Buddy Hield se queda fuera

Veinte. Veintitrés. Veinticuatro. Veintidós.

Fueron los puntos con los que arrancó la andadura de Buddy Hield en sus cuatro primeros duelos vestido de azul. El mercado invernal lo mandó de Indiana Pacers rumbo a un contender necesitado de elevar el fuego anotador desde el backcourt, donde previo al All-Star andaba hundido en la parte baja de la tabla, tanto en intentos desde el triple (25º) como en porcentajes de acierto (22º).

Su descorche exterior, con un 18 de 40 (45% de acierto), parecían demostrar el acierto de su fichaje. Hield llegaba a Philly para ser él, ni más ni menos. Se le pedía exactamente lo que había hecho durante toda su carrera. Ni rebotear, ni asistir, ni liderar ni sobresalir en defensa. Sólo machacar el aro con un notable volumen de acierto.

Cero. Dos. Cero.

Son los puntos que Buddy Hield ha anotado en cada uno de los tres encuentros de playoffs de primera ronda entre New York Knicks y Philadelphia 76ers. Un chasco relativo si atendemos a los minutos que ha jugado por noche respectivamente: once, quince, cuatro.

Su desastre se ha ido cociendo lentamente. Tanto que la marginación de Hield a día de hoy aparenta ser eso, un problema marginal. Nada más lejos, a tenor de cómo está la eliminatoria: a prácticamente un ‘robo’, una victoria de los Knicks en casa ajena, para dar la temporada de los de Pensilvania por concluida.

Con Tobias Harris (supuesto segunda lanza ofensiva) missing en combate, Joel Embiid a lo Blas de Lezo, de héroe tullido, y Tyrese Maxey en una mezcla de Shawn Marion y James Worthy –inagotable tanto atrás como adelante–, los 76ers necesitan algo más que la eventual efervescencia en que pueden entrar Kyle Lowry o Kelly Oubre Jr.

Por y para eso se fichó a Hield. El escolta de 31 años promedia un 40% desde la curva en sus ocho temporadas en la NBA. Sin embargo, a día de hoy carece totalmente de la confianza de Nick Nurse. Tras el prometedor comienzo vino un bajón de rendimiento, y el técnico optó por lo que parecía una buena maniobra; mandarlo al banquillo de 6º Hombre, un viejo rol conocido (en los Kings), donde sentirse importante comandando el ataque desde la segunda unidad. Y de primeras al jugador no pareció molestarle, todo lo contrario.

“Nick ha hecho un buen trabajo con la pizarra esta noche, consiguiéndome buenas situaciones de tiro», decía el pasado 10 de marzo, día en que estrenó su condición de suplente con un gran resultado. «La cosa no va de ser titular o salir del banquillo. Salir ahí y disfrutar de minutos de calidad en los que pueda ayudar al equipo, eso es todo lo que me importa. Hacer mi papel y disfrutar».


‘Lo bueno si breve, dos veces breve’, decía un sketch de Buenafuente; el impulso fruto de la novedad duró un suspiro y los porcentajes cayeron de nuevo, así como el peso de Hield en la rotación, con un Nurse que fue arrojando la toalla y buscando soluciones en otros. De los 35 minutos de media en febrero, a los 23 en marzo, a los 20 en abril… a los 10 en playoffs. De intentar en torno a los diez tiros a menos de tres. Volumen al mute.

¿A tiempo?

«Estamos en un punto en el que no puedes darle minutos a un jugador que encadena tres o cuatro fallos», decía Nurse tras el Game 1 donde el shooting guard estuvo negado. «Pero estoy convencido de que será un factor importante en esta serie».

A estas declaraciones le sucedió un mal Game 2 y un banquillazo en el Game 3, donde los 76ers por fin ganaron y el Factor X, previsto para un hombre como Hield, recayó en Cameron Payne.

Como con casi cualquier jugador de volumen, aliado y víctima de las rachas, la pregunta es: ¿pueden permitirse estos 76ers al filo de la navaja, no contar insistir con Buddy Hield?

(Fotografía de portada de Mitchell Leff/Getty Images)


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