Vale, no la irán repartiendo en paquetitos de dos gramos tras un mostrador como si de una boda, tras los postres del convite, se tratase. Pero más o menos, y viendo el principio de intervención mínima por el que parece se regirá la NBA a partir de ahora y de forma oficial, es difícil adelantar las consecuencias de esta medida y el grado de responsabilidad con el que le darán la bienvenida los jugadores.
En esta temporada, y siguiendo la estela de la anterior, los jugadores de la NBA no estarán sujetos a pruebas aleatorias de consumo de marihuana pre y post partido, según un memorando que ha sido compartido por su asociación.
El acuerdo entre la NBA y la NBPA es el apuntalamiento de la política que comenzó a cobrar forma durante la burbuja de Orlando en 2020 y continuó en la campaña 2020-21, dándole ahora luz verde definitiva, a su vez que mantiene la mano firme en cuanto a protocolos COVID-19 se refiere.
Los controles, eso sí, continuarán existiendo para «drogas de abuso y sustancias que mejoran el rendimiento», afirma el memorando.
Cambio en la percepción social
El propio Comisionado Adam Silver ya adelantaba en diciembre del año pasado que la decisión de la liga sobre la relajación de los controles para el consumo de marihuana, que se tomaron en medio del pico de la pandemia de coronavirus, podrían volverse permanentes.
“Decidimos que, dadas todas las cosas que estaban sucediendo en la sociedad, dadas todas las presiones y el estrés al que estaban sometidos los jugadores, no necesitábamos actuar como el ojo del Gran Hermano en ese momento. Creo que la opinión de la sociedad sobre la marihuana ha cambiado hasta cierto punto».
En lugar de exigir pruebas generales, por lo tanto, explicó que la Liga se inclinará por acercarse a los jugadores que muestren signos de dependencia problemática, no a aquellos que «consumen marihuana de manera casual».
B-Easy sigue sin equipo, pero empieza a desprender un fuerte aroma a MVP.
(Fotografía de portada de Harry How/Getty Images)