Los Jazz sin Ricky: «Es algo diferente, pero lo hemos hecho antes»

Cuando era el playmaker titular de Minnesota, su ausencia se medía en la pérdida de asistencias, robos y, sobre todo, de intangibles. Su poca producción directa a nivel ofensivo, no permitía percibir con tanta facilidad lo que implicaba borrarlo del juego.

Ahora, en Utah Jazz, el juego de Ricky Rubio ha evolucionado notablemente. Su impacto ofensivo ha aumentado de forma considerable, desbordando por momentos todo lo conocido en sus seis temporadas anteriores en la NBA. Desde febrero está desatado, promediando más de 16 puntos y con porcentajes que superan la media liguera.

Base a tiempo parcial

Su faceta de distribuidor, de generador directo de canastas, se ha resentido este año respecto a sus cifras en temporadas anteriores (hasta cuatro cursos por encima de las 8,5 asistencias). En RS se ha quedado en 5,3 de media. Esto es porque en Utah hay más de un playmaker, aunque sus puestos en cancha no reconozcan implícitamente tal condición.

Joe Ingles y Donovan Mitchell, han compartido el papel de arquitecto de jugadas y canalizador del Spalding a lo largo del curso.

De vuelta ante OKC

Pero en Utah, en los cinco partidos (y siete minutos) que Rubio ha estado en cancha, se le ha visto recuperar galones en este aspecto. Sin renunciar a su nueva verticalidad y carácter agresivo de cara al aro rival, muchos puntos vuelve a facilitarlos, sin intermediarios, él. Siete asistencias de media en la serie ante Oklahoma.

«Creo que el rol que está teniendo en este equipo, no lo ha tenido antes jamás en la NBA», decía al término de la eliminatoria su técnico asistente Igor Kokoskov, y se hace eco The Salt Lake Tribune. «Nunca antes ha tenido esta libertad. Ni cuando jugaba en España ni con su selección nacional».

«No conozco a los entrenadores que tuvo en Minnesota, pero me sorprendería que cualquiera de ellos a lo largo de su carrera le haya dado tanto apoyo y confianza a la hora de tirar y mostrarse como es», añadía también Ingles.

Sin ‘la licuadora’

Y ahora, durante varios careos ante Houston (si cae el rosco, quien sabe si le veremos apenas debutar), Quin Snyder deberá vérselas sin su main designer. El primero de los asaltos, ayer. Y el correctivo fue duro.

En Utah hay talento pero hay aún más sacrificio. Orden no siempre, o no al menos al 100%. Y en los Jazz, un equipo que no gira entorno a sus individualidades (Donovan Mitchell y ya), se exige que todo lo demás, osea el equipo, funcione a la perfección. En defensa y en ataque.

Ricky Rubio da sentido a todo ello. Su implicación defensiva, infinita y fuera de toda duda, su liderazgo adelante, cada vez mayor, y sobre todo su IQ y experiencia a la hora de leer el juego y controlar los ritmos del partido, son todo un valor añadido para sus compañeros.

Al ataque de sus Jazz, cuando Rubio está en cancha y con el quinteto funcionando a todo trapo, Snyder lo ha bautizado «la licuadora». Es decir, el balón circula tan bien y tan veloz, que la defensa rival entra en pánico, cae en en desatinadas defensas dobles y los Jazz empiezan a encontrarse con multitud de tiros abiertos.

Ayer, fue uno de esos días, pero al revés. Los tejanos hacían chof, sin parar y sin oposición. Y no será porque los Jazz no lo intentaron todo.

Pero es que resulta que el bando de en frente pueden contar, tranquilamente, con dos de los mejores (sino con el top-2 directamente) point guards del mundo. Y siempre, por decisión de Mike D’Antoni, habrá uno en pista. Chris Paul y James Harden.

Los remiendos alternativos

Sin Ricky, de partida los mandos se los repartieron rookie y veterano, osea, Donovan Mitchell y Joe Ingles. El pursuit lo completó el combo formado por Dante Exum y Raul Neto, que jugaron ayer casi más minutos de todos los acumulados en primera ronda. Ninguno supuso la panacea, pero en cierto modo tampoco fueron un mar de carencias.

Hasta la vuelta de su líder más puro, esperan seguir mejorando y fortaleciendo la química, apresurando la conexión.

«Es un poco diferente jugar sin él», explicaba Ingles tras la derrota ante Houston. «Pero lo hemos hecho antes. Tan solo tenemos que ajustarnos e involucrar a todo el mundo. Donovan y yo tenemos que hacer un buen trabajo, especialmente en el arranque de los partidos».

«Nos estancamos un poco con la pelota, ellos empezaron a hacer cambios y no supimos afrontarlos hasta la segunda mitad. Creo, obviamente, que no tuvimos demasiado tiempo para prepararnos», aseveró Mitchell. Razón no le falta, pues con un partido menos y todos sus hombres sanos, los Rockets han tenido más tiempo de descanso y de preparar el primer choque de semifinales que su rival.

Anoche no le funcionó a Utah el cath and shot, una de las principales y más fiables vías de anotación que sostiene su juego. Los triples, a excepción de los de Jae Crowder, se estrellaban contra el hierro (31,8% en el global), y las canastas llegaron en gran parte a las espectaculares penetraciones de Mitchell, su hombre más hábil y descarado.

El dato bueno, o esperanzador cuando menos, fue que Raul Neto, olvidado habitual el brasileño en la rotación de Snyder, anoche se fue a dormir sabiendo que con él en pista, los suyos, fueron ocho puntos mejores que su adversario y anfitrión.


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