«Seis segundos o menos»: la nueva obsesión de Mike D’Antoni

Los Phoenix Suns de Steve Nash, Amare Stoudemire, Shawn Marion, Raja Bell y, como titiritero del circo, Mike D’Antoni, desconcertaron al mundo del baloncesto con algo nunca (o apenas, concesión a los Kings del 2001 del ¿amarragetui? Rick Adelman) visto hasta entonces; algo que, además, se movía absolutamente a contracorriente de lo que se consideraba la fórmula del éxito en la NBA del momento.

Los Suns del run&gun. Los Suns del Seven Seconds or Less.

Muy pocos debieron pensar entonces que aquella anomalía en el sistema era tan solo el germen, la semilla, el primer trazo del rotulador que empezaría a impregnar las pizarras de todo el mundillo.

Fruta fresca

Aquellos Suns, en términos de blanco o negro, fracasaron, pues nunca lograron hacerse con el anillo, pero demostraron al mundo que se podía jugar al baloncesto de una manera diferente, vibrante, dinámica… y extremadamente efectiva.

La mayor parte de los títulos de la primera década del nuevo siglo se repartieron entre equipos que tenían un big man bajo el hierro que hacía las veces de Sol, mientras todo el resto del sistema giraba en torno a ellos como pequeños y coquetos satélites. Shaquille, Duncan… el tiempo y el balón se detenía cuando éste último llegaba a ellos, y desde su imponente sombra, en una circulación a trompicones y un ritmo lento pero avasallador, se erigieron muchos de los campeonatos.

Si los Detroit Pistons de 2004 fueron el paradigma de aquel básquet de carbón y chimenea, los Suns emergieron como la rebeldía en las antípodas. Su manera de lanzar el ataque eran auténticos fuegos de artificio, y cayeron automáticamente de pie en la NBA, con aficionados entregados a esa forma fresca y electrizante de gastar posesión tras posesión.

D’Antoni se puso al frente de los Suns cuando eran una franquicia a la deriva (balance de 28-54 en la temporada 2003-04), pero la directiva confiaba en la filosofía rompedora que el coach italoamericano suplicaba por instaurar, y con la cuál estaba dispuesto a triunfar una vez tuviese las piezas adecuadas para llevarla a cabo.

La idea, sobre el tapete, en realidad era simple. Todo partía del pick and roll entre el base y un hombre interior, con un par de tiradores (mínimo) esperando en las esquinas. De este esquema inicial nacía y crecía un mundo de posibilidades; jugadas en absoluto complejas, pero eficaces si se ejecutaban de la manera correcta y con los jugadores indicados. El base (el cual debía ser habilidoso y con buen tiro, por supuesto) podía, bien, atacar la defensa buscando la penetración o el tiro en suspensión; también podía terminar la jugada conectando con el roller man (el hombre grande con quien había iniciado la jugada a través del bloqueo) o, como tercera opción principal, abrir el pase hacia el tirador liberado.

Ey tíos, ¡esto marcha!

Bienvenidos al básquet contemporáneo. Nash y STAT escribieron los primeros capítulos del Nuevo Testamento. Y en la 2004-05, los Suns cerraban la fase regular con un balance de 62-20, con un ritmo del 95,9 y un offensive rating de 114,5 (datos de Clutchpoints), baremos estos asombrosos por aquel entonces.

En cuanto a los triples, una herramienta que por entonces empezaba a dejar de ser residual pero aún no era, ni mucho menos, la protagonista de los ataques, se fueron hasta las 2.026 tentativas, de las que convirtieron 796 (un 39,3%). Un porcentaje más que suficiente en pos de la perseguida eficacia y que Daryl Morey utilizaría una década después para avalar una teoría matemática y porcentual que cambiaría para siempre el eje sobre el que se movería el tren de ataque de la Liga.

El Seven Seconds or Less de D’Antoni había logrado lo que el sueño que el comunismo jamás tuvo éxito en materializar. Pasar de la teoría a la práctica. De los libros al parquet… y echó raíces en la exuberancia.

Los Golden State Warriors desempolvaron su fórmula y durante un lustro tocaron el cielo varias veces con ella. Mientras, D’Antoni, sin reclamar derechos de autor intentaba, como buenamente podía, presentarse en Texas como la creciente alternativa en paralelo.

Y si por un lado James Harden aglutinaba –somehow– gran parte de todo aquello que su plan necesitaba, Capela cumplía con el perfil básico de roller man y en Gordon, Tucker y Green encontraba su recua de tiradores, Chris Paul, un basazo (¿vale como aumentativo de base?) como pocos, notable lanzador y maestro del pase y continuación… su estilo nunca fue lo bastante… vivaracho, directo y jovial que exigía el baloncesto de atajos y sin tapujos por el que su ex-técnico arriesgaría hasta su herencia.

Ahora, en su puesto de ‘1’ tiene a un peor tirador que Paul. Pero ya está. En todo lo demás (olvidémonos del IQ), Westbrook es una máquina en su tenor más literal. Un bulldozer que salió de la fábrica sin que le instalaran el freno de mano. ¿Seven seconds or less? Pues less. Por qué no seis… ¿o cinco?.

Muestrario en el opening

En su encuentro de apertura del curso 2019-20, los nuevos Houston Rockets de James Harden y Russell Westbrook cayeron ante los presuntos cocos del Este, los Milwaukee Bucks de Giannis Antetokounmpo. No obstante, el partido nos dejó un dato revelador por el lado tejano.

109 posesiones agotaron los Rockets; 10 más que su promedio de la temporada pasada (dato de NBA.com vía NBC). ¿Dónde encontramos el origen de esta renovada forma de volar?

Bueno, ahora es Russ quien captura el rebote (generalmente) o son sus compañeros quienes se lo ceden de inmediato (el resto de las veces) para que el point guard recorra el rectángulo con la potencia de un búfalo y la gracilidad de un impala. Ningún otro jugador de la liga (Anteto y LeBron quizás) cruzan la pista de punta a punta con la voracidad e ímpetu con que lo hace él.

Suns revolution

Pero no es tan solo eso –de hecho sólo el 14% de los ataques de Houston la temporada pasada se resolvieron en jugadas en transición (dato de Cleaning The Glass)–. D’Antoni quiere convertir ese genio para plantarse en campo contrario en una manera, un veloz punto de partida, para ejecutar una acción ya pensada que combine inmediatez con efectividad.

Ante los Bucks, como asevera MacMahon en su tuit, los Rockets igualaron su cifra de puntos al contrataque del ejercicio pasado con 27, e interrogado a la sazón por si esto fue una casualidad o el comienzo de algo preconcebido desde que se tuvo constancia de la incorporación de Westbrook a equipo, D’Antoni respondió en clara referencia a su ‘Yo de los Suns’: «Seis segundos o menos, muchacho. Estamos en ello».

En su episodio piloto no tuvieron suerte y evidenciaron una lógica sencilla: por más que corras y por más que anotes, de nada sirve si tu rival anota más y mejor. La apuesta por un estilo cimentado y entregado al ataque, de nada sirve si no se toman ciertas reservas y sacrificios a la hora de defender. Ese fue siempre el problema de D’Antoni y ante el que él siempre respondió con más ataque, intentando resolver la fórmula desde el exceso en lugar desde el equilibrio y el juego de polea.

Con Russ todo apunta (en teoría) a doble ración de exceso. Pero el perímetro de Houston está maduro. Curtido. También su entrenador. Y cuando ha llegado la hora de la verdad (la de los playoffs) han demostrado y sabido entender que un balancín sólo funciona y se mueve si existe un segundo cuerpo haciendo fuerza de empuje desde el otro lado.

(Fotografía de Takashi Aoyama/Getty Images)


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