Han pasado casi dos meses y en parte se ha apagado el debate, pero a nadie se le escapa que hacer más atractivo el All-Star Game debe ser uno de los objetivos de la NBA.
Lo vivido en New Orleans, donde la proliferación de canastas sin defensa llego casi a ser una ofensa para el espectador, quien además hubo de contemplar como Anthony Davis acababa batiendo el récord de puntos en un partido de esta índole porque rivales y compañeros así lo quisieron, no debería repetirse.
Así lo entendieron la liga y los jugadores. El Comisionado, Adam Silver, habló con Chris Paul, presidente del sindicato de jugadores, quien le dijo textualmente: «Tenemos que arreglar esto«. Bien. Esa es la idea. El problema va a ser poner la teoría en práctica, algo que deja claro Kevin Durant con sus últimas declaraciones al respecto.
«Es domingo. Es domingo. Es domingo. El partido es en domingo. Hicimos de todo desde el jueves. Volamos a New Orleans y todo lo que hacemos es correr. Y para el domingo, cuando llega ese día, quieres disfrutar de tu descanso. Para cuando llega el domingo pensamos: ‘Acabemos con esto y volvamos ya para disputar la segunda mitad de la temporada», expresa a Bill Simmons.
¿Tiene razón?
Todos sabemos que desde que un jugador aterriza en la ciudad de un All-Star todo son compromisos –entrevistas, patrocinadores, medios de comunicación, publicidad…–; por ello, se puede entender que los protagonistas vean el saltar al parqué como el momento de relajarse. Hasta ahí de acuerdo. La cuestión es que desde hace tres ediciones la liga decidió dar una semana de descanso para hacer más llevaderas las obligaciones de los jugadores. ¿Pasar el partido a otro día? ¿Alargar el descanso hasta 10 días? Sigo sin ver que esas medidas fuesen a cambiar la mentalidad de quienes deben dar espectáculo.