Hostilidad a espuertas y subiendo la temperatura desde el principio. Los Cleveland Cavaliers no esperaron a saltar al parqué para empezar a caldear el duelo frente a los Golden State Warriors. Si es que éste acaso necesitaba ser caldeado…
La rivalidad entre estas dos franquicias, históricamente pacíficas y neutrales entre sí, es ya un hecho. Cavs y Warriors, los dos mejores equipos del momento, son ya franquicias enfrentadas. El picante siempre le viene bien a la NBA, pero está claro que el de las pasadas Finales va a espolvorear el plato de GSW a cada ocasión que se crucen con sus verdugos y estos vean la oportunidad.
Lo vimos en Halloween, con el tremendo ‘troleo’ de LeBron James cobrando forma en la tétrica batería del 3-1… tocada por un esqueleto. Broma que, por cierto, no sentó nada bien en el seno de los de Oakland, especialmente en un jugador que ya es casi declarado persona non grata en el Quicken Loans Arena; ayer silbada casi en cada acción, resultando patente en su mejor acción de la noche.
Pues bien, esto no cesa. Ayer, lo que se encontraron los de Steve Kerr al llegar a su vestuario en pabellón enemigo, fue una de las imágenes que más dolió de Game 7. Por lo espectacular que fue y por lo vital de la misma. Con aquel impresionante tapón de LeBron James a Andre Iguodala bajando el contrataque, no sólo logró enmudecer a toda la afición de La Bahía, sino que evitó además una canasta crucial para los Warriors. Junto con el triple posterior de Kyrie Irving, probablemente la acción más resolutiva de un partido que dirimió, nada menos, que un anillo.
This is the door open just down the hallway from #Warriors locker room. #Cavs pic.twitter.com/8z41uI01pA
— Tom Withers (@twithersAP) December 25, 2016
Pues ahí la tenían los Warriors. Tamaño bolsillo. Por si les faltaba incentivo. Tapón de estas características no hubo luego a la postre en el choque de ayer, pero un nuevo game winner de Irving y victoria para los Cavs sí que hubo. El desquite en el Oracle Arena —17 de enero—, ya promete.