Fultz culmina ‘The Process’, Ball jugará en los Lakers y Tatum da la sorpresa

Markelle Fultz, Lonzo Ball… y Jayson Tatum. Al final el de los Blue Devils se coló en el Top 3, y lo demás ocurrió exactamente como estaba previsto a pesar de que los numerosos rumores nos hicieron dudar en momentos determinados. Veamos qué suponen estas tres elecciones en su efecto más inmediato.

Un Big Three para soñar en Philadelphia

Finalmente, cero sorpresas con el número uno del Draft. Los Philadelphia 76ers lucharon por este acuerdo porque el jugador que deseaban no habría aguantado hasta su pick 3. Los Sixers, con Markelle Fultz, podría decirse que culminan la etapa base de ‘The Process’. Ya tienen, sobre el papel, todo lo que necesitaban; ahora solo hay que dejarlo crecer.

Con Fultz, Brett Brown tendrá por fin al base que ansiaba, y el talento ya ocupa casi todas las posiciones del parquet. Porque en Philly hay un Big Three formado por tres números 1; Joel Embiid lo es, solo que su pie nos hizo un trampantojo en el último instante. Con Fulz, Simmons y Embiid el eje está formado, y añadidos como Saric o Stauskas -además de un banquillo interesante con Okafor, Cabarrot, Covington o El Chacho- redondean un quinteto que empieza a sonar muy, muy bien.

«Es una bendición. Cuando oí mi nombre fue como si Dios me llamara», eran las primeras palabras del jugador de oro de la promoción. «¿Crees en el proceso?», le preguntaba inmediatamente la entrevistadora, a lo que el base respondía que creía en sí mismo, y en todo lo que iba a ser capaz de hacer entregándose al máximo. Acto seguido, mostraba su amuleto de la noche, escondido dentro de su chaqueta.

Empieza a ser costumbre llevar cosidos, a modo de tatuajes textiles, todo aquello que toca la fibra del jugador. En este caso, Fultz llevaba serigrafiada a casi toda su familia y demás personas que tenían un valor especial para él.

Así pues, llega a Philly un jugador precedido por una cara y una cruz en el que ha sido su único año en la Universidad. Fultz ha promediado 23,2 puntos; sólo Kevin Durant (2006-07) y Michael Beasley (2007-08), promediaron más puntos en su año freshman en la última década. Ahora la cruz: a pesar de su rendimiento individual excepcional, el colectivo ha sido una continua zozobra; 9-22 ha concluido el año, 13 derrotas consecutivas incluidas. El peor porcentaje de victorias (29%) de un equipo del que sale el nº1 del Draft, desde que éste adoptara la forma que tiene hoy día en 1966. No obstante, reina el optimismo.

«Él nos aportará un gran empuje físico», ha dicho Bryan Colangelo, general manager de la franquicia. «Es tremendamente talentoso en todo su kit de habilidades ofensivas. Sabe anotar, sabe penetrar a canasta, sabe fintar y sabe mover la pelota. Es lo que podrías llamar el prototipo de combo guard. Era una oportunidad, tuvimos el presentimiento de que para jugar junto a Ben Simmons, junto a Joel Embiid, Robert Covington, Dario Saric y otros —muchos otros— era el jugador adecuado, la pieza adecuada para dar el siguiente paso adelante».

Lonzo cumple su sueño

De haber retumbado otro nombre como número 2 del Draft que no fuera el suyo, las cámaras, probablemente, no hubieran enfocado a ese otro jugador más de tres segundos; inmediatamente, buscar la reacción de LaVar Ball se habría convertido en objeto cruel de deseo. Finalmente no ha sido así, y es que el traspaso de D’Angelo Russell ya nos ponía en sobre aviso de que los Lakers habían escogido a su base, y este venía directo de la NCAA y, concretamente, de UCLA.

Toda la familia había acudido a la cita, y toda la progenie Ball, con el baloncesto por futura profesión y bandera (Lonzo, LiAngelo y LaMelo), estaba a su mesa de la Green Room. Pero por supuesto, quién acaparó el protagonismo de los micrófonos conforme escuchó el nombre de su primogénito fue LaVar: «Mi hijo va a llevar a los Lakers a los playoffs en su primera temporada», rotundo, auténtico, incorregible, como lleva demostrando los últimos meses. Le pudo la boca, y avisa a navegantes, «tengo dos hijos más y haré exactamente lo mismo dos años más».

Lonzo, más tranquilo, más pausado, más correcto, enviaba un mensaje a su equipo de la universidad, los Bruins («siempre seré un Bruin»), agradeciéndoles por su corta pero intensa estancia; segundos antes, no podía evitar sonreír al saber que ya era jugador de los Lakers. «Es una gran sensación, jugaré para el equipo de mi ciudad. Es un sueño hecho realidad».

Tatum, ¿el relevo de Paul Pierce?

Había una pequeña rendija, una probabilidad ínfima que había ido ganando en solidez en los últimos días. No obstante, unas declaraciones que se emitieron desde el seno de la franquicia afirmaban que seleccionarían en el pick 3 al mismo jugador que habrían escogido con la primera elección del Draft. Y eso provocaba que todos los focos se cernieran sobre Josh Jackson.

Pero ha sido Jayson Tatum quién, por ahora, y a falta de saber si formará parte de algún paquete que le ponga rumbo a otra parte, es jugador de los Boston Celtics.

Danny Ainge quiere rendimiento, de ahí que no pare de rastrear un traspaso que le permita competir el curso que viene a un nivel superior. Es cierto que Tatum es un novato en la NBA y que aterriza como un freshman de la NCAA, pero también es, posiblemente, el jugador más preparado de su promoción para aportar desde ya. Su talento y su físico pueden causar estragos en la mejor liga del mundo desde el primer instante.

«Estoy extremadamente contento y emocionado», decía un Tatum que aún no terminaba de creérselo minutos después de encasquetarse la gorra del trébol, «Los Celtics son la mejor franquicia de la historia del baloncesto, y ser parte de un equipo así, no es algo que ocurra muy a menudo».

Entonces, el entrevistador sacaba a la palestra una comparación que empieza a pregonarse ya solo por el deseo nostálgico de que se convierta algún día en media realidad. Tatum recuerda a alguien; alguien muy querido en el TD Garden.

«¿Altas expectativas eh?», dice sonriendo Tatum cuando le mencionan a Paul Pierce. «Creo que nos comparan porque tenemos un juego de pies parecido, ambos tenemos juego de media distancia, creo que también nuestra habilidad para crearnos nuestros propios tiros… obviamente él puede hacerlo mucho mejor que yo, pero es cierto que es algo en lo que nos parecemos».


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