Beal con Kevin Durant y Devin Booker. Lo que desconocíamos entonces era que tan solo una semana después de cerrar el traspaso del escolta, el nuevo convenio colectivo iba a recrudecer la situación salarial de Phoenix.

Al contrario que la conocida tacañería de Sarver, Ishbia se ha mostrado dispuesto desde el primer momento a invertir lo que haga falta por acercar al equipo al campeonato. «Voy a hacer todo lo posible para ganarlo», decía este mismo año refiriéndose a las cantidades que el impuesto de lujo le iba a obligar a pagar. Sin embargo, con las nuevas reglas ya sobre la mesa no sirve con lanzar monedas ilimitadas a la fuente para procurarse un equipo campeón. El convenio restringe enormemente la capacidad de movimiento en plantillas que exceden la tasa de lujo. Esto supone sobrepasar la barrera de los 189.485.000 dólares, el llamado segundo apron:

  • Inhabilitación de la excepción de nivel medio. Hasta el curso pasado los equipos por encima del impuesto de lujo podían adquirir a un agente libre por 5,1 millones con indiferencia de cuánto estuviesen pagando en salarios. Desde el verano pasado, quien supere el segundo apron no puede acceder a esta excepción.
  • Recibir, como máximo, el 100% del salario que traspasas. Antes era un 125%, el año pasado fue un 110% y este año los equipos por encima del primer apron (178,6 millones) solo podrán traspasar una masa salarial equivalente o inferior a la que reciben.
  • Restricción al ‘mercado de cortados’. No podrán firmar a un jugador que haya quedado libre esa misma temporada y que percibiesen un salario mayor a la excepción media de lujo.
  • No poder añadir dinero en ningún traspaso.
  • No poder agregar salarios marginales para balancear traspasos.
  • No poder recibir jugadores a través de sign-and-trade. Esta táctica de mercado consiste en renovar a un jugador para, inmediatamente, traspasarlo a otro equipo. Habiéndolo acordado previamente entre las tres partes. A partir de esta offseason, los equipos por encima del segundo apron no podrán recibir ningún jugador a cambio y simplemente generarán una excepción de traspaso equivalente al salario saliente.

En resumen, estas ataduras prácticamente obligan al equipo por encima del segundo apron a mantener la plantilla casi intacta y mantenerla hasta que esta le permita aspirar al título. O entrar en reconstrucción. Tras la reciente extensión de Grayson Allen, los Suns ya tienen 205 millones comprometidos para la próxima temporada y carecen de elecciones de primera ronda hasta 2030. Falta convencer a Eric Gordon, Josh Okogie (ambos opción de jugador) y Royce O’Neale para renovar de alguna forma. Por si fuese poco, Bradley Beal tiene la capacidad de vetar cualquier traspaso en el que se vea involucrado.

Panorama insostenible

Esta tesitura, claro, sería aceptable siempre y cuando la actual plantilla situase las miradas del equipo cerca del título. Pero no es el caso. Ni siquiera completamente sanos los Suns han parecido uno de los cinco mejores equipos de la liga. Sus problemas estructurales son demasiado obvios para mirar a la cara a Denver Nuggets, Boston Celtics, Oklahoma City Thunder, Minnesota Timberwolves e incluso Los Angeles Clippers, Dallas Mavericks, New York Knicks, Milwaukee Bucks y Philadelphia Sixers estando estos dos últimos sanos. El problema no es el tridente de estrellas en sí, sino las renuncias que conlleva unirles en la misma plantilla.

La falta de un factor de orden es demasiado evidente y ni Booker ni Beal haciendo las veces de base improvisado han podido paliarla. Phoenix ha sido el sexto equipo que más balones ha perdido (14,9) esta temporada, solo superado por equipos en tanking. Los Timberwolves les han provocado una media de 14,3 pérdidas por partido. Frank Vogel sustituyó a Monty Williams para solidificar la defensa, pero los Suns han estado lejos de la élite de la liga en estas lides (13er mejor dato en eficiencia defensiva). Jusuf Nurkic como ancla compromete demasiado la defensa del pick-and-roll. Durant se ha tenido que multiplicar para tapar las carencias de una estructura llena de perfiles por encima de la media defensiva, pero carente de jugadores de verdadero impacto atrás más allá del propio KD.

En ataque el equipo ha involucionado desde el inicio de la temporada. Lo que empezó siendo un reparto de responsabilidades en la creación entre Durant y Booker con Nurkic como ventilador ofensivo desde el poste alto y las continuaciones, ha terminado en un sistema estanco. En el tramo final, solo Beal recibiendo en situaciones ya en movimiento tras bloqueo indirecto le daba sensación de fluidez al ataque. El resto del libreto se basaba en producir aclarados para Book y KD e improvisar desde ahí. La lesión de Grayson Allen asfixió una estructura ofensiva que estuvo demasiado basada en la autosuficiencia de sus piezas principales.

Con todos estos problemas y sin recursos para solucionarlos afronta Suns una offseason que alejará un año más a Kevin Durant y Bradley Beal de su cima de rendimiento. Devin Booker, único superviviente de los Suns finalistas en 2021 y en edad de plenitud, deberá volver a demostrar cosas que con él ya dábamos por hechas hace mínimo un par de años. El panorama pide a gritos repensarlo todo, pero el proyecto de Mat Ishbia va demasiado rápido como para hacer un alto en el camino.

(Fotografía de portada de Christian Petersen/Getty Images)

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