España no puede con USA y luchará por el bronce

No pudo ser. A la tercera tampoco fue la vencida. No obstante, España se empeñó una vez más en volver a sacar lo mejor de sí de la selección estadounidense, que no pudo relajarse en ninguno de los cuarenta minutos. El partido fue tan intenso como se esperaba, y los de Sergio Scariolo lograron dejar a sus rivales en su anotación más baja de todo el torneo: 76-82.

El combinado español tenía dos tareas por encima de todas las demás frente al Team USA, que sabía que decantarían la balanza del lado contrario en caso de no cumplirlas; los triples y el rebote ofensivo.

Con una línea de tres más cercana al aro que en la NBA y toda una ristra de muñecas capaz de coger la racha en cualquier momento, evitar tiros cómodos al backcourt de Mike Krzyzewski era fundamental.

No estuvieron mal los nuestros en este apartado, pero fue imposible llegar a todo. Y de eso se aprovechó Klay Thompson. El segundo mejor tirador del momento tras Stephen Curry. venía tirando por debajo del 30% en estos Juegos; y algo nos decía que eso amenazaba con cambiar. Efectivamente, contra España cuajó un partido de los suyos, terminando con 22 puntos —máximo anotador de su equipo— y con 4/8 en tiros de tres. En el global, los norteamericanos finalizaron con un 35% desde el arco, por un 31% de acierto español.

DeAndre, rey de las alturas

Algunos nos indignamos cuando lo vimos figurar en el mejor quinteto de la NBA, pero hay que reconocer que DeAndre Jordan posee una serie de cualidades que están casi fuera del alcance de nadie más. Unas cualidades físicas que ante la genética española —y europea— sobresalen más que nunca. Ni tiene técnica ni la necesita. El abrumador dominio que tiene bajo los aros es suficiente para hacerlo una pieza clave en el quinteto yanqui.

16 rebotes ni más ni menos capturó en el partido de hoy. El doble que cualquier otro jugador. Tres de ellos fueron ofensivos, los que junto a los dieciocho amasados por sus compañeros supusieron un total de 21 rebotes en ataque para su equipo, lo que se traduce en veintiún segundas oportunidades de anotación para los norteamericanos, a la postre lapidarias para el combinado peninsular.

Con DeAndre en cancha, EE.UU consiguió el mejor diferencial en pista (+11) y una eficiencia personal de +25, el más alto de todos. Su musculatura se impuso al juego más técnico de DeMarcus Cousins —quién se vio además eliminado por faltas en el tercer cuarto—, y su conexión en forma de alley-oops con Thompson también les aportó su parte de rédito.

Los árbitros, protagonistas

Ambas selecciones salieron a morder desde el primer instante, queriendo evitar a toda costa un mal arranque y posible brecha en el marcador. No obstante, los americanos pronto lograron aventajar a sus contrincantes en esa cifra que oscila entre los 5-10 puntos y con la que tan bien han sabido bailar en las últimas ocasiones que ambos equipos se han enfrentado, incluido éste.

Con un triple tremendo de Kyle Lowry a falta de cinco segundos para el final del primer cuarto, el marcador se ponía 17-26. Una distancia asumible a nivel psicológico para que los de Scariolo no dejaran de combatir en ningún momento, pero que los españoles ya jamás lograron suprimir del todo.

A pesar de que el duelo se vendía sólo y no necesitaba a nadie más, hubo un tercer no invitado en la primera mitad. Uno que llevaba incordiando con el aguijón todo el torneo y que tampoco qusio dejar pasar la ocasión cuando más intensos brillaban los focos. El trío arbitral, comandado por el griego Christos Christodoulou. no pasó ni una. Cualquier tipo de queja, aspaviento, reacción o impulso por cualquiera de ambos lados era inmediatamente penado. El segundo cuarto fue una escabechina. En una acción que consideró injusta, la banca española se vio doblemente sancionada: una para el banquillo y otra para el seleccionador.

Kevin Durant, Paul George, Nikola Mirotic o Felipe Reyes también sufrieron la intransigencia arbitral. El partido se vio demasiado ralentizado y ensuciado por estas pausas, innecesarias, y desubicó a ambos equipos, poco acostumbrados a semejante rasero. Tras el paso por vestuarios, alguna conversación y consenso tuvo que haber, permitiéndose un juego mucho más vivo y relajado en este aspecto en la segunda mitad.

En cuanto al juego, lo importante, el segundo cuarto fue casi una reimpresión del primero, llegando España a situarse 30-34 como mejor rebufo, y concluyendo los veinte primeros minutos 39-45. Había partido.

Gasol, «el lesionado»

Había dudas. Había dudas sobre si Pau Gasol podría jugar este partido. Había dudas hasta una hora antes, de si el gemelo dejaría fuera de combate al líder hispano. Mientras más minutos iban transcurriendo en el luminoso, crecía otra duda, muy distinta: cómo este señor que acaba de cumplir los 36 años, puede seguir haciendo lo que hace.

Salió con una protección , una venda negra resguardando su gemelo. Fue suficiente. No se le vio cojear ni un momento. No estuvo tan atrevido en sus penetraciones por cautela, pero eso no le impidió buscar otros frentes para hacer un daño tremendo. Desde el triple, al poste, en el palmeo, Gasol, nuevamente, estuvo colosal. Terminó como el máximo anotador del partido con 23 puntos, además de ocho rebotes, y dos asistencias. También sumó un tapón, ése que le convierte el máximo taponador de la historia de los JJ.OO, ya sí, en solitario.

No sabemos si tras la disputa por el bronce se despedirá definitivamente de la selección. Si así lo decide, lo habrá hecho a lo grande, regalando hasta su última gota de sudor, de pundonor, de sufrimiento, de clase infinita. Hay que darle las gracias por renunciar a su verano y venir a Río. Otra vez, otro año más, ha sido el mejor de los nuestros.

Defensa, desorden y  dulce desazón

A diferencia de sus cruces previos, donde ambos equipos brillaron en anotación —Pekín (107-118) y Londres (100-107) —, en este partido brillaron las defensas y el juego trabado.

El protagonismo arbitral de la primera mitad había dejado a Mirotic al borde de la expulsión (4 faltas) y maniatado la buena defensa de Ricky sobre Irving, por lo que la rotación estuvo más limitada de lo deseada en el banquillo español, lo que sumado a la nula disposición de Scariolo a contar con Calde y Abrines, adelantó más de la cuenta la mella en las piernas de los suyos.

Gasol nos mantuvo con esperanzas en el tercer cuarto con la colaboración de un Sergio Rodríguez que nos demostró que está más que listo para su retorno a la NBA (57-66), pero en los primeros compases del último cuarto Lowry y George enlazaron un puñado de acciones que hicieron la epopeya prácticamente inviable. Las ayudas empezaban a llegar demasiado tarde y las alternancias en defensa —zonales o individuales— no terminaban de dar sus frutos. Aumentaban los huecos y alguna que otra autopista, y los campeones del mundo empezaron a encontrase muy cómodos con la renta manejada. Los triples de Mirotic y Navarro llegaron demasiado tarde.

A minuto y medio para el final, Scariolo optó por sentar a Gasol, pensando en el bronce —veremos si está en condiciones de disputarlo—, pero el resto del elenco, esta vez más mortales pero más batalladores que nunca, no hincaron la rodilla hasta la bocina final, dejando un halo de tristeza, lógica, y de orgullo, eterno.

No fue quizás el mejor Team USA, tampoco la mejor España. Pero nos dejaron el mejor de los sabores. El de una generación para el recuerdo, que en esta ocasión peleará por un bronce con sabor a oro.


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