La metáfora no puede ser más acertada. Porque la cuestión no es ya si los Memphis Grizzlies lograrán robarle una sola victoria a San Antonio —parece imposible—, sino la dignidad con la que digerirán las dos próximas derrotas. Las lesiones están haciendo mella; y mucha.
Las dos primeras cucharadas de Playoffs que han degustado los de Dave Joerger no han podido ser más amargas. Sendas derrotas por 32 y 26 puntos de diferencia. El segundo peor inicio en postemporada de la historia en cuanto al diferencial —de hecho, el récord lo sufrieron los ahora verdugos. En 1986 los Lakers derrotaron a los Spurs en los dos choques iniciales por 47 y 28 tantos, es decir, un margen total de 75 puntos—.
Y Barnes, tirando de retórica —insólito en él viendo el poco cariño por la dialéctica que tuvo con Fisher— describe la situación del equipo a la perfección: «Vamos a un tiroteo armados con cucharas». Las balas llevan cada una su inscripción —Leonard, Parker, Aldridge, Duncan, Ginobili— mientras que las cucharas son directamente ellos, los de Tennessee; los retazos supervivientes que a día de hoy son los Grizzlies.
Sean chuchillos o pistolas, lo cierto es que se hecha mucho de menos el filo cortante y la capacidad de herir en el marcador de Marc Gasol, Mike Conley y Brandan Wright. Y por si fuera poco, Lance Stephenson, el que, según Joerger, sería el ‘Factor X’ de la eliminatoria, tras anotar 14 puntos en el primer envite con 6/11 en tiros de campo, en la segunda (paliza) se quedó en sólo nueve minutos. Uniéndome al símil de Barnes, ni hay vajilla ni Joerger tira de Jägermeister.